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– ¿ -¿Qué tenemos aquí? -exclamó.

La criatura, a primera vista, parecía humano. Era un varón de unos cinco o seis años pero, al darle la vuelta, observó las puntiagudas orejas y las facciones bien definidas: pómulos altos, mandíbula angulosa que se estrechaba hasta finalizar en una barbilla ligeramente puntiaguda, boca de labios finos. Todo ello indicaba que el niño era un elfo, si bien no poseía el largo y extremadamente delgado cuerpo de un elfo. Las extremidades tenían proporciones humanas, no elfas; piernas y brazos eran demasiado cortos, y las orejas, aunque delicadamente puntiagudas, eran demasiado pequeñas. Tenían el mismo tamaño que las orejas humanas, pero acababan en punta.

El niño tenía también algunos de los rasgos de un halfling: los ojos muy hundidos, la cabellera espesa, casi una melena, cayendo hasta los hombros, las cejas exquisitamente arqueadas. También los halflings tenían las orejas puntiagudas, pero la criatura era demasiado grande para ser un halfling. Y sin embargo mostraba las características físicas tanto de halflings como de elfos.

Un mestizo, se dijo Lyra asombrada. Pero elfos y halflings eran enemigos naturales. Y resultaba inaudito que un elfo se emparejara con un halfling, aunque en realidad no existía ningún motivo para que no pudiera ser posible. Desde luego, había sido posible; ya que contemplaba el resultado de tal unión, y ello explicaba lo que hacía el pequeño solo en el desierto. Sintió un nudo en el estómago. Lo habían expulsado. Como resultado de una unión prohibida, sin duda su madre lo había ocultado y protegido hasta este momento; pero, al crecer, había quedado claro lo que era, y a la pobre criatura la habían conducido al desierto y abandonado allí para que muriera.

No obstante, el niño poseía una gran fuerza de voluntad, puesto que, sin ayuda y sin comida ni bebida, casi había conseguido alcanzar las estribaciones de las Montañas Resonantes y, no sólo eso, sino que estaba dotado de un increíble talento paranormal. Joven e ignorante como era, había conseguido sin embargo proyectar su angustiado grito mental de rabia y desesperación hasta donde ella se encontraba en la cima misma del Diente del Dragón. Muy pocos de los adultos con poderes que ella conocía, incluso aquellos que habían estudiado la disciplina durante años, habrían podido conseguir tal hazaña.

Tenía que salvarlo. Aún no estaba muerto, pero sí inconsciente y muy, muy débil. Aquel último grito mental había sido su mente, empujada a su último extremo, aullando de furia y desesperación al haber conseguido avistar su meta y no poder llegar hasta ella.

– No temas, pequeñín -musitó-. No morirás.

Cavó un hueco en la arena del desierto y, cerrando los ojos, se concentró en sí misma a fin de extraer la energía necesaria para un hechizo que produjera agua. A medida que se concentraba, el agua empezó a borbotear en el agujero que había excavado. Mojó los dedos en ella y echó unas pocas gotas en los labios del chiquillo. La boca se crispó, y una lengua reseca surgió muy despacio para saborear las preciosas gotas. La mujer sondeó o con cuidado su mente… y retrocedió casi al instante ante lo que vio en ella. Cuando los ojos del niño se abrieron con un parpadeo y se fijaron en ella, Lyra sacudió la cabeza tristemente y dijo:

– ¡ -¡Mi pobre elfling! ¿Qué te han hecho?

La joven sacerdotisa se acercó indecisa a la gran señora sentada ante el telar y esperó a que se le concediera la palabra. Percibiendo su presencia, la mujer de más edad se dirigió a ella sin volverse ni apartar la mirada de lo que tejía.

– Sí, Neela, ¿qué sucede?

– Señora, tenemos una visita que desea una audiencia con vos. Aguarda fuera de vuestros aposentos.

La gran señora frunció el entrecejo y se volvió para mirarla.

– ¿ -¿Fuera de mis aposentos? ¿Me estás diciendo que se la ha dejado entrar? Sabes que no permitimos la presencia de extraños en los terrenos del templo, Neela. ¿Quién ha sido el responsable?

– Pero, señora…, es una pyreen.

– ¡ -¡Ah! Eso es diferente. Los druidas pacificadores son siempre bien recibidos aquí. ¿Dio su nombre?

– Se llama Lyra Al´Kali, señora.

– ¿ -¿Y la las hecho esperar? -inquirió la gran señora, abriendo mucho los ojos-. ¡Chica estúpida! ¡Es una de los venerables pyreens! ¡Hazla entrar de inmediato!

La joven sacerdotisa vaciló.

– Señora…, hay otra cosa más…

– ¿ -¿Y bien, de qué se trata? ¡No pierdas el tiempo!

– Trae una criatura con ella. Un niño.

– ¿ -¿Un varón? ¿En un templo villichi? -La gran señora recapacitó-. ¿Es pyreen el niño?

– No, señora. -La sacerdotisa se humedeció los labios, nerviosa-. No…, no sé lo que es. Jamás había visto una criatura así; y además hay un tigone…

– ¡Un tigone!

– Un simple cachorro, señora, pero la pyreen dice que no quiere abandonar al niño, y que está ligado a él.

– Qué curioso -respondió la gran señora-. Haz entrar a la venerable Al´ ' Kali, Neela. Ya la hemos hecho esperar demasiado.

La joven salió y regresó poco después con Lyra y un niño pequeño al que la pyreen tenía cogido de la mano. Un cachorro de tigone trotó al interior tras ellos, casi pegado al chiquillo. Cuando se detuvieron, el animal se tumbó a los pies del niño. Lo primero que observó la gran señora fue el aspecto demacrado de la criatura y su mirada vagamente perdida, pero no tardó en comprender lo que Neela había querido decir al mencionar que nunca antes había visto un niño así. Por su recluida vida en el templo, Neela no conocía demasiado el mundo exterior, pero la gran señora comprendió al momento que el chiquillo era un mestizo, lo que en sí mismo no era raro en Athas. Sin embargo, parecía ser el fruto de una unión entre un halfling y un elfo, y eso sí que era algo inaudito.

– La paz sea contigo, señora Varanna -saludó Lyra.

– Y también contigo, venerable Al´Kali -respondió la gran señora-. Honras este templo con tu presencia.

Lyra inclinó levemente la cabeza agradeciendo el cumplido.

– Sin duda te haces preguntas sobre este niño que he traído conmigo -dijo Lyra-. Sé que no se admiten varones en el templo villichi, a menos que sean pyreens, pero lo cierto es que este niño no es un niño corriente, como muy bien puedes apreciar. No obstante, en lugar de dar más explicaciones en este momento, te invito a que lo compruebes por ti misma, utilizando tus poderes.

– Muy bien -asintió la gran señora, con una expresión ligeramente perpleja, y proyectó una sutil sonda mística hacia la criatura. Casi al momento lanzó una exclamación ahogada y sus ojos se abrieron de par en par. El chiquillo no había mostrado ninguna reacción visible a la sonda; de hecho no parecía reaccionar a nada. Pero, cuando ella había tocado su mente con la suya, se había visto rechazada con tal violencia que se le cortó la respiración. De todos modos, en ese brevísimo instante, había descubierto el motivo de que la pyreen le hubiera llevado al niño.

– ¿Una tribu de uno? -inquirió atónita en voz baja.

Lyra asintió.

– Sin duda has experimentado su poder latente, igual que hice yo.

– Pero… ¡es tan fuerte! Jamás me había tropezado con algo parecido en alguien tan joven!

– Ni yo, en todos mis largos años de vida. Ahora comprenderás por qué te lo he traído.

– ¿Dónde lo encontraste?

– En el desierto, esforzándose por alcanzar las colinas -respondió la pyreen-. Su tribu lo había echado y estaba a punto de morir cuando tropecé con él. Su llamada me llegó a lo alto del Diente del Dragón.

– ¿Tan lejos? -replicó la gran señora, sorprendida. Meneó la cabeza y añadió-: ¿Y no ha recibido educación?

– ¿Cómo? -repuso Lyra-. No debe de tener más de cinco o seis años, como mucho. Hasta hace poco, su madre lo habrá tenido oculto, sabiendo cuál sería su destino si se descubría su origen. Y en una tribu elfa o halfling, la que sea que lo ha expulsado, no habría recibido educación en artes paranormales.