Me equivoqué: Sebastián no tiene el teléfono de Sofía o dice no tenerlo, porque en realidad no le creo, seguramente lo tiene pero no quiere dármelo por celos de galán de telenovela que no puede admitir que yo desee a alguien que no sea él. Lo he llamado al departamento que tiene frente al malecón y me ha dicho con una voz cortante que no es mi agenda telefónica, que no tiene ganas de hablar conmigo y que lo deje tranquilo porque está ensayando para la obra que va a estrenar pronto en un teatro incómodo al que irá a verlo su madre y con suerte sus hermanos, pero no yo, que detesto las butacas crujientes de los teatros pulgosos de esta ciudad.