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Hogan volvió al teléfono para hacer otra llamada y Siobhan Garlee miró una lista y comenzó a marcar otro número.

– Oiga, ¿Sinagoga Central? -preguntaba Hogan-. Aquí el inspector Hogan de la comisaría de Leith. ¿No tendrían ustedes información sobre un tal Joseph Lintz?

Abernethy cogió su gabardina y tomó el portante. Aguardaron medio minuto y Hogan colgó el teléfono.

– Parecía muy fastidiado.

– Una petición mía a los Reyes Magos -dijo Siobhan Clarke.

– Gracias por ayudarnos, Siobhan -dijo Rebus.

– Lo he hecho encantada. ¿Por qué me llamasteis?

– Porque él sabe que tú eres de la Brigada Criminal y me propuse hacerle creer que aumentaba el interés por el caso, y dado que la última vez tú y él no hicisteis muy buenas migas… La hostilidad puede ser una palanca.

– ¿Qué hemos logrado? -preguntó Bobby Hogan recogiendo archivadores y carpetas, pertenecientes casi todos a otros casos.

– Hacerle la pascua -dijo Rebus-.Él no está aquí por su cara bonita, sino porque la Brigada Especial de Londres le ha encomendado averiguar cómo iba la investigación, lo que me hace pensar que se temen algo.

– ¿La Ruta de Ratas?

– Yo diría que sí. Abernethy es el encargado del seguimiento de todos los casos que van saliendo a la luz en Inglaterra. En Londres debe de haber algunos bastante nerviosos.

– ¿Nerviosos por la vinculación de la Ruta de Ratas con el asesinato de Lintz?

– No estoy seguro de que llegue a tanto -dijo Rebus.

– ¿Es decir?

Rebus miró a Clarke.

– Es decir, que no estoy seguro de que llegue a tanto.

– Bueno, yo creo que de momento me lo he quitado de encima; lo cual os agradezco -dijo Hogan levantándose-. ¿Alguien quiere un café?

– Vale -dijo Siobhan Clarke consultando su reloj.

Rebus esperó a que Hogan saliese y volvió a darle las gracias.

– No estaba seguro de que pudieras venir.

– De momento hemos reducido al máximo los contactos con Jack Morton -dijo ella-. Ahora sólo cabe esperar mordiéndose las uñas. ¿Y tú, qué haces?

– ¿Yo? Procuro andar con cuidado.

– Ya me lo imagino -comentó ella sonriendo.

Volvió Hogan con los tres cafés.

– Leche en polvo, lo siento.

Clarke arrugó la nariz.

– Bueno, yo me tengo que ir -dijo levantándose y poniéndose el abrigo.

– Te debo un favor -dijo Hogan al darle la mano.

– Tenlo muy en cuenta -replicó ella-. Hasta luego -añadió volviéndose hacia Rebus.

– Adiós, Siobhan.

Hogan juntó el vaso de ella al suyo.

– Bien, nos hemos quitado a Abernethy de encima, pero ¿qué más hemos conseguido?

– Paciencia, Bobby. No he tenido tiempo de urdir un plan.

Sonó el teléfono en el momento en que Hogan daba un sorbo al café ardiendo, y Rebus lo cogió.

– Diga.

– ¿Eres tú, John?

Por la música country de fondo supo que era Claverhouse.

– Siobhan acaba de marcharse -dijo Rebus.

– No es con Clarke con quien quería hablar; sino contigo.

– Ah.

– He pensado que te interesaría saber algo que nos ha llegado del SNIC. -Oyó que Claverhouse removía papeles-. Sakiji Shoda…, no sé si se pronuncia así…, llegó ayer en vuelo de Kansai a Heathrow según un comunicado recibido en la Brigada Criminal del sudeste.

– Estupendo.

– Tomó inmediatamente un vuelo de conexión a Inverness, pasó la noche en un hotel y ahora me dicen que está en Edimburgo.

Rebus miró por la ventana.

– El tiempo que hace no es el más indicado para jugar al golf.

– No creo que venga a jugar al golf. Según el informe, el señor Shoda es un miembro importante de la… No se lee bien en el fax: Soka… no sé qué.

– ¿Sokaiya? -dijo Rebus sentándose.

– Sí, debe de ser eso.

– ¿Dónde está ahora?

– He llamado a un par de hoteles y he averiguado que se aloja en el Caly. ¿Qué es la Sokaiya?

– Los mandos superiores de la Yakuza.

– ¿Qué piensas de esto?

– Iba a decirte que pensaba que era el suplente de Matsumoto, pero me da la impresión de que es de rango superior.

– ¿Un jefe de Matsumoto?

– Lo que significa que seguramente ha venido a averiguar qué le pasó a su muchacho -dijo Rebus dándose golpecitos en los dientes con un bolígrafo, mientras Hogan escuchaba la conversación sin entender nada-. ¿Por qué habrá venido a través de Inverness en vez de en vuelo directo a Edimburgo?

– Es lo mismo que he pensado yo -respondió Claverhouse estornudando-. Estará muy cabreado, ¿no?

– De «regular» a «mucho». Pero lo que más nos interesa es ver cómo reaccionan Telford y el señor Ojos Rosa.

– ¿Crees que Telford dará marcha atrás en lo de Maclean's?

– Al contrario. Creo que tratará de demostrar al señor Shoda que sabe hacer bien ciertas cosas -respondió Rebus pensando en algo que había dicho Claverhouse-. ¿Dijiste que era un comunicado a la Brigada Criminal del sudeste?

– Sí.

– ¿Por qué no a Scotland Yard?

– ¿No viene a ser lo mismo?

– Tal vez. ¿Tienes algún número de teléfono de contacto?

Claverhouse se lo dio.

– ¿Hablarás esta noche con Jack Morton? -preguntó Rebus.

– Sí.

– Infórmale de esto.

– Volveré a llamarte.

Rebus colgó pero cogió otra vez el receptor para pedir línea y hacer una llamada. Cuando contestaron explicó el asunto y preguntó si podía atenderle alguien. Le dijeron que no se retirase.

– ¿Es algo relacionado con Telford? -preguntó Hogan.

Rebus asintió con la cabeza.

– Oye, Bobby, ¿volviste a hablar con él?

– Un par de veces, pero se obstina en que debió de tratarse de un error de número.

– ¿Y los empleados dicen lo mismo?

Hogan asintió con la cabeza y sonrió.

– ¿Sabes una cosa graciosa? Entré en el despacho de Telford y al ver que había alguien sentado de espaldas a la puerta me excusé y dije que aguardaba fuera hasta que terminase de hablar con la señora… Y la «señora» volvió la cabeza hecha una furia…

– ¿Era El Guapito?

Hogan asintió con la cabeza.

– Y más cabreado que una mona -añadió con una carcajada.

– Le paso -le anunciaron desde la centralita.

– ¿En qué puedo ayudarle? -preguntó una voz con acento gales.

– Soy el inspector Rebus de la Brigada Criminal escocesa -dijo, haciendo un guiño a Hogan por la mentira que decía para darse más importancia.

– Diga, inspector.

– ¿Quién está al habla?

– El inspector Morgan.

– Le llamo en relación con el informe que hemos recibido esta mañana…

– Diga.

– Un informe sobre Sakiji Shoda.

– Lo habrá enviado mi jefe.

– No acabo de explicarme en qué sentido puede interesarles.

– Inspector, soy especialista en vory v zakone.

– Ah, clarísimo.

Morgan contuvo la risa.

– Ladrones en lenguaje cifrado, es decir la mafiya.

– ¿La mafia rusa?

– Eso es.

– A ver si me lo explica. ¿Qué tiene eso que ver con…?

– ¿Por qué quiere saberlo?

Rebus dio un sorbo al café.

– Es que aquí tenemos un problemita con la Yakuza. De momento, hay una víctima y me da la impresión de que Shoda es el jefe del muerto.

– ¿Y ha venido para algún tipo de cometido oficioso?

– En Escocia aún no hemos entrado en esa fase, inspector Morgan.

– Bueno, perdone por haber anticipado acontecimientos.

– El caso es que tenemos también un gángster ruso. Bueno, a decir verdad, checheno.

– ¿Jake Tarawicz?

– Ah, ¿lo conoce?

– Es mi trabajo, hijo.

– Bien, con la Yakuza y los chechenos en la ciudad…