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– Bueno, verás… -El tartamudeo me dejó agotada. No había sitio para las palabras cuando en mi cabeza se agolpaba toda clase de pensamientos. Comiendo en Benihana. ¡Christian lo sabía! ¡Miranda en Benihana! Estaba adorable con esa cazadora de aviador de cuero. ¡Seguro que huelo a Benihana! ¡No le beses en la mejilla! ¡Bésale en la mejilla!-. No, no es eso, en realidad…

– Estábamos decidiendo adonde ir -intervino Lily mientras tendía una mano a Christian, quien por fin advertí que iba solo-. Estábamos tan absortas que no nos dimos cuenta de que nos habíamos detenido en medio de la calle. ¡Ja, ja! ¿Qué te parece, Andy? Me llamo Lily.

Christian le estrechó la mano y se apartó un rizo del ojo, como había hecho tantas veces en la fiesta. Volví a tener la extraña sensación de que podría pasarme horas, quizá días, viéndole apartar ese adorable rizo de su perfecto rostro. Entonces me percaté de que debía decir algo, aunque ellos parecían arreglárselas muy bien solos.

– Lily-dijo Christian haciendo rodar el nombre por su lengua-. Un nombre muy bonito, casi tan bonito como Andrea.

Advertí que Lily tenía el rostro radiante. Estaba pensando que Christian no solo era mayor que ella e impresionante, sino también encantador. Yo sabía que se estaba preguntando si me interesaba, si haría algo a pesar de Alex y, en caso afirmativo, si había algo que ella pudiera hacer para facilitar las cosas. Lily adoraba a Alex, cómo no iba a adorarlo, pero no comprendía que dos personas tan jóvenes pudieran pasar tanto tiempo juntas, o eso decía, aunque yo sabía que lo que realmente le alucinaba era lo de la monogamia. Si había la más mínima posibilidad de que Christian y yo nos liáramos ella no dudaría en avivar el fuego.

– Lily me alegro de conocerte. Soy Christian, un amigo de Andrea. ¿Siempre os paráis delante del Benihana a charlar?

Su sonrisa me produjo una sensación de vértigo. Lily se apartó los rizos con el dorso de la mano y respondió:

– ¡Por supuesto que no, Christian! Acabamos de cenar en el Town y estábamos pensando dónde podíamos tomar una copa. ¿Alguna sugerencia?

¡El Town! Uno de los restaurantes más de moda y caros de la ciudad. Miranda iba allí. Jessica y su prometido iban allí. Emily hablaba obsesivamente de su deseo de ir allí. Pero ¿Lily?

– Qué raro -repuso Christian-, yo acabo de cenar allí con mi agente. Me extraña que no os haya visto…

– Porque estábamos al fondo, detrás de la barra -me apresuré a decir, recobrando cierto aplomo.

Por fortuna había hecho caso a Emily cuando me instó a mirar la foto de la barra del restaurante que aparecía en citysearch.com un día que estaba intentando decidir si era un buen lugar para una cita.

– Ya -asintió Christian con aspecto distraído y más mono que nunca-. ¿Así que estabais pensando en tomar una copa?

Estaba deseando sacarme de encima la peste del Benihana con una ducha, pero Lily no tenía intención de darme esa oportunidad. Me pregunté si era tan evidente para Christian como para mí que mi amiga me estaba prostituyendo, pero él estaba impresionante, ella estaba decidida y yo mantuve la boca cerrada.

– Sí, estábamos decidiendo adonde ir. ¿Alguna sugerencia? A las dos nos encantaría que nos acompañaras -afirmó Lily mientras le tiraba juguetonamente del brazo-. ¿Qué hay por aquí que sea de tu agrado?

– Esta zona no destaca por sus bares, pero he quedado con mi agente en Au Bar. Si queréis, podéis venir. Ha ido al despacho a buscar unos papeles, pero no tardará en volver. Andy, tal vez te convenga conocerle. Uno nunca sabe cuándo va a necesitar un agente… Entonces ¿os parece bien Au Bar?

Lily me lanzó una mirada que gritaba: «¡Es guapísimo, Andy! ¡Guapísimo! No tengo ni idea de quién es, pero te desea, así que cálmate y dile lo mucho que te gusta Au Bar».

– Me encanta Au Bar -aseguré, aunque nunca había estado allí-. Me parece perfecto.

Lily sonrió, Christian sonrió y los tres echamos a andar. Christian Collinsworth y yo íbamos a tomar una copa juntos. ¿Podía considerarse eso una cita? Por supuesto que no, me dije, no seas absurda. Alex, Alex, Alex, repetí para mis adentros, decidida a recordarme que tenía un novio adorable y decepcionada conmigo misma por tener que recordarme que tenía un novio adorable.

Aunque era un jueves por la noche, el equipo de seguridad estaba al completo, y si bien no tenían inconveniente en dejarnos pasar, nadie se ofreció a hacernos una rebaja: veinte dólares cada entrada.

Sin darme tiempo a sacar mi dinero Christian extrajo tres billetes de veinte de un enorme billetero y los entregó sin decir palabra. Hice ademán de protestar, pero me cubrió los labios con dos dedos.

– Andy, cariño, no permitas que tu preciosa cabecita se preocupe por esto.

Antes de que pudiera apartar la boca, tomó mi cara entre sus manos. En algún lugar de las profundidades de mi debilitado cerebro algo me decía que iba a besarme. Lo sabía, lo presentía, pero no podía moverme. Christian interpretó mi inmovilidad como aceptación, se inclinó y posó sus labios en mi cuello. Fue un beso fugaz, en realidad un roce, quizá con un poco de lengua, justo debajo de la mandíbula y cerca de la oreja. Luego me cogió de la mano y me arrastró al interior del local.

– ¡Christian, espera! Necesito decirte algo.

No estaba segura de que un beso no solicitado, en el cuello, no en la boca, con un mínimo de lengua, precisara una larga explicación sobre que tenía novio y no era mi intención darle una impresión equivocada. Christian, por lo visto, no lo creía necesario, porque me había llevado hasta un sofá situado en un rincón oscuro y ordenado que me sentara. Obedecí.

– Voy a pedir algo de beber, ¿de acuerdo? Y no te preocupes tanto, que no muerdo. -Se echó a reír y me sonrojé-. Aunque si lo hago, te prometo que te gustará. -Y se dirigió a la barra.

A fin de evitar desmayarme o tener que reflexionar sobre lo que acababa de ocurrir, busqué a Lily con la mirada. Tres minutos antes éramos tres, pero ella ya estaba charlando con un hombre negro muy alto, pendiente de cada una de sus palabras y echando la cabeza hacia atrás de gozo. Sorteé el gentío de bebedores internacionales. ¿Cómo sabían que ese era el local de visita obligada si no tenías pasaporte estadounidense? Pasé por delante de un grupo de hombres de treinta y pico que gritaban en un idioma que sonaba japonés, de dos mujeres que agitaban las manos y hablaban apasionadamente en árabe y de una pareja con cara de palo que susurraba con tono rabioso en un idioma que parecía español pero que bien podía ser portugués. El amigo de Lily ya tenía una mano en su cintura y parecía totalmente seducido. No era momento de sutilezas, pensé. Christian Collinsworth acababa de masa-jearme el cuello con su boca. Sin hacer caso al hombre, cogí a Lily del brazo derecho y me volví para arrastrarla hasta el sofá.

– ¡Andy, para! -susurró, y liberó su brazo sin dejar de sonreír al tipo-. No seas maleducada. Me gustaría presentarte a mi amigo. William, esta es mi amiga Andrea, que no suele comportarse así. Andy, te presento a William.

Lily esbozó una sonrisa benévola mientras nos dábamos la mano.

– Puedo preguntarte por qué me robas a tu amiga, An-dre-aaa -dijo William con una voz profunda que casi resonó en el espacio subterráneo.

Quizá en otro lugar, en otro momento o con otra persona me habría percatado de su cálida sonrisa, o de su caballerosidad al levantarse de inmediato y ofrecerme su asiento cuando me acerqué, pero de lo único que fui consciente fue de su acento británico. Poco importaba que fuera un hombre, un hombre negro y corpulento, que no guardaba parecido alguno con Miranda Priestly. El mero hecho de oír ese acento, de oír mi nombre pronunciado exactamente como ella lo pronunciaba, bastó para que se me acelerara el corazón.

– William, lo siento, no es nada personal, pero tengo un pro,mblemilla y me gustaría hablar con Lily en privado. Te la devolveré enseguida.