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– Jamás había oído algo tan repugnante. Unas pobres muchachas se van al otro mundo porque Danny Boy se avergüenza de habérselas tirado. ¿Te das cuenta de lo que dices? ¿Jamás se te ha ocurrido pensar que lo que hace Danny Boy se sale de lo normal? Que sencillamente es un jodido loco, además de un chivato. Mi madre se dedicó a la prostitución durante un tiempo y yo la amo más por ello. Se sacrificó por sus hijos, procuró que no nos faltase de nada. Y sabes una cosa. Le estoy tan agradecido que no voy a dejar que ningún Danny Boy ni nadie parecido crea que ella es la culpable de sus mierdosas vidas y, por tanto, no creo que tengan derecho a vapulearlas sólo para que tipos como él se sientan mejor.

Se reía, pero ahora de incredulidad.

– Gracias, Michael. Gracias por ese estudio psicológico de Danny Boy Cadogan. Me sorprende que el Canal 4 no haya hecho un documental sobre él. Lo podíamos titular «Cómo se forma un loco».

Arnold sacudió la cabeza en señal de consternación, sus enormes trenzas casi bailando por la irritación que le provocaba la ceguera de su amigo.

– Escucha, Michael. Danny Boy no es la Madre Teresa, así que más vale que decidas si te atreves a llevar a cabo lo que hemos planeado. Por tu forma de hablar, no sé si puedo seguir contando contigo.

Michael comprendía el enfado de Arnold, sabía que estaba en su derecho. También esperaba que comprendiese de alguna forma su lealtad para con Danny Boy y lo difícil que le resultaba asumir esa duplicidad de su personalidad. Durante todos estos años había tenido sus dudas, pero siempre las había dejado pasar. Danny Boy había sido duro con él, pero también tierno y generoso. Danny Boy lo había sacado de quicio en muchas ocasiones, pero también le había enseñado lo que era la amistad. Para él, esto era lo más duro a lo que había tenido que enfrentarse. Iba en contra de lo que siempre había creído, de todo aquello en lo que siempre había confiado.

– No lo estoy defendiendo, Arnold, sólo te estoy explicando por qué es como es. Yo lo conozco bien. Lo conozco mejor incluso que su madre.

Arnold rió y, con todo el odio que era capaz de transmitir, le respondió:

– Hazme un favor, Michael. Déjalo ya. Creo que estás mal de la olla.

Arnold estaba a su lado con cara de rabia y recriminación. Pensaba que debería haber solucionado ese problema antes, cuando oyó por primera vez los rumores acerca de Danny Boy. Debería haber actuado cuando las cosas estaban tan calientes que le quemaban las manos. Sin embargo, lo había dejado pasar y eso le molestaba. Le había molestado durante mucho tiempo. Lo hizo sentir cobarde, como si fuese menos que Danny Boy, no lo bastante bueno para cuestionar sus acciones. Llegó a afectarlo, y no sólo a él, sino a todos los que tenía a su alrededor. Acercó el índice a la cara de Michael y le dijo:

– ¿Quién coño te has creído que eres? Danny Boy es un peligro para todo el que haya estado en contacto con él y tú lo sabes. Es un puñetero chivato, un jodido soplón, así que no me importa si el mismísimo jefe de la policía lo tenía pillado por los huevos. Nada puede justificar lo que ha hecho. Nada de nada. Lo hizo con una malicia premeditada y siempre creyendo que nadie iba a conocer su traición. Pues bien, nosotros lo hemos hecho y ya puede darse por hombre muerto, tanto si te gusta como si no.

Michael dejó de mostrarse comprensivo con Arnold y, con los dientes apretados, respondió:

– Sé lo que ha hecho, Arnold, lo sé mejor que nadie, así que no te hagas el listillo conmigo. Lo que intento explicarte es que no razona como los demás. Tú no puedes imaginar todo lo que tuvo que pasar. Sólo estoy tratando de encontrarle algún sentido a toda esta jodida mierda. Estoy tratando de encontrar una razón que me explique su traición, por mi propio bien. No olvides que ha sido mi mejor amigo desde que éramos niños. No me resulta fácil, Arnold. Debería serlo, pero no lo es.

Arnold no quería seguir escuchando más sandeces y no estaba dispuesto a dejar que Danny Boy se librara por las buenas. A él no le interesaban en absoluto las razones por las que Danny Boy tenía una doble vida. Para él no había razón alguna que justificara su deshonroso comportamiento y Michael debería saberlo mejor que nadie.

– ¿Entonces vas a dejar que sea yo el que me encargue de este asunto, Michael? ¿Es eso lo que me estás diciendo? ¿Se lo vas a perdonar a pesar de todo lo que hemos hablado? ¿Después de tanto hablar, ahora te echas atrás? ¿Lo estás protegiendo de alguna manera?

Michael estaba realmente enfadado por sus palabras y, por primera vez en su vida, Arnold se sintió amenazado por él. Por primera vez vio al Michael del que había oído hablar, pero que jamás había visto. Fue como si de repente aumentara de estatura, como si se inflamara de ira. Por fin parecía el hombre grande, fuerte, imprevisible y peligroso que era. Se había despojado de su aspecto agradable como si se tratara de una capa y había dejado de ser el hombre comprensivo al que todos recurrían antes de dirigirse a Danny Boy para solicitar algo o pedir clemencia. Arnold se dio cuenta en ese momento de que alguien que había conservado la amistad de Danny Boy tantos años debía de ser más fuerte y más valiente de lo que aparentaba.

Acercándose con cara de enfado, con aspecto demoniaco y la mano levantada como si negase las acusaciones que le estaba dirigiendo, Michael respondió:

– No se te ocurra cuestionarme, bajo ningún pretexto te creas más listo que yo. Yo sabía esto hace mucho tiempo, pero no quería creerlo, como no se lo creerá nadie, por eso tenemos que actuar con inteligencia. Pero si vuelves a insinuar algo parecido, maldito gilipollas, te juro que te rajo de arriba abajo.

Arnold ya se había apartado de él. Se había dado cuenta de que Michael no era tan pacífico como parecía, más bien todo lo contrario; un hombre realmente peligroso cuando se veía acorralado. Danny Boy se había dado cuenta de eso, no cabía duda. Michael era el cerebro de la sociedad, eso todos lo sabían, pero al parecer también era el que los tenía mejor puestos cuando llegaba el momento de demostrarlo. Arnold se percató de su completa lealtad a su amigo, de su honestidad, y se dio cuenta de que era capaz de hacer cosas que nadie hubiera imaginado de él.

En los últimos días había aprendido mucho, pero aquélla fue la lección definitiva. Jamás se debe juzgar a una persona por las apariencias. Arnold se dio cuenta de que Danny Boy se había aliado con él, no al revés, puesto que había sido el primero en darse cuenta de su coraje y su valía. Danny sabía que Michael era la persona capaz de tratar con todo el mundo, ganarse el respeto y la admiración necesarios para que su personalidad y su innata maldad destacasen aún más. Danny Boy jamás habría existido de no ser por Michael y su amabilidad. Era precisamente su influencia lo que había dado lugar a tan buena y fructífera combinación. Sin Michael, Danny Boy habría vivido una situación mucho más precaria. Arnold comprendió por fin que el antagonismo natural de Danny Boy jamás se habría abierto camino en su mundo de no ser controlado por la inteligencia y la sensatez de Michael, por su decencia y su honradez. La verdadera relación entre esos dos hombres le resultó tan obvia que se sorprendió de no haberse dado cuenta antes, pues ahora le resultaba tan patente que cualquiera con dos dedos de inteligencia debía comprenderlo.

Michael era, en muchos aspectos, el más fuerte de los dos. Danny Boy lo había sabido desde el principio, había entendido sus propias debilidades y se había aferrado al fuerte carácter de su amigo con la esperanza de que se le pegase algo, cosa que había logrado. La gente dependía del sentido común de Michael y de la violencia de Danny Boy cuando las cosas salían mal. Arnold sabía que ahora Michael era más consciente de eso que nadie.

Lo único que podía esperar Arnold era que Michael conservara su sentido de la justicia y su decisión de hacer lo apropiado para poner fin a esa situación. Tenían mucho que perder, y no sólo la libertad, sino también su posición en la comunidad, la cual les proporcionaba enormes ganancias. Nadie se había atrevido a ponerla en entredicho y así debía seguir siendo, ya que él había estado navegando en el mismo barco con ellos.