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Cuando aterrizó Dulcía, y Maximus detrás de ella, toda la formación estuvo reunida al fin. Laurence hizo regresar a Temerario al patio, pero Celeritas seguía sin aparecer. Lily bostezaba de forma ostensible. Praecursoris hablaba en voz baja con Nitidus, el Azul de Pascal, que también hablaba francés, ya que habían comprado el huevo a un criadero francés muchos años antes del comienzo de la guerra, cuando las relaciones eran lo bastantes amistosas para permitir ese tipo de intercambios. Temerario seguía teniendo enfilado a Praecursoris, pero por una vez, a Laurence no le preocupaba si eso servía para distraerle.

Atisbo un reluciente aleteo y, al alzar la mirada, vio a Celeritas descender para aterrizar, mientras en lontananza las menguantes figuras de varios Winchester y Abadejos Grises se alejaban rápidamente en diferentes direcciones. A menor altura, dos Tanatores se dirigían hacia el sur en compañía de Victoriatus, aunque la convalecencia del herido Parnasiano no había terminado del todo. Antes de que Celeritas tocase el suelo, los dragones se sentaron alerta sobre las patas traseras, las voces de los capitanes se apagaron y las tripulaciones se sumieron en un silencio expectante.

—Han alcanzado a Villeneuve y su flota —anunció Celeritas alzando la voz para hacerse oír por encima de la algarabía—. La han acorralado en el puerto de Cádiz junto a la Armada española.

Conforme hablaba, los criados aparecían corriendo por el pasillo, acarreando bolsas llenas y cajas. Se apresuraban a realizar la tarea incluso las doncellas y los cocineros. Temerario se incorporó sobre las cuatro patas sin que nadie se lo hubiera ordenado, tal y como hicieron los demás dragones. Las dotaciones de tierra ya estaban desenrollando las telas de los entoldados del vientre y subían a los animales para armarlos.

—Han enviado a Mortiferus a Cádiz. La formación de Lily debe ir al canal de la Mancha de inmediato para reemplazarlo. Capitana Harcourt —dijo Celeritas volviéndose a ella—, Excidium continúa allí y goza de ochenta años de experiencia. Usted y Lily deberán entrenar con él cada segundo libre que tengan. Por el momentó, le entrego el mando de la formación al capitán Sutton. Esta decisión no obedece a una valoración de su trabajo, sino a la brevedad de su entrenamiento. Debemos contar con la mayor experiencia posible en ese puesto.

Lo más habitual era que el capitán del dragón jefe de una formación fuera también el comandante, en buena parte porque ese dragón tenía que empezar todas las maniobras, pero Harcourt asintió sin dar muestras de sentirse ofendida:

—Sí, sin duda —contestó con voz aguda.

Laurence le dedicó una rápida mirada de compasión. Lily había roto el huevo inesperadamente pronto y Harcourt había alcanzado el rango de capitán sin apenas haber concluido su propio adiestramiento. Ésta podría ser su primera misión de guerra, y era posible que lo fuera.

Celeritas le hizo una señal de aprobación con la cabeza.

—Capitán Sutton, usted, por supuesto, consultará con la capitana Harcourt hasta donde sea posible.

—Por supuesto —contestó Sutton, que saludó a la capitana con una inclinación desde su posición en el lomo de Messoria.

Los equipajes ya estaban bien sujetos. Celeritas se tomó unos momentos para inspeccionar cada uno de los arneses.

—¡Comprobad las cargas! Maximus, empieza tú.

Uno por uno, los dragones se alzaron sobre los cuartos traseros. El viento azotó el patio mientras batían las alas y se agitaban para comprobar si había cinchas sueltas. Se dejaron caer uno tras otro e informaron:

—Todo está bien sujeto.

—Dotaciones de tierra, ¡suban a bordo! —ordenó Celeritas.

Laurence estuvo observando mientras Hollín y sus hombres se apresuraban a alcanzar el aparejo del vientre y se amarraban con correas, listos para un vuelo de larga duración. Desde abajo le hicieron la señal de que estaban preparados y él asintió a su oficial de banderas, Turner, quien alzó la banderola verde. Las dotaciones de Maximus y Praecursoris hicieron lo mismo apenas un segundo después. Los dragones mas pequeños ya los aguardaban.

Celeritas se sentó sobre los cuartos traseros, mirándolos a todos y luego se limitó a desear: —Buen vuelo.

No hubo nada más, ninguna otra ceremonia ni preparativo alguno. El alférez de banderas del capitán Sutton alzó la bandera de «formación, gane altura» y Temerario saltó hacia el cielo con los demás para ocupar su posición al lado de Maximus. Soplaba viento del noroeste, casi directamente desde sus espaldas, y subieron cruzando la capa de nubes. Lejos, al este, Laurence atisbo la luz del sol cabrilleando sobre las aguas del océano.

Tercera Parte

Capitulo 9

La bala de fusil pasó tan cerca de la cabeza de Laurence que le despeinó; a su espalda sonó el estruendo de la descarga de réplica y Temerario hirió al dragón francés al pasar, acuchillando la piel de intenso color azul con cortes profundos, a la vez que regateaba con gracia para evitar las garras del adversario.

—A juzgar por el colorido, parece un Fleur-de-Nuit, señor —gritó Granby con el viento alborotándole el cabello, mientras el dragón azul se zafaba con un bramido y giraba para situarse en posición antes de intentar otro ataque contra la formación.

La dotación del dragón francés se deslizó desde el lomo hacia abajo para restañar la sangre, aunque las heridas no le habían dejado incapaz de volar.

Laurence asintió.

—Bien. ¡Señor Martin! —llamó ahora en voz más alta—, prepare la bengala, les vamos a dar algo que ver en la próxima pasada.

La raza francesa era de complexión pesada y fuerte, además de peligrosa, pero se trataba de animales nocturnos por naturaleza y sus ojos eran muy sensibles a los ramalazos repentinos de luz brillante.

—Señor Turner, dé la señal de bengala, por favor.

Llegó la rápida confirmación del alférez de señales de Messoria. El mismo Tanator Amarillo estaba enfrascado en el intento de rechazar el enérgico ataque de un peso medio francés contra el frente de la formación. Laurence se inclinó y palmeó el cuello de Temerario para llamar su atención.

—Vamos a darle al Fleur-de-Nuit una buena dosis de luz de bengala —gritó—. Manten la posición y espera la señal.

—Sí, estoy preparado —contestó Temerario, con una profunda nota de excitación vibrando en su voz; de hecho, casi temblaba.

—Procura ser cuidadoso —no pudo evitar añadir Laurence, ya que, a tenor de las numerosas cicatrices, el dragón francés era uno de los más veteranos y no quería que Temerario resultara herido por un exceso de confianza.

El Fleur-de-Nuit enfiló hacia su posición e intentó situarse entre Temerario y Nitidus con un claro objetivo: dividir la formación y herir a un dragón u otro en el proceso. Eso dejaría expuesta a Lily a un ataque desde la retaguardia en una pasada posterior. Sutton estaba ya señalando una nueva maniobra, que los obligaría a virar y le abriría a Lily un nuevo ángulo de ataque contra el Fleur-de-Nuit, sin duda el mayor de los asaltantes franceses, pero antes de que se pudiera llevar a cabo, primero habría que rechazar esta acometida.

—¡Todos preparados, tened lista la bengala! —dijo Laurence, que se servía de la bocina para amplificar su voz y hacer llegar sus órdenes mientras la enorme criatura azul y negra se abalanzaba sobre ellos.

La velocidad del combate era mucho mayor de lo que nunca antes había experimentado. En la Armada, un intercambio de fuego podía durar un mínimo de cinco minutos. En el aire, una pasada había terminado en menos de uno, y la segunda se producía casi de inmediato. En este momento, el dragón francés se le echaba encima en un ángulo que le acercaba más a Nitidus; al parecer, no deseaba tener nuevos encuentros con las garras de Temerario. El pequeño Azul de Pascal no podría mantener su posición contra aquella gran masa.