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Will acercó la boca a la suya y la silenció con un beso. Le acarició la cara, le apartó la melena y trazó un camino de besos desde su mejilla hasta su oído. Claire contuvo la respiración y forzó una sonrisa.

– Creo que deberías marcharte.

– ¿Cuánto tiempo va a durar esto? A mí me parece que no tiene sentido.

– Porque sólo piensas en el sexo. Tenemos que aprender a conocernos antes de volver a acostarnos.

– Esta noche te invito a cenar en la posada. Entonces hablaremos con más detalle sobre la segunda base. De hecho, podrás contarme todo lo que quieras sobre béisbol.

– En realidad, el béisbol es un deporte difícil de explicar. Sería más fácil si viéramos un partido.

Will le dio un beso en la nariz y se dirigió a la puerta.

– Hasta esta noche. A las siete. Y no llegues tarde -le dijo desde allí.

En cuanto cerró la puerta. Claire corrió a echar el cerrojo. Había llegado el momento. De hecho, el momento había llegado desde el instante en el que Will había regresado a Trall, pero ella se había convencido a sí misma de que la abstinencia era la única manera de estar segura.

Estaba enamorada de Will Donovan y eso no iba a cambiar. Pero entonces, ¿por qué se empeñaba en dormir sola todas las noches? A partir de esa misma noche, dormiría siempre en brazos de Will.

Capítulo 9

– ¿Salchichas con patatas y cebolla? ¿No crees que podrías haber elegido algo mejor para una cena romántica? -Katie arrugó la nariz al levantar la tapa y ver aquel guiso tradicional irlandés en su interior-. Podrías haber hecho solomillo, o cordero asado.

Will sacudió la cabeza.

– Las salchichas, las patatas y las cebollas pueden ser perfectamente románticas. Sobre todo cuando van acompañadas por cerveza.

– ¿Estás intentando echarla de la isla? -preguntó Katie-. Porque Claire nos encanta y como empieces a hacer tonterías, Will Donovan, no te van a quedar muchos amigos en Trall.

– Sé perfectamente lo que hago. Y también que deberíais dejar de preocuparos por mi vida sentimental.

– El problema es que Claire y tú parecíais estar muy unidos, pero desde que volviste a la isla, las cosas han cambiado. Tú no… bueno, ella no… El caso es que sólo tengo que hacer una parte de tu cama, no sé si me entiendes.

– Nos estamos dando tiempo. Y puedes decirle a todo el mundo que hago todo lo que puedo para convencer a Claire de que se quede en la isla.

– Estupendo. Pero aun así, yo no habría preparado ese guiso -se puso la chaqueta que había dejado en el respaldo de una de las sillas de la cocina-. Tienes una tarta de manzana en el congelador. Caliéntala antes de servir la cena. Por lo menos podrás ofrecerle un postre decente. Y enciende unas velas. Un poco de romanticismo no te hará ningún daño.

– Gracias -contestó Will, acompañándola a la puerta.

En cuanto la cerró tras ella, miró el reloj. Claire llegaría en solo diez minutos, tiempo suficiente para ponerse sus vaqueros más viejos y una camiseta.

Las dos semanas anteriores habían sido una auténtica tortura. Lo único que le había impedido conservar la cordura durante aquel período de celibato había sido el saber que, cuando al final hicieran el amor, el encuentro sería increíblemente intenso. Y estaba dispuesto a asumir aquel compromiso si el resultado era tener a Claire en su vida, y en su cama, para siempre.

Pero dos semanas ya eran tiempo más que suficiente. Aquella noche, volverían a dormir juntos. Y sería Claire la que lo propondría, no él. El plan era un poco taimado, pero estaba cansado de perder el tiempo. La mejor manera de hacer que Claire le deseara era fingir que su propio interés en el sexo estaba comenzando a disminuir.

Así que fue al dormitorio, se cambió de ropa y cuando terminó, se revolvió el pelo. Llevaba tres días sin afeitarse, de modo que no tendría que esforzarse mucho en mostrar un aspecto descuidado. Cuando se consideró suficientemente desaliñado, volvió a la cocina y abrió una botella de cerveza negra.

– ¿Hola?

– Estoy aquí -contestó Will al oír su voz-, en la cocina.

Segundos después, entraba Claire en la cocina con el pelo revuelto por el viento de la isla y las mejillas ligeramente sonrosadas. Will salió a su encuentro, la ayudó a quitarse la chaqueta y le dio un beso en la mejilla.

– ¿Qué tal ha ido el día? -le preguntó.

Claire se volvió lentamente hacia él. Y necesitó de toda su fuerza de voluntad para no atrapar sus labios y darle la clase de beso en la que había estado pensando durante todo el día.

– Muy bien -respondió Claire-. He empaquetado algunas cosas para enviárselas a Sorcha. Y he estado haciendo algunos colgantes para la tienda.

– Estás preciosa -dijo Will, fijándose en la blusa de algodón y la gargantilla.

La tela era casi transparente y reconoció el sujetador de encaje que llevaba debajo. Se lo había quitado en más de una ocasión, pero había pasado una eternidad desde la última vez que habla tenido acceso a su ropa interior.

Una ligera sonrisa curvó los labios de Claire ante su cumplido. Se alisó la blusa.

– Gracias. No es mía, la he encontrado en el armario de Sorcha.

– Si piensas quedarte en la isla, deberías pedir que le enviaran tus cosas -sugirió Will.

– Probablemente -Claire se acercó a la cocina y comenzó a mirar en las cazuelas-. ¿Qué vamos a cenar?

– Nada especial. ¿Quieres una cerveza?

– ¿No tienes vino? El otro día vi una botella de champán en la nevera, ¿la abrimos?

– Estaba reservándola para una ocasión especial -se sentía miserable, pero había cosas que un hombre no podía dejar de hacer. Abrió una botella de vino blanco y le sirvió un vaso-. Eh, he pensado que podríamos jugar a algo para pasar el rato.

– ¿Sí? -Claire tragó saliva-. Me acuerdo que eras muy bueno jugando a «yo nunca…».

– Tengo un Scrabble. He pensado que podríamos echar una partida antes de la cena.

– ¿Quieres jugar al Scrabble?

Will advirtió la decepción en su mirada.

– Has dicho que te apetecería jugar. O si prefieres, tengo un backgammon.

– No -respondió Claire, forzando una sonrisa-. El Scrabble será divertido.

Will se frotó las manos.

– Genial. Voy a buscarlo.

Fueron juntos hasta el salón. Will había dejado el tablero sobre una mesita de caoba, cerca de la chimenea. Acompañó a Claire hasta una butaca y se sentó frente a ella.

– ¿Sabes? Es una maravilla que podamos pasar una velada tranquila en casa, sin pensar en… ya sabes.

– ¿En qué?

– En el sexo -intentó mantenerse serio-. De hecho, durante la última semana apenas he pensado en el sexo. Tu plan me ha enseñado a reordenar mis prioridades en nuestra relación.

– ¿Ah, sí?

Will sabía que la estaba desconcertando, pero ya era hora de que se diera cuenta de que no podían planificar todos y cada uno de sus movimientos.

– Me encanta el Scrabble -dijo Will-. Deberíamos jugar por lo menos una vez a la semana. ¿Qué te parece los sábados por la noche? Sería un buen plan.

– Bueno, no para todos los sábados. Es posible que a veces queramos hacer otra cosa.

– Quizá, pero si no tenemos nada mejor que hacer, el Scrabble siempre puede ser divertido -sacó el saco con las fichas-. Vamos, el que tenga una letra más próxima a la «a» empieza.

Claire tuvo el honor de iniciar la partida.

– «Pena» -escribió Claire, colocando las fichas en el tablero-. Diez puntos.

– Y yo utilizo la «p» para escribir «pene» -dijo Will-. Ocho puntos, más el doble por la pe, dieciséis.

– No, no puedes multiplicarlo por dos porque ya lo he hecho yo.

– Son las normas irlandesas -se defendió Will.

Claire frunció el ceño.

– De acuerdo. «Sepia». Siete puntos.

Will se quedó mirando fijamente sus fichas y eligió tres.

– «Sexo» -dijo, y colocó las fichas utilizando la «e» de pene-. La «s» y la «x» tienen doble valor, así que diecinueve puntos.