– Me temo que no podría desprenderme de él. Es una herencia familiar.
Sonó la campanilla. Un hombre joven estaba de pie al otro lado de la puerta de cristales de la oficina, mirando indeciso las torres de abrumados libros.
El señor Snelgrove asintió brevemente.
– Bueno, si cambia de idea, ya sabe dónde encontrarme. -Mirando por encima de sus gafas al nuevo cliente, resopló-. ¿Por qué siempre dejan la puerta abierta? -Se arrastró en dirección a la sala-. Tejedores de cuentos de hadas y relatos vale tres libras -indicó al pasar junto a la silla de Nell-. Puede permanecer aquí y hacer uso del lugar durante un rato, sólo asegúrese de dejar el dinero sobre el mostrador al marcharse.
Nell asintió, y, cuando la puerta se cerró a su espalda, comenzó a leer con el corazón latiéndole con fuerza.
Escritora de la primera década del siglo XX, Eliza Makepeace es recordada por sus cuentos de hadas, los cuales aparecieron con regularidad en varias publicaciones entre los años 1907 a 1913. Se le reconoce, generalmente, la autoría de treinta y cinco relatos, aunque la lista está incompleta y la verdadera dimensión de su trabajo tal vez no se conozca nunca. Una colección ilustrada de los cuentos de hadas de Eliza Makepeace fue publicada por la editorial londinense Hobbins y Co. en agosto de 1913. El volumen se vendió bien y recibió críticas favorables. El Times describió los relatos como «un extraño placer que despiertan en este crítico el encantamiento y a veces las aterradoras sensaciones de la infancia». Las ilustraciones de Nathaniel Walker fueron especialmente elogiadas y son consideradas por muchos entre sus mejores trabajos. Eran muy diferentes de los retratos al óleo por los cuales es recordado hoy.
La historia de Eliza comienza el primero de septiembre de 1888 en Londres. Los registros de nacimientos de ese año indican que era melliza, y los primeros doce años de su vida transcurrieron en una casa de alquiler en el 35 de la calle Battersea Church. El linaje de Eliza es bastante más complejo de lo que podrían sugerir sus humildes orígenes. Su madre, Georgiana, era la hija de una familia aristocrática, habitantes de las tierras de Blackhurst en Cornualles. Georgiana Mountrachet causó un escándalo social cuando, a los diecisiete años, escapó de las propiedades de su familia con un joven muy inferior a su propia clase social.
El padre de Eliza, Jonathan Makepeace, nació en Londres en 1866, hijo de un pobre barquero del Támesis y su esposa. Fue el quinto de nueve hijos y creció en los barrios pobres detrás de los muelles de Londres. Aunque su muerte en 1888 ocurrió antes del nacimiento de Eliza, los relatos que Eliza publicara parecen reinterpretar eventos que fueron probablemente protagonizados por el joven Jonathan Makepeace durante su infancia junto al río. Por ejemplo, en «La maldición del río», los muertos colgando de las horcas de las hadas están, casi con seguridad, basados en escenas que Jonathan Makepeace debió de ver de niño en el Muelle de las Ejecuciones. Debemos presumir que estas historias le fueron contadas a Eliza por su madre, Georgiana, tal vez adornadas, y guardadas en la memoria de Eliza hasta que ella misma, comenzó a escribir.
Cómo el hijo de un pobre barquero londinense pudo conocer y enamorarse de la bien nacida Georgiana Mountrachet continúa siendo un misterio. Paralelamente a la secreta naturaleza de su huida, Georgiana no dejó información sobre los eventos que precedieron a su partida. Los intentos de averiguar la verdad fueron obstaculizados por los diligentes esfuerzos de su familia por borrar la historia. Hubo escasa cobertura en los periódicos y hay que buscar más allá, en las cartas de contemporáneos y diarios personales, para encontrar mención de lo que seguramente fue un gran escándalo en su momento. El oficio que consta en el certificado de defunción de Jonathan es «marinero» aunque la naturaleza exacta de su trabajo no está clara. Es mera especulación lo que lleva a este autor a sugerir que tal vez la vida de Jonathan en alta mar lo condujera por un breve tiempo a las rocosas costas de Cornualles. Tal vez, en la pequeña bahía de las tierras de su familia, la hija de lord Mountrachet, famosa en todo el condado por la belleza de sus cabellos, tuvo oportunidad de conocer al joven Jonathan Makepeace.
Fueran las que fueran las circunstancias de su encuentro, no puede dudarse que estaban enamorados. Pero a la joven pareja no se le garantizaron años de felicidad. La muerte súbita y de algún modo inexplicable de Jonathan a menos de diez meses de su huida debió de significar un golpe devastador para Georgiana Mountrachet, quien quedó sola en Londres, soltera, embarazada y sin apoyo familiar o financiero. Sin embargo, Georgiana no era de las que se hunden: había abandonado los límites de su clase social y tras el nacimiento de sus bebés, también abandonó el apellido Mountrachet. Trabajó como copista para la firma HJ Blackwater y Asociados de Lincoln's Inn, Holborn.
Existe alguna evidencia de que la fina caligrafía de Georgiana fue una habilidad con la que halló amplia expresión en su juventud. Los diarios de la familia Mountrachet, donados en 1950 a la Biblioteca Británica, contienen un número de programas teatrales compuestos con cuidada caligrafía e ilustraciones de calidad. En la esquina de cada programa, la «artista» había escrito su nombre en letra diminuta. Las obras de teatro amateur eran, por supuesto, populares entre las familias importantes; sin embargo, los programas teatrales para las de Blackhurst en la década de 1880 tenían mayor regularidad y seriedad que lo que tal vez era habitual.
Poco se sabe de la infancia de Eliza en Londres, excepto la casa en la que nació y donde pasó sus primeros años. Uno puede inferir, sin embargo, que su vida fue gobernada por los dictados de la pobreza y el difícil arte de subsistir. Lo más probable es que la tuberculosis que acabaría con la vida de Georgiana la estuviera acechando a mediados de la década de 1890. Si su condición siguió los derroteros habituales, hacia los últimos años de la década la falta de aire y la debilidad habrían impedido todo trabajo regular. Ciertamente, las cuentas para HJ Blackwater corroboran este declive.
No existe evidencia de que Georgiana solicitara atención médica para su enfermedad, pero el miedo a la intervención médica era común en ese período. Durante la década de 1880, la tuberculosis era una enfermedad que debía denunciarse en Gran Bretaña y los médicos estaban obligados por ley a informar de los enfermos a las autoridades gubernamentales. Los miembros de la clase pobre urbana, temerosos de ser enviados a sanatorios (que con frecuencia parecían prisiones), se negaban a solicitar ayuda. La enfermedad de su madre debió de tener un gran efecto en Eliza, tanto desde el punto de vista práctico como desde el creativo. Las niñas en el Londres Victoriano eran empleadas en todo tipo de trabajos menores -criadas, vendedoras de frutas, floristas- y la descripción de Eliza de las planchas y de las piletas de lavar en algunos de sus cuentos de hadas sugiere que estaba íntimamente familiarizada con la tarea del lavado. Los vampiros de «La caza del hada» tal vez reflejen la creencia de principios del siglo XIX de que quienes sufrían de tuberculosis eran atacados por vampiros: la sensibilidad frente a las luces brillantes, los ojos rojos e hinchados, la piel muy pálida y la característica tos con sangre eran todos síntomas que alimentaban esta creencia.
Si Georgiana hizo algún intento por contactar con su familia tras la muerte de Jonathan o cuando su salud comenzó a deteriorarse, se desconoce. Sin embargo, en opinión del autor, parece improbable. Por cierto, una carta de Linus Mountrachet a un conocido, fechada en diciembre de 1900, sugiere que sólo recientemente se había enterado del paradero de Eliza, su pequeña sobrina londinense, y estaba espantado de pensar que había pasado una década en esas terribles condiciones. Tal vez Georgiana temiera que la familia Mountrachet no quisiera perdonar su huida, pero si la carta de su hermano es sincera, tales miedos fueron infundados.