Que Michael no dijera nada durante unos instantes le hizo pensar que hasta él creía que quizá hubiese algo de verdad en aquello. Arnold esperaba estar equivocado, pero había algo que le daba mala espina. Lo que le habían dicho de Danny Boy resultaba tan ultrajante, que resultaba difícil que no fuese cierto. Resultaba tan increíble que, tratándose de él, se hacía creíble.
– No creo semejante cosa de Danny Boy, Arnold. ¿Quién te ha dicho tal cosa?
Arnold suspiró pesadamente. Llevaba las trenzas más largas y gruesas que nunca y sus profundos ojos azules emanaban sabiduría y preocupación. Por su forma de comportarse, se veía que esperaba un sí o un no, pero en cualquier caso quería saber la verdad.
– David Grey sigue estando en su nómina y, aun después de su tropiezo con Danny Boy, sigue siendo su intermediario, aunque ahora quiere salirse. Dice que ya no puede seguir haciéndolo. Según él, Danny se ha quitado de encima a todos sus competidores chivándose de ellos y lo ha hecho con tanta cautela que nadie se ha percatado de ello. Se ha asegurado de que todos los que caigan estén fuera de su jurisdicción antes de que sean apresados. De esa forma se libra de toda sospecha. Su información le garantiza carta blanca. De hecho, puede matar a quien se le antoje sin que la pasma se atreva ni siquiera a acusarlo. Piensa en lo que te digo, porque Grey no tiene nada que ganar diciéndome una cosa así.
Michael escuchaba lo que decía y sus palabras parecían penetrar en su cráneo como un clavo de quince centímetros, aunque se debatía por no darles crédito. Era una acusación ultrajante que podía costarles la vida a los dos si llegaba a oídos de la persona equivocada.
Negó con la cabeza con tal decisión que no dejaba margen para la discusión.
– Eso es una mentira como un piano. Grey es un jodido embustero y no quiero saber más del asunto, ¿de acuerdo? Tú sabes tan bien como yo que la pasma anda detrás de ti. Si Danny Boy se entera de que has hablado con ese gil ¡pollas, te quitará de en medio en menos que canta un gallo, y con razón. Tú eres su cuñado, ganas una buena pasta trabajando para él ¿y ahora tienes los cojones de presentarte aquí y decirme cosas como ésa?
Arnold sintió que el miedo le recorría el cuerpo. No había esperado que Michael reaccionara de esa forma: había creído que sería de la misma opinión que él. Ahora, sin embargo, estaba tan enfadado que su amistad estaba en entredicho. Se dio cuenta de que Michael y Danny habían sido amigos desde muy pequeños y comprendía que él ocupaba un lugar secundario. La información se la había proporcionado un poli y le había creído al pie de la letra. De hecho, para ser sinceros, seguía creyéndole. Eso, sin embargo, ya no importaba. Ahora lo que tenía que hacer era tratar de enmendar la situación. Tenía que convencer a Michael de que lamentaba de verdad sus dudas. Era lo único que podía hacer para reducir el daño que había causado haciendo caso de semejantes habladurías. Además, tenía que buscar la forma de que Michael no le dijera nada a Danny. Si lo hacía, Annie se vería convertida en viuda y sus hijos en huérfanos. Se había equivocado con Michael Miles. Había pensado que eran amigos y creía que podía hablar sinceramente con él de ese asunto. ¡Qué equivocado estaba! Tanto, que ya se daba por muerto.
– Perdona, Michael. Me he vuelto un poco paranoico y creo que me he dejado llevar por las habladurías.
Michael agitó una mano en señal de enfado.
– No te preocupes. No le diré a nadie nada de este asunto y yo en tu lugar tampoco lo haría. Pero si vuelves a acusar a Danny Boy de algo semejante, yo mismo me encargaré de quitarte de en medio, ¿de acuerdo?
Arnold asintió con su enorme cabeza, deseando no haber dicho nada. Cuando Michael le hizo señas de que saliera de la habitación, lo hizo lo más rápido posible, aterrorizado por lo que podía haber provocado sin darse cuenta.
Michael se sentó en el sillón lentamente, tratando de asimilar lo que Arnold le había dicho. En su interior, sabía que tal vez fuese cierto. De hecho, lo había pensado en muchas ocasiones a lo largo de los años, aunque jamás había expresado sus dudas.
Michael había sospechado por primera vez que Danny estaba compinchado con la pasma cuando acusó a Louie Stein de ser un chivato. Se había odiado a sí mismo por pensar algo así de su amigo, aunque los rumores decían que había sido el padre de Danny Boy quien había levantado la liebre en aquella ocasión. Nadie había podido demostrar nada y por eso había dejado de pensar en ese asunto. Sin embargo, volvió a acuciarlo cuando Danny se empeñó en quitar de en medio a Frankie Cotton. Frankie no era una persona de las que pasan al olvido. El odio que sentía por él carecía de fundamento y de lógica, pero Danny lo veía como una amenaza en muchos aspectos. Luego lo quitó de en medio con su acostumbrada violencia, alegando además que era un chivato. Unos rumores que parecían ser ciertos, que tenían alguna base.
Danny Boy, sin embargo, no había temido en ningún momento las consecuencias de sus actos en lo referente a Cotton. Michael también había tenido sus dudas en ese momento, y hasta pensó en sonsacarle algo a Danny, pero el trato ya estaba hecho. Intentó por todos los medios olvidarse del asunto diciéndose que debía de estar mal de la cabeza pensando semejante cosa de su amigo. Sin embargo, sus sospechas se hicieron más acuciantes cuando Danny Boy logró apoderarse de las declaraciones firmadas por su padre ante la policía antes de morir. Lo que tenía en la mano no era una fotocopia, sino el original. Michael estaba seguro de que cuando Big Danny Cadogan decidió acusar a su hijo, esperaba que su información llegase a los de más arriba, pero de alguna forma había sido interceptada. La declaración estaba firmada, la había hecho en presencia de testigos y eso era algo que ya nadie podía frenar si no era proporcionando algo a cambio.
O eso, o que Big Danny Cadogan había sido víctima de un montaje, lo cual era de extrañar, ya que Big Danny Cadogan se había presentado ante la pasma por sus propios pies, sin saber que su hijo ya era un confidente de los gordos.
Grey también había recibido lo suyo de Danny y, sin embargo, eso sólo había servido para que se terminase de consagrar como su recadero. Michael pensó que tal vez Grey se hubiese convertido sin saberlo en parte de ese montaje y era posible que no se hubiese dado cuenta de ello hasta que fue demasiado tarde. Un poli corrupto no era algo que preocupase demasiado a la Metropolitana; cada vez que llevaban a cabo un atraco, apenas había presencia policial en las calles.
Michael se sintió sumamente asustado. Si lo que pensaba era cierto, ¿en qué lugar se encontraba él? De ser cierto, Danny Boy se vería obligado a venderlo a él también, por mucho que fuese su socio y el cerebro de la sociedad. ¿Sería el próximo de la lista? ¿Se chivaría de él cuando ya lo hubiese utilizado? ¿Acaso tenía los días contados?
Michael sabía que Arnold creía que dicha información era cierta, pero él no estaba dispuesto a comprometerse con nadie, por muy amigo que fuese. Tenía que actuar con inteligencia, comprobar esa información y luego buscar la forma de salir lo mejor librado posible. Sin embargo, aún le costaba trabajo creer que Danny Boy fuese un chivato, no podía admitir que fuese verdad. Michael cerró los ojos con fuerza y sintió una vez más ese incesante martilleo en la nuca que siempre era el inicio de una de las típicas migrañas que tanto le habían acuciado en los últimos años.
– Gracias, Carole, te lo agradezco de veras.
Carole abrazó a la anciana con ternura. A diferencia de los demás, ella no tenía nada en contra de Ange y la apreciaba sinceramente.
– Te acompaño hasta la puerta -dijo cogiendo del brazo a Ange y recorriendo con ella el camino que conducía hasta la entrada principal.
La luz de la casa estaba encendida y suspiró aliviada porque casi siempre tenía problemas para meter la llave en la cerradura.