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– Supongo que no me he explicado bien -dijo él volviéndose para mirarla-. No trabajarías aquí. Tengo otro despacho en Industrias Allman y allí es donde necesito tu ayuda.

– Industrias Allman -repitió ella pensativa.

Annie no recordaba que esa empresa existiera durante los años que pasó en Chivaree en su infancia pero, desde que volviera al pueblo, había oído hablar de ella. Tenía su sede en un gran edificio señorial cerca de la calle principal de la ciudad. El inmueble estaba decorado con gárgolas y parecía una reliquia de tiempos muy lejanos.

– ¿Te parece bien? -preguntó él con tono sarcástico.

– No lo sé -respondió ella-. Ya veremos.

– Estaré en ascuas hasta que me des una respuesta -dijo humorísticamente-. Necesito a alguien que lleve y organice mi agenda. Se supone que me encargo de los asuntos sanitarios de la empresa, pero mi padre insiste en que participe en todas las reuniones importantes de negocios. Lleva algún tiempo intentando que deje la medicina y me interese por la empresa. Su sueño es que me haga cargo de ella cuando él se retire. Así que estoy tan liado que muchas veces no sé a dónde se supone que tengo que ir ni a qué reuniones debo asistir.

A Annie le extrañó que alguien como Matt, que exudaba seguridad por cada poro de su piel, tuviese problemas para hacerle saber a su padre que no deseaba participar en la empresa.

– ¿Por qué no le dices a tu padre que no tienes tiempo para ir a esas reuniones?

Se quedó mirándola antes de responder. Después sonrió.

– ¿Y por qué no? Ésa será tu primera tarea. Dile a todos los que llamen que estoy demasiado ocupado para atenderlos. Eso haría mi vida mucho más simple.

– Parece bastante fácil -repuso ella encogiéndose de hombros.

La cara de Matt era un poema. Annie no supo interpretar si estaba riéndose de ella o, simplemente, no creía que fuera a ser sencilla su tarea.

– Bueno. Espera y verás -la advirtió riendo.

– También podría ayudarte en el aspecto médico -sugirió Annie para dar a conocer su valía.

– No creo, no tienes los conocimientos necesarios.

– Sí los tengo.

– ¿Qué? -preguntó él sorprendido.

– Estaba en segundo curso de la Academia de Medicina de Houston, estudiando Enfermería, cuando me quedé embarazada y tuve que dejarlo.

– ¡Vaya! Eso sería de gran ayuda -dijo-él con un silbido de admiración.

– Claro que no estoy titulada.

– Ya, ya me imagino. No espero que actúes como enfermera, pero el mero hecho de saber que tienes unos conocimientos es importante. Sobre todo en un pueblo pequeño como éste. Aquí todo cuenta.

Le dirigió una media sonrisa que dejó a Annie con mariposas en el estómago. Presentía que acababa de mejorar mucho la impresión que Matt tenía de ella.

– Ya ves. Parece que este trabajo y tú estabais destinados a encontraros -dijo él.

Annie se estremeció al oír esa palabra. Tenía una connotación romántica que no le gustaba en absoluto. Estaba decidida a mantenerse lo más alejada posible de situaciones de esa índole.

Eso le recordó que Shelley, la hija de Millie, estaba prometida con el hermano de Matt, Rafe Allman. En el restaurante no se hablaba de otra cosa. Le gustaba mucho Shelley y siempre estaba interesada en conocer los últimos detalles de la próxima boda. Sabía que Matt no estaba casado, lo cual no dejaba de extrañarle. Era un hombre con éxito y atractivo, pero el tiempo pasaba y seguía sin formar una familia. Pocos hombres como él permanecían solteros a su edad.

– Muy bien, doctor -dijo ella forzando una expresión de extrema seriedad en su rostro y mirando al monitor-. ¿Cuál es el Veredicto?

– Parece que tanto tú como el bebé estáis bien.

Se sintió muy aliviada y hasta ese momento no fue consciente de lo preocupada que había estado.

– ¿Ves? Tanta preocupación para nada.

– Yo no diría que para nada, pero bueno…

Las cosas se estaban complicando para Annie porque, cuanto más tiempo pasaba con ese hombre, más le gustaba. Razón suficiente para preocuparse y para ser cautelosa.

Necesitaba salir de allí cuanto antes.

– ¿Me vas a quitar esto? -preguntó.

– Claro. Espera un momento.

Matt apagó el monitor fetal bajo la atenta mirada de Annie. Se sentía muy satisfecha por estar cerca de un hombre tan atractivo como Matt y no haberse dejado obnubilar por él ni por sus numerosos encantos viriles. Durante el examen había tocado partes de su cuerpo y se había acercado a ella bastante, lo suficiente como para que pudiera disfrutar del limpio y fresco aroma que desprendía. Y había conseguido permanecer impasible.

Sonrió con satisfacción.

Pero entonces, mientras. Matt desataba el cinturón que rodeaba la tripa de Annie, rozó accidentalmente con la mano uno de sus pechos. Se quedó helada y lo miró. Necesitaba saber cuáles eran sus intenciones. Lo que vio no la hizo sentir mejor.

Sabía que había sido accidental, pero había algo peor. Matt le sostuvo la mirada durante más tiempo del necesario y ella sintió una especie de conexión con él. Fue consciente en ese momento de que entre ambos había una corriente sensual innegable.

Matt apartó la mirada, sabiendo en qué estaba pensando ella.

– Lo siento -dijo.

Pero Annie, aún sin aliento, fingió no entender su disculpa y concentró sus esfuerzos en dejar salir poco a poco el aire que se había quedado paralizado en sus pulmones.

– Recoge tus cosas y te acerco a casa -le dijo Matt mientras seguía ocupado con el aparato.

Le habría gustado contestarle de mala manera, decirle que se fuera a paseo, que no necesitaba ayuda de nadie. Pero no tenía coche ni nadie a quien llamar. Así que, a menos que quisiera atravesar la ciudad andando en plena noche, iba a tener que dejar que Matt la llevara.

Cerró los ojos un segundo y se prometió no volver a verse nunca más en una situación parecida. En cuanto pudiera valerse por sí misma tomaría de nuevo el control de su vida. No quería tener que volver a depender de nadie.

De camino a casa de Annie, Matt la miró de reojo. A pesar de tener el cinturón puesto estaba sentada al borde del asiento. Cualquiera que la viera pensaría que había sido secuestrada. Agarraba el manillar de la puerta con tanta fuerza que parecía estar a punto de arrancarlo o abrirlo en cualquier momento y salir del coche despavorida.

Matt contuvo el impulso de hacerle saber lo molesta que le resultaba su actitud. Eso sólo empeoraría las cosas. Era evidente que estaba asustada y, si le recriminaba su modo de actuar, se sentiría aún más atacada.

No sabía por qué había decidido ocuparse de ella. Estaba demasiado ocupado como para encargarse además de aquello. Se había acercado al Café de Millie a tomar un café y un trozo de tarta. Necesitaba cafeína que le mantuviera despierto esa noche, ya que tenía mucho trabajo en su despacho de Industrias Allman. Pero antes de que se diera cuenta, estaba tomando a su cargo a otra criatura perdida.

Porque eso era lo que Annie le parecía, un animal herido. De niño, siempre llevaba a casa todo lo que encontraba: gatitos, cachorros, culebras, una mofeta… Recordó que una vez encontró un pájaro herido. Lo llevaba de un sitio a otro en una caja de zapatos e hizo todo lo que un niño de diez años podía hacer para curarlo. Le dedicó un montón de atención. Intentó que bebiera y comiera. Consiguió que el pajarillo permaneciera tranquilo y quieto en sus manos. Pero sus ojos oscuros lo miraban siempre con miedo, como si estuviera seguro de que, a pesar de todos los cuidados, el niño acabaría por hacerle daño. Era la misma mirada que veía en los ojos de Annie.

No pudo evitar sentir rabia al pensar en quién la habría convertido en un animal asustado. No era normal que una mujer se comportara así sin una causa. Quería calmarla y decirle que no se preocupara, pero sabía que sus palabras podrían tener el efecto opuesto.