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– ¡Puedo hacerlo! Tengo pruebas de que existía una conspiración nacional. La vida o muerte de nuestra república depende de que ustedes escuchen esta prueba, de que la tengan en cuenta al votar. Si no la escucha, se llevará hasta la tumba el peso de su error. Puede creerme.

Impresionado, el vicegobernador dirigió a Collins una severa mirada.

– Muy bien -dijo súbitamente-. Voy a pedirle al senador Glass que se encargue de que no haya quórum durante diez minutos. Suba a la cuarta planta y diríjase a la primera sala de comités que encuentre al salir del ascensor. Está vacía. El asambleísta Keefe le mostrará el camino. El senador Glass y yo nos reuniremos con ustedes ahora mismo. -Se detuvo y añadió:- Señor secretario de justicia, espero que se trate de algo que valga la pena.

– Valdrá la pena, se lo aseguro -dijo Collins con expresión sombría.

Los cuatro se hallaban sentados alrededor de la mesa de madera clara que había en el centro de la moderna sala de comités.

Chris Collins acababa de explicarles a Duffield y a Glass las circunstancias bajo las cuales se había enterado de la existencia del Documento R, un complemento de la Enmienda XXXV que, en su lecho de muerte, el coronel Noah Baxter había suplicado que se hiciera público.

– No les cansaré a ustedes con los detalles de mi larga búsqueda del Documento R -dijo Collins-. Baste decir que he conseguido localizarlo esta madrugada y que ha resultado ser no un documento sino un plan verbal que fue grabado accidentalmente en un magnetófono por el nieto del coronel Baxter, un muchacho de doce años. Había tres personas presentes cuando se grabó la cinta en enero pasado. Una de ellas era el director del BBI, Vernon T. Tynan. La segunda, su director adjunto, Harry Adcock. Y la tercera, el secretario de justicia, Noah Baxter. Sólo se escucharán las voces de Tynan y de Baxter en esta cinta que el muchacho grabó como una travesura, sin percatarse de la importancia que revestía. Para tener la absoluta certeza de que en esta cinta se había grabado la voz del director Tynan, mandamos sacar unas impresiones de la voz de éste que figura en esta cinta y de la de una reciente entrevista que concedió a la televisión. Verán ustedes que se trata inequívocamente de la misma voz.

Collins se inclinó hacia adelante, extrajo de la maleta las hojas de las impresiones vocales junto con el certificado de autenticidad del doctor Lenart y se lo entregó todo al señor Duffield. El vicegobernador examinó gravemente el material y después se lo pasó al senador Glass.

– ¿Están ustedes convencidos ahora de que van a escuchar la voz del director Tynan? -preguntó Collins.

Ambos líderes del Senado asintieron con la cabeza.

Collins se inclinó de nuevo hacia adelante y extrajo de la maleta el magnetófono portátil. Ajustó el volumen en la posición de «fuerte» y depositó ceremoniosamente el aparato en el centro de la mesa.

– Pues ya podemos empezar -dijo-. Primero oirán la voz de Tynan y después la de Baxter. Escuchen con atención. Éste es el secreto conocido con el nombre de Documento R. Escuchen, por favor.

Collins extendió la mano, apretó el botón de puesta en marcha y, apoyando los codos sobre la mesa, fijó la mirada en el presidente y en el presidente en funciones del Senado del estado de California.

La cinta estaba girando en el aparato. Se escuchó un sonido a través del altavoz.

Voz de Tynan: «Estamos solos, ¿verdad, Noah?».

Voz de Baxter: «Deseaba usted verme a solas, Vernon. Creo que mi salón es el lugar más seguro de toda la ciudad».

Voz de Tynan: «Faltaría que no lo fuera. Nos hemos gastado miles de dólares desconectando los aparatos de escucha de su casa. No me cabe la menor duda de que resultará seguro para lo que tenemos que discutir».

Voz de Baxter: «¿Qué es lo que tenemos que discutir, Vernon? ¿Qué se propone usted?».

Voz de Tynan: «Pues bien, se trata de lo siguiente. Me parece que ya he conseguido estructurar el último elemento del Documento R. Harry y yo pensamos que es completamente seguro. Pero una cosa, Noah. No me venga con escrúpulos de última hora. Recuerde que acordamos sacrificarlo todo… y, podría añadir, hasta cualquier persona, para salvar a nuestra nación. Usted ha estado siempre de nuestro lado, Noah. Está de acuerdo en que la enmienda es la mejor idea, la única esperanza que nos queda independientemente de los obstáculos que tengamos que superar para conseguir su aprobación. Pero hay otro paso. Recuerde que hasta ahora se ha mostrado usted de acuerdo con nosotros. Ya está demasiado comprometido para echarse atrás. No podría hacerlo aunque quisiera».

Voz de Baxter: «Retirarme, de ¿qué? ¿De qué está usted hablando, Vernon?».

Voz de Tynan: «Se trata simplemente de hacer por el pueblo algo que éste no puede hacer por sí mismo. Devolver la seguridad a las vidas de la gente. En cuanto la Enmienda XXXV pase a formar parte de la Constitución, pondremos en práctica el Documento R: la reconstrucción del país. Llevaremos a la práctica todas las prerrogativas legales que nos concede la Enmienda XXXV…».

Voz de Baxter: «Eso no puede usted hacerlo, Vernon… no puede usted invocar la Enmieda XXXV. Tiene que haber una verdadera situación de emergencia de alcance nacional. Bajo la Constitución y con la Enmienda XXXV, tendría que producirse una verdadera crisis, una situación de emergencia, una conspiración, para que pudiéramos actuar. Si no la hay, no puede usted…».

Voz de Tynan: «Claro que podremos, Noah. Porque habrá una situación de emergencia, una crisis. Ya está todo arreglado, Noah. Yo mismo me he encargado de ello. A menudo es necesario el sacrificio de una persona para salvar a las demás. Uno de nosotros… usted o yo, probablemente usted, anunciará la situación de emergencia en un discurso que retransmitirá la televisión. Se dirigirá usted a toda la nación. Ésta es la esencia del Documento R. Ya tengo preparado el esquema del discurso. Se dirigirá a la nación, empezando por algo así como: ‘Compatriotas norteamericanos, vengo a hablarles en esta hora de duelo. Todos estamos igualmente apenados, todos nosotros estamos sufriendo el más hondo dolor como consecuencia del espantoso asesinato de que ayer fue víctima nuestro amado presidente Wadsworth. Su terrible muerte a manos de un asesino, unas manos dirigidas por una conspiración cuyo propósito era el de trastornar el país, nos ha costado la vida de nuestro máximo dirigente. Pero tal vez su muerte nos sirva a todos en vida, y sirva precisamente para conservar la vida de la nación. Todos unidos debemos procurar que semejante violencia jamás vuelva a producirse dentro de nuestras fronteras. A tal fin, y siguiendo las órdenes de nuestro nuevo presidente, voy a adoptar las necesarias medidas para acabar con el imperio de la ilegalidad y el terror que actualmente nos agobia. Proclamo la suspensión de la Ley de Derechos, de acuerdo con las disposiciones de la Enmienda XXXV, y anuncio que a partir de ahora el Comité de Seguridad Nacional… "».

Voz de Baxter: «¡Santo cielo, Vernon! ¿He oído bien? ¿El presidente Wadsworth asesinado… por orden suya?».

Voz de Tynan: «No se ponga sentimental, Noah. No hay tiempo para eso. Sacrificaremos a un político de vía estrecha para salvar a toda una nación. ¿Lo entiende usted, Noah? Salvaremos…».

Voz de Baxter: «Dios mío, Dios mío, Dios mío… Oooh…».

Voz de Tynan: «Noah, vamos a… Noah… ¡Noah! ¿Qué es eso? ¿Qué le ocurre? ¿Qué ocurre, Harry? ¿Ha sufrido un ataque o qué? Sosténgale. Voy a llamar a Hannah…».

Final de la cinta.

Collins estudió los rostros de Duffield, Glass y Keefe. Todos ellos estaban como paralizados por el asombro.

– Bien, señores -dijo Collins-, ¿podrá la justicia triunfar en los tribunales?

Duffield se levantó con dificultad de su asiento.

– La justicia podrá triunfar -contestó con voz pausada-. Voy a convocar a los senadores.