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—Lo sé.

7

—Hola —dijo la delgada mujer negra—. Bienvenida a la Asociación de Servicio Familiar. Soy Danita Crewson. ¿Le gusta más Catherine o Cathy?

Llevaba el pelo corto y vestía una chaqueta beige y una falda a juego, y llevaba algunas joyas sencillas de oro; la imagen perfecta de la mujer profesional moderna.

Aun así, Cathy se sintió un poco sorprendida. Danita Crewson aparentaba veinticuatro años.

Cathy había esperado que una consejera fuese mayor e infinitamente sabia, no alguien diecisiete años más joven que ella.

—Cathy está bien. Gracias por hacerme un hueco con tan poco tiempo.

—Sin problema, Cathy. ¿Llenó el formulario de asistencia?

Cathy le devolvió el bloc.

—Sí. El dinero no es problema; puedo pagar la tarifa completa.

Danita sonrió como si aquello fuese algo que oía demasiado infrecuentemente.

—Maravilloso. —Cuando sonreía, no le aparecían arrugas en los bordes de los ojos. Cathy sintió envidia—. Ahora, ¿cuál parece ser el problema?

Cathy intentó componerse. Se había torturado durante meses por lo que había hecho. Dios, pensó. ¿Cómo pude ser tan estúpida? Pero, de alguna forma, no fue hasta que vio a Peter llorar cuando comprendió que debía hacer algo para obtener ayuda. No podía soportar hacerle daño de aquella forma. Cathy dejó las manos sobre el regazo y habló muy lentamente.

—Yo, ah, engañé a mi marido.

—Ya veo —dijo Danita, con tono de distanciamiento profesional, libre de todo juicio—. ¿Lo sabe él?

—Sí. Yo se lo dije. —Cathy suspiró—. Fue lo más difícil que he hecho nunca.

—¿Cómo se lo tomó él?

—Quedó desolado. Nunca lo he visto tan alterado.

—¿Se enfadó?

—Estaba furioso. Pero también estaba triste.

—¿Le pegó?

—¿Qué? No. No, no es un marido abusivo… en absoluto.

—¿Ni física ni verbalmente?

—Eso es. Siempre ha sido muy bueno conmigo.

—Pero le engañó.

—Sí.

—¿Por qué?

—No lo sé.

—Ahora que se lo ha contado a su marido —dijo Danita—, ¿cómo se siente?

Cathy se lo pensó durante un momento, luego se encogió ligeramente de hombros.

—Mejor. Peor. No lo sé.

—¿Esperaba que su marido la perdonase?

—No —dijo Cathy—. No, la confianza es muy importante para Peter… y para mí. Yo… yo esperaba que nuestro matrimonio se acabase.

—¿Y se ha acabado?

Cathy miró por la ventana.

—No lo sé.

—¿Quiere que se acabe?

—No… para nada. Pero… pero yo quiero que Peter sea feliz. Merece algo mejor.

Danita asintió.

—¿Le ha dicho él eso?

—No, por supuesto que no. Pero es cierto.

—¿Cierto que merece algo mejor?

Cathy asintió.

—Usted parece una buena persona. ¿Por qué dice eso?

Cathy no dijo nada.

Danita se echó hacia atrás en la silla.

—¿Su matrimonio siempre ha sido bueno?

—Oh, sí.

—¿Nunca se han separado o algo así?

—No… bien, rompimos una vez cuando éramos novios.

—¿Oh? ¿Por qué?

Un ligero encogimiento.

—No estoy segura. Éramos novios desde hacía un año en la universidad. Entonces, un día, rompí con él.

—¿Y no sabe por qué?

Cathy miró de nuevo por la ventana, como si recibiese energía del sol. Cerró los ojos.

—Supongo que… no sé, supongo que no podía creer que alguien me amase de forma tan incondicional.

—¿Y lo apartó de su lado?

Cathy asintió lentamente.

—Supongo que sí.

—¿Lo está apartando de nuevo? ¿Es ésa la razón de su infidelidad, Cathy?

—Quizá —dijo ella lentamente—. Quizá.

Danita se inclinó ligeramente hacia delante.

—¿Por qué piensa que nadie podría amarla? —dijo.

—No lo sé. Es decir, sé que Peter me ama. Hemos estado juntos durante mucho tiempo, y ésa ha sido la única constante absoluta de mi vida. Lo sé. Pero, aun así, después de todos estos años, tengo problemas para creerlo.

—¿Por qué?

Una elevación infinitesimal de los hombros.

—Por ser quien soy.

—¿Y quién es usted?

—No soy… no soy nada. Nada especial.

Danita juntó los dedos.

—Parece que no siente demasiada confianza.

Cathy lo consideró.

—Supongo que no.

—¿Pero ha dicho que fue a la universidad?

—Oh, sí. Llegué a recibir honores.

—Y su trabajo… ¿le va bien en él?

—Supongo. Me han ascendido varias veces. Pero no es un trabajo difícil.

—Aun así, parece que le ha ido bien.

—Supongo —dijo Cathy—. Pero nada de eso importa.

Danita levantó las cejas.

—¿Cuál es su definición de algo que importa?

—No lo sé. Algo que la gente nota.

—¿Algo que qué gente nota?

—Simplemente la gente.

—Nota su marido… Peter, ¿no? ¿Nota Peter cuando usted consigue algo?

—Oh, sí. Hago cerámica como hobby… debía haberle visto entusiasmado cuando hice una pequeña exposición en una galería el año pasado. Siempre ha sido así, animándome… desde el principio. Me dio una fiesta sorpresa cuando me gradué con honores.

—¿Y se sintió orgullosa de sí misma por eso?

—Me alegré de acabar por fin la universidad.

—¿Estaba orgullosa su familia de usted?

—Supongo.

—¿Su madre?

—Sí. Sí, supongo que sí. Vino a mi graduación.

—¿Qué hay de su padre?

—No, él no fue.

—¿Estaba él orgulloso de usted?

Una risa sarcástica y corta.

—Dígame, Cathy: ¿estaba su padre orgulloso de usted?

—Claro. —Hubo algo de tensión en la voz.

—¿Claro?

—No lo sé.

—¿Por qué no lo sabe?

—Nunca lo dice.

—¿Nunca?

—Mi padre no es… un hombre que demuestre sus emociones.

—¿Y eso la molestaba, Cathy?

Cathy levantó las cejas.

—¿Sinceramente?

—Por supuesto.

—Sí, me molestaba mucho. —Intentaba conservar la calma, pero las emociones invadían su voz—. Me molestaba un montón. No importaba lo que hiciese, él nunca me felicitaba. Si traía a casa notas con cinco sobresalientes y un notable, sólo hablaba del notable. Nunca fue a verme actuar en la banda escolar. Incluso hoy en día, piensa que mis cerámicas son estúpidas. Y él nunca…

—¿Nunca qué?

—Nada.

—Por favor, Cathy, dígame lo que piensa.

—Nunca me dijo que me quería. Incluso firmaba las tarjetas de cumpleaños, tarjetas que mi madre escogía para él, como «Papá». No «Te quiere, Papá»… simplemente «Papá».

—Lo siento —dijo Danita.

—Intenté hacerle feliz. Intenté que se sintiese orgulloso de mí. Pero no importaba lo que hiciese, era como si yo no estuviese allí.

—¿Lo ha discutido alguna vez con su padre?

Cathy hizo un ruido con la garganta.

—Nunca he discutido nada con mi padre.

—Estoy segura de que no pretendía hacerle daño.

—Pero me hizo daño. Y ahora yo le he hecho daño a Peter.

Danita asintió.

—Dijo que no creía que nadie pudiese amarla tan incondicionalmente.

Cathy asintió.

—¿Es porque siente que su padre nunca la amó?

—Supongo.

—¿Pero cree que Peter la ama mucho?

—Si lo conociese no tendría que preguntarlo. La gente siempre dice lo mucho que él me ama, lo evidente que resulta.