– Pues a mí no me puede contar nada nuevo sobre ese tema -exclamó Saxon con petulancia-. Los conozco a todos y usted no es uno de ellos.
Jack estaba más tranquilo.
– Conoce a los que no tienen éxito -continuó con voz calma-. Nuestra presa era un joven norteamericano, Paul Westerfield. Su padre es multimillonario y al muchacho no le faltaban los dólares. Usé una chica para sacarle la billetera…
– ¿Poppy? -preguntó Walter.
Jack abrió los ojos.
– Así es.
– ¿Cómo lo sabía? -preguntó Saxon.
– Siga -le ordenó Walter a Jack.
– Yo me atribuí el mérito de haberla encontrado y el joven Westerfield quedó muy agradecido, como era previsible. Me invitó a una copa y, mientras estábamos juntos, Kate se acercó. Usó como excusa lo del comité de espectáculos. Fue fácil organizar una partida de whist. El muchacho consiguió de pareja a su amiguita Barbara y ya estábamos en camino. Kate y yo hicimos lo de costumbre. Ganamos algunas manos y perdimos otras y discutimos un poco para disimular aún más. Después me fui a la cama. Kate tenía que sugerir jugar una nueva partida de bridge para la noche siguiente.
– Y otra para la siguiente -acotó el señor Saxon- y para la noche después. Ya sé como trabajan los sinvergüenzas como usted. Los dejan creer que están ganando una fortuna y los masacran al final en una sola partida.
Jack hizo un aparte con Walter.
– Ahora parece que me cree. De todas maneras lo que hubiera pasado después de esa noche es pura suposición, porque alguien asesinó a mi mujer, inspector. Ayer le dije que quería que encontrara al asesino y lo fui a ver sin que me lo pidiera, ¿recuerda? Le di toda la información necesaria e importante.
– No me dijo que era su mujer -corrigió Walter-. ¿Eso no es importante acaso?
– ¿Por qué demonios tenía que decírselo? Nadie lo sabía. El que la mató no lo hizo porque ella fuera mi mujer.
– ¿Cómo puede estar seguro? -preguntó Saxon-, Usted tiene que haber estafado a cientos de ingenuos. Basta con que en este barco hubiera uno que los reconociera…
– ¿No se le ha ocurrido considerar que yo revisara cuidadosamente la lista de pasajeros para ver quién estaba a bordo? Soy un profesional. Las «palomas» con las que juego a las cartas son elegidas meticulosamente. Las estudio, y no las olvido.
– Todo esto es muy probable -aceptó el señor Saxon-. Pero dígame, ¿cuándo vio por última vez a su mujer?
– El sábado por la noche cuando terminamos de jugar a las cartas. Ya se lo dije.
El señor Saxon sonrió como alguien que ha tendido una trampa y ve a su presa entrar en ella.
– En este caso, ¿querría explicarle al inspector cómo pudo ver las marcas en su cuello?
Jack miró a Walter.
– Creo que él lo sabe.
La cara de Walter no dejó traslucir nada.
– Será mejor que nos lo diga.
Jack se encogió de hombros.
– Si usted quiere. El domingo oí decir que habían sacado una mujer del mar. No lo asocié con Kate. No tenía por qué pensar que le había pasado algo. Fue al siguiente día sin que la hubiera visto en el barco, cuando comencé a alarmarme. Fui a su camarote y no obtuve respuesta. No podía correr el riesgo de hacer demasiado pública mi preocupación, porque ella podría estar sólo indispuesta y al actuar yo así estropearía nuestro elaborado plan. Decidí que la única manera de hacerlo era viendo yo mismo el cadáver.
– ¡Qué cuento! -exclamó Saxon.
– Puede ser cierto -interrumpió Walter-. Se dirigió a Jack-. ¿Cómo lo hizo?
– Fui a la enfermería y vi a ese muchacho en el escritorio. Estaba muy ocupado tomando los nombres de los idiotas que se habían lastimado los dedos tratando de abrir los ojos de buey. Le dije que me habían mandado a buscar la llave de la morgue porque había una posibilidad de que pudiera identificar el cuerpo. Me la dio sin echarme una mirada siquiera. Y así bajé con la llave -Jack se detuvo y bajó la cabeza-. Espero no tener que pasar por una experiencia así nunca más. Su aspecto… era espantoso. Creí que las piernas no iban a sostenerme. Me arrastré por todas las escaleras hasta mi camarote y me dejé caer en la cama temblando de rabia y desesperación.
– ¿Y la llave? -preguntó Walter.
– Debo de haberla dejado en la cerradura.
Walter miró al oficial y asintió.
– El doctor lo ha confirmado.
El señor Saxon todavía no estaba satisfecho.
– Toda esta conversación sobre su desesperación me impresionaría más si no lo hubiese pescado en el acto de asaltar a una chica inocente. ¿Un hombre cuya mujer ha sido asesinada se comporta así? La desesperación no le duró mucho, ¿no?
Jack se levantó de la silla con el puño en alto, pero el señor Saxon era mucho más rápido. Lo agarró por la muñeca y lo empujó con fuerza contra la pared de la celda. El cuerpo de Gordon golpeó el costado; de no ser así su cráneo se hubiera partido. Su hombro recibió toda la violencia del impacto. Su cuerpo se deslizó hasta quedar arrodillado en el suelo. El señor Saxon se acercó para golpearlo nuevamente, pero Walter le puso la mano en el pecho y lo empujó.
– ¡Basta!
– Ya lo ha visto -chilló Saxon-, me atacó.
– Ayúdelo a levantarse -ordenó Walter con autoridad inusual.
El señor Saxon puso las manos bajo los brazos de Jack y lo sentó con fuerza en la silla, con esta prevención:
– En el futuro será mejor que se limite al whist.
Jack usó su mano izquierda para levantarse los pantalones y recuperar algo de dignidad. Tenía la camisa rota en el hombro y la raspadura sangraba. Flexionó la mano derecha para ver si todavía se movía.
– Creo que será mejor que le consiga algo de beber -le sugirió Walter al señor Saxon.
El oficial se acercó a la puerta y gritó una orden a su ayudante.
– Si van a traer té, yo también quisiera una taza -comentó Walter. Se volvió hacia Jack-, ¿Quiere contarnos lo de la chica?
– Estaba por llegar a eso, inspector; yo estaba muy enamorado de mi mujer y no voy a permitir que nadie ofenda los sentimientos que teníamos el uno por el otro -le echó una mirada enojada a Saxon-. Kate era mucho más de lo que yo merecía. No siempre la traté como debía y flirteé un poco con mujeres más jóvenes que no eran de su clase. Me avergüenzo sólo de pensarlo. Cuando tuve la seguridad de que había muerto, estallé de rabia contra el cabrón que lo había hecho. No sé si fue deseo de venganza, creo más bien que sentí que tenía que descubrir a su asesino como homenaje a su memoria. Sí, ya sé que no es mi trabajo sino el suyo, pero esto era personal. ¿Puede imaginarse cómo se sentiría usted si la asesinada fuera su mujer?
Walter decidió que la pregunta era retórica.
– Nos iba a contar por qué atacó a la chica.
– Sí. Cuando me fui del salón de fumar la noche en que mataron a Kate, Westerfield estaba a punto de ir a buscar otra ronda de bebidas. Eso dejaba a Kate sola en la mesa de Barbara. ¿No pensó en eso, inspector? ¿Qué se dijeron esas dos mujeres? ¿Puede haber algo en lo que Kate dijo a Barbara que nos ayude a identificar al asesino?
– ¿Nos? -preguntó Walter.
– El cabrón quiere que crea que pasó todo este tiempo ayudándonos a investigar el crimen -dijo sarcásticamente Saxon.
– ¿Podría fijarse si el té está listo? -Walter se dirigió a Saxon como si éste fuera su enfermera recepcionista.
– Me dio la impresión de que su investigación se estaba estancando -continuó Jack-. Y decidí hacerle algunas preguntas por mi cuenta. Quería saber lo que me podía decir Barbara, así que anoche aproveché la primera oportunidad y la invité a bailar. Pareció complacida ante la invitación. Por supuesto que no podía hacerle ese tipo de preguntas enseguida.