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La joven me ayudó a incorporarme y me llevó a un baño en el que había una gran tina llena de agua. Yo estaba completamente desnudo. Con suavidad, me hizo meterme a la tina y me sostuvo la cabeza mientras flotaba a medias.

Después de un rato me ayudó a salir del agua. Me sentí débil y flojo. Me acosté en el diván de la sala y ella se acercó a mí. Escuchaba los latidos de su corazón y la presión de la sangre que corría por su cuerpo. Sus ojos eran como dos fuentes radiantes de algo que no era luz, ni calor, sino algo entre ambos. Pensé que veía la fuerza de la vida que se proyectaba fuera de su cuerpo a través de sus ojos. Toda ella era como un horno vivo; resplandecía.

Sentí un extraño temblor que agitó todo mi ser; como si mis nervios hubieran quedado expuestos y alguien los pulsara. La sensación era agonizante. Luego, o me desmayé o me quedé dormido.

Cuando desperté, alguien me ponía toallas remojadas en agua fría en la cara y en la nuca. Vi a la joven sentada a mi lado, a la cabecera de la cama en la que yo estaba acostado. Había una cubeta de agua sobre la mesa de noche y era ella quien me ponía las toallas. Don Juan estaba parado a los pies de la cama, con mi ropa doblada sobre el brazo.

En ese momento desperté por completo. Me senté. Estaba cubierto con una cobija.

– ¿Cómo está el viajero? -preguntó don Juan sonriendo-. ¿Ya estás entero?

Eso era todo lo que podía recordar. Le narré este episodio a don Juan, y mientras le hablaba, recordé otro fragmento. Recordé que don Juan se burló de mi y me echó en cara el haberme encontrado desnudo en la cama de la joven esa. Sus comentarios me irritaron terriblemente. Me había puesto la ropa y lleno de furia, salí de la casa a grandes pasos.

Don Juan me había alcanzado en el jardín de enfrente. Con un tono muy serio había comentado que nuevamente yo estaba mostrando cuán fea y estúpida era mi persona, que me volví a unificar al sentirme avergonzado, lo que le demostraba que mi importancia personal no tenía límites. Pero con un tono conciliatorio agregó que eso no era muy significativo en aquel momento; lo que era significativo era el hecho de que yo moví mi punto de encaje a gran profundidad, y que en consecuencia viajé una distancia enorme.

Habló de maravillas y de misterios, pero yo no pude escucharlo, pues estaba atrapado entre el terror y la importancia personal. Mi furia era colosal. Estaba seguro de que don Juan me había hipnotizado en el parque y me había llevado a la casa de esa joven, y que ambos me hicieron cosas terribles.

Mi furia se vio interrumpida. Algo ahí en la calle era tan horripilante, tan impresionante para mí, que mi enojo se apagó al instante. Pero antes de que mis pensamientos quedaran completamente reordenados, don Juan me golpeó la espalda y no quedó riada de lo que acababa de ocurrir. Me hallé de vuelta en mi bienaventurada estupidez cotidiana, escuchando contentamente a don Juan, preocupándome de que si realmente me tenía afecto.

Mientras le contaba a don Juan el nuevo fragmento que acababa de recordar me di cuenta de que uno de sus métodos para controlar mi agitación emocional era hacerme cambiar a la conciencia normal.

– El olvido es lo único que da alivio a quienes penetran en lo desconocido -dijo-. ¡Qué alivio estar en el mundo ordinario!

"Ese día, lograste una hazaña maravillosa. Lo esencial para mí era no dejar que la enfocaras. Justo cuando comenzaste a sentir verdadero pánico, te hice cambiar a la conciencia normal; moví tu punto de encaje más allá de la posición en la que ya no hay dudas. Para los guerreros existen dos posiciones tales. En una ya no tienen dudas porque lo saben todo. En la otra, que es la conciencia normal, no tienen dudas porque no saben nada.

"Era prematuro para ti que entonces supieras lo que realmente había pasado. Pero creo que el momento preciso para saberlo es ahora mismo. Mirando esa calle, estabas a punto de saber dónde despertó tu cuerpo de ensueño. Ese día recorriste una enorme distancia.

Don Juan me estudió con una mezcla de regocijo y tristeza. Yo hacía todo lo posible por mantener bajo control la extraña agitación que sentía. Sentía que algo de terrible importancia para mí estaba perdido en mi memoria o como hubiera dicho don Juan, en algunas emanaciones sin usar que alguna vez fueron alineadas.

Mi lucha por mantener la calma resultó ser el acto equivocado. Las rodillas se me aflojaron y sentí espasmos nerviosos a lo largo de mi sección media. Murmuré, incapaz de formular mi pregunta. Tuve que tragar con fuerza y respirar profundamente antes de recuperar la calma.

– Cuando llegamos a sentarnos aquí para platicar, dije que ninguna suposición racional debe interferir con las acciones de un vidente -prosiguió con un tono duro-. Sabía que para recordar lo que has hecho, tendrías que arreglártelas sin la racionalidad, pero tendrías que hacerlo en el nivel de conocimiento en el que estás ahorita.

Explicó que yo tenía que comprender que la racionalidad es una condición del alineamiento, el resultado de la posición del punto de encaje. Recalcó que tenía que entender ésto estando en un estado de gran vulnerabilidad, como ocurría en aquel momento. Era inútil entenderlo cuando mi punto de encaje hubiera alcanzado la posición en la que no hay dudas, porque comprensiones de esa naturaleza son trivialidades en esa posición. Resultaba igualmente inútil entenderlo en un estado de conciencia normal; en un estado así, ese tipo de comprensiones eran explosiones emocionales que tienen validez sólo mientras dura la emoción.

– He dicho que ese día recorriste una gran distancia -agregó con calma-. Y lo dije porque lo sé. Yo estaba ahí, ¿recuerdas?

El nerviosismo y la ansiedad me hacían sudar profusamente.

– Viajaste porque despertaste en una posición de ensueño lejana -prosiguió-. Cuando Genaro te jaló ese día, desde esta misma banca y te hizo cruzar la plaza, arregló todo para que tu punto de encaje se moviera del sitio de la conciencia normal hasta la posición en la que aparece el cuerpo de ensueño. En un abrir y cerrar de ojos, tu cuerpo de ensueño voló una increíble distancia. Y sin embargo la gran distancia no es lo importante; la posición de ensueño lo es. Si tiene la suficiente fuerza para atraerte, puedes ir hasta los confines de este mundo o más allá, al igual que los antiguos videntes. Muchos de ellos desaparecieron de este mundo porque despertaron en una posición de ensueño más allá de los límites de lo conocido. Aquel día tu posición de ensueño estaba en este mundo, pero a bastante distancia de la ciudad de Oaxaca.

– ¿Cómo se lleva a cabo un viaje así? -pregunté.

– No hay manera de saber cómo ocurre -dijo-. Una fuerte emoción, o un intento inflexible, o un gran interés sirven como guía; después el punto de encaje queda poderosamente fijo en la posición de ensueño, durante suficiente tiempo para arrastrar hasta allí a todas las emanaciones interiores del capullo.

Don Juan dijo que, a lo largo de nuestros años de asociación me hizo ver incontables veces, ya fuera en estados de conciencia normal o en estados de conciencia acrecentada; y las incontables cosas que yo vi comenzaban ahora a cobrar más coherencia. Esta coherencia no era ni lógica ni racional pero sin embargo, de alguna manera extraña, aclaraba todo lo que yo había hecho, todo lo que me habían hecho, y todo lo que había visto en esos años a su lado. Dijo que ahora necesitaba una última clarificación: la coherente pero irracional realización de que todo lo que hemos aprendido a percibir en el mundo está inextricablemente ligado a la posición en que se localiza el punto de encaje. Si el punto de encaje se mueve de esa posición, el mundo deja de ser lo que es para nosotros.