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Su antagonismo natural convertía esa nueva aventura en un negocio muy apetecible y lucrativo. El proporcionaba a las personas todos los medios que necesitaban, es decir, el dinero y el acceso a las drogas para que pusieran en marcha su negocio, pero luego se los reclamaba cuando menos lo esperasen, recuperando no sólo el dinero invertido al principio, sino las posibles ganancias que habían obtenido. A él le gustaba España pero no le gustaba depender de nadie para obtener la mercancía. Sin embargo, sabía que no le quedaba más remedio que aceptarlo, como hacía todo el mundo. Aun así, odiaba no poder fabricar su propia mercancía, ya que eso lo hacía depender de otros para conseguirlo. Sin embargo, era algo que se proponía cambiar. Cuando terminara la década de los ochenta, Danny pensaba introducirse en el mundo de los suministradores, aunque eso le costase lo suyo. Estaba decidido a forjarse una reputación y sería el primer extranjero en financiar su propia cosecha. Él no se limitaría a perseguir al dragón hasta darle caza, sino que mataría a ese cabrón en cuanto pudiese. Jamás satisfecho de ocupar un puesto en la periferia y en contra de todos los consejos que había solicitado con tanto fervor, pensó que estaba en su derecho a pedir un porcentaje por sus ventas. De hecho, ya lo había conseguido con los jamaicanos por la hierba que movía, y con los turcos por la heroína. El mundo se había convertido en un verdadero mercado. Además, era tan reducido que se accedía al producto en cuestión de horas. Danny Boy no estaba hecho para sentarse en la fila de atrás y ser un simple participe, sino para invertir mucho dinero y convertirse en el traficante más importante de Europa.

En contra de los consejos de Michael, empezó a mover las cosas, creyendo, como siempre, que poseía un don especial para ver a un ganador en cuanto asomaba su fea cabeza. A punto de llegar el año 1990, Danny Boy no se daba cuenta de la animadversión que solía provocar su comportamiento. Se había convertido en el jefe de la jauría, en el capo de los capos. Por desgracia, no se había molestado en mirar cómo interpretaban sus acciones no sólo sus trabajadores, sino las personas con las que trataba a diario. Danny Boy pensaba que era invencible y, en muchos aspectos, estaba en lo cierto, pero tenía el don de hacerse enemigos donde no debía. Además, también tenía la habilidad de destruir a personas que podían suponer un peligro, por muy remoto que fuese. Su completa indiferencia por la situación económica de los demás tampoco le hacía ganar amigos, sino todo lo contrario. Tenía enemigos por todos lados, enemigos que le sonreían, pero que estaban deseando que diera un paso en falso. Danny Boy se había convertido en una persona sumamente peligrosa, una opinión compartida por todos los que le rodeaban. Incluida la pasma, algo que él sabía mejor que nadie, aunque no estaba dispuesto a abandonar.

En ese momento, oyó que alguien llamaba suavemente a la puerta. Se dio la vuelta y cruzó el salón para abrirla. Se quedó anonadado al ver a Carole, que entró en la habitación sin pronunciar una sola palabra, lo que le hizo saber de inmediato que algo terrible debía de haber sucedido.

– ¿Qué sucede? ¿Por qué has venido?

Carole suspiró pesadamente y respondió:

– Siéntate, Danny Boy. Ha sucedido un terrible accidente.

Carole le sostenía la mano y lo obligó a sentarse en el sofá que había estado admirando. Cuando se sentó y vio su rostro amable y cordial, sintió una oleada de afecto por ella, razón por la cual la habían enviado para que le comunicase la noticia, ya que probablemente era la única persona que podía decirle algo así sin esperar que se vengase de ella.

– ¿Qué ha sucedido? ¿Le ha pasado algo a mi madre? -preguntó Danny pensando que sólo por una razón así habría venido hasta España.

Carole negó con la cabeza.

– Ha sido la niña. Murió mientras dormía. Lo llaman muerte súbita. No ha sido culpa de nadie, Danny. Pero lo siento mucho.

Carole vio el gesto de horror que se dibujaba en su rostro, el terrible dolor que lo invadía, y deseó encontrar la forma de mitigarlo, pero era imposible. Haber conseguido tener un hijo después de tanto esfuerzo y luego perderlo debía de ser lo más horrible y doloroso que le pudiera pasar a nadie, especialmente a Mary, a quien no había forma de consolar.

Carole se sentía tan afectada como Danny, cosa que no le pasó desapercibida. Precisamente por esa razón había venido a decírselo, pues todo el mundo sabía que era la única persona que podía comunicarle una cosa así.

– Tienes que regresar y ocuparte de todo. Mary está acabada. Ha tenido una hemorragia y está otra vez ingresada en el hospital.

Danny asintió imperceptiblemente.

El daño estaba hecho y ya nadie podía repararlo. Se sentía profundamente culpable porque ni siquiera había dejado que Mary le pusiera un nombre, ya que pensaba hacerlo él cuando regresase. Pensó que resultaba gracioso ver cómo su esposa se devanaba los sesos buscando la forma de referirse a la niña sin pronunciar nombre alguno. Y todo porque estaba demasiado asustada como para preguntarle cómo pensaba llamarla o si ya había elegido un nombre para ella. Ahora su hija había fallecido sin nombre y eso le preocupaba enormemente. Lo invadió un sentimiento de pérdida tan inmenso que hasta él mismo se sintió sorprendido. Además de un sentimiento de culpabilidad, pues había cometido con la niña una grave injusticia que no se perdonaría jamás. Por primera vez en muchos años, se echó a llorar.

Libro cuarto

Sé un pecador y peca con fervor

pero ten más fervor por la fe de Cristo

y regocíjate de él.

Martín Lutero, 1483-1546

Capítulo 25

Jonjo estaba enfadado, muy enfadado, y no hacía nada por disimularlo, ya que escupía al hablar, claro síntoma de que estaba a punto de perder los estribos. Ahora era famoso por eso, por su mal carácter y por su escasa capacidad para atender a razones. Si no oía lo que le gustaba, la emprendía a golpes, y lo hacía de verdad.

Jonjo ya no era el muchacho de hace unos años, ya no era la misma persona que en su momento había necesitado de la aguja para sentirse satisfecho. Ahora se había convertido en un hombre grande y robusto con un temperamento que había alertado a más de un juez. De hecho, de no haber sido por los contactos que tenía, nadie habría impedido que pasara una buena temporada en la trena. Se había convertido en un tipo de cuidado y todo el mundo se había olvidado ya de su pasado, cosa que él agradecía, pues se sentía avergonzado de él y de su debilidad. Se había armado de valor y había superado su dependencia de la droga. Además, ahora todos le consideraban el brazo derecho de su hermano, algo que le proporcionaba un enorme placer. Jonjo había madurado y, gracias a su hermano, lo había hecho con una rapidez y una perversidad que lo habían convertido en una persona tan inestable y peligrosa como él. Carecía de sentimientos y se le consideraba el clon de su hermano, su sustituto y su doble, especialmente cuando tenía una copa de más.

Lo que en su momento había sido su talón de Aquiles, es decir, su carácter temeroso y su necesidad de evadirse del mundo real, ahora lo había transformado en un hombre al que no le importaban nada las personas a las que tenía que amenazar y cobrar algún dinero. Se había convertido en un chulo y disfrutaba de la libertad que dicha situación le concedía porque la utilizaba para sus propios fines. Jonjo había sucumbido a la forma de vivir de su hermano y hasta él mismo se había sorprendido de lo mucho que disfrutaba de ello. Además, no sólo gozaba de la aprobación de Danny, sino de los beneficios que le proporcionaba el estilo de vida de su hermano. Se sentía orgulloso de que lo considerasen un tarado, pues le encantaba ver el miedo que inspiraba a todo el que le rodeaba. Jonjo había llegado a la conclusión de que ésa era la única forma de soportar la vida que llevaba. Ganaba mucho dinero y el prestigio se había convertido en algo de lo que jamás podría prescindir.