Danny Boy, por mucho que Louie lo quisiera, le había demostrado en repetidas ocasiones que era incapaz de apreciar a nadie en este mundo, salvo a sí mismo. Louie lo odiaba, y detestaba que esperase que él atendiera a sus peticiones con sólo chasquear los dedos. Louie estaba más enfadado de lo que Danny Boy creía y estaba harto de que creyese que lo podía utilizar como intermediario. Lo había convertido en su criado y eso duele, duele de verdad. Obviamente, no se había dado cuenta de ello, pues era demasiado estúpido como para creer que nada de lo que había hecho mereciera cierto castigo. Actuaba como si nada hubiese pasado y no le preocupaba en absoluto cómo se sentía. Danny Boy creía que el período para guardar luto ya se había acabado y todo el mundo debía volver a su rutina habitual. Sin embargo, Louie jamás había olvidado lo que le había hecho y jamás le perdonaría que lo hubiese utilizado como si fuese un puñetero adolescente, como si fuese un jodido recadero. Alegremente y dejando de lado sus sentimientos dijo:
– Vamos, Danny Boy. Veamos qué tiene que decirnos Eli. Danny miró su Rolex con diamantes y asintió, pero no estaba nada contento y eso se veía. Estaba dispuesto a olvidarse del asunto con tal de recuperar a Michael; pero una vez que lo hubiera conseguido, Eli y sus hermanos podrían darse por muertos.
– De acuerdo, pero con que diga una palabra que no me agrade, dalo por muerto. Michael no tiene razón para defenderle. Él sabe mejor que nadie que yo no diría nada si no tuviese pruebas de ello.
Louie asintió amablemente, tratando de no profundizar en ese asunto. Se levantó rápidamente y dijo:
– Venga, vamos. Hablemos de eso por el camino. Danny no le respondió, pues continuaba preguntándose por qué no era Michael quien venía a pedirle disculpas. Sin embargo, una vez más estaba dispuesto a quedar como el hombre generoso y ser quien pidiera perdón, pues, en su interior, tenía la certeza de que Michael jamás se pondría en su contra. Eran amigos desde hacía mucho tiempo y tenían demasiadas cosas en común para pelearse por una menudencia. No obstante, su drástica postura lo había sorprendido, sobre todo porque no la esperaba y parecía definitiva. Danny tampoco tenía el más mínimo deseo de dejarlo ir, no después de todo lo que había trabajado y conseguido a lo largo de los años. Era posible que Michael creyera que llevaba las de ganar, y tal vez él le hubiera dado a entender que así era, pero Michael sabía perfectamente que sin él y sin su reputación de hombre peligroso no habrían logrado nada. Michael Miles, por sí mismo, era tan peligroso como un skinhead solo en una estación a las dos de la madrugada; es decir, un pelele. Aunque Marsh hubiera abierto la boca y lo hubiera confesado todo, cosa que dudaba, Michael estaba demasiado involucrado para hacer nada sin sufrir él también las consecuencias. Danny pensó que Michael, pasara lo que pasara, jamás se pondría en su contra. La arrogancia volvió a ganarlo y se convenció de que nadie ni nada interferiría en sus planes.
Si fuese necesario, daría su brazo a torcer ante Michael, le explicaría las circunstancias y le dejaría tomar una parte más activa en los asuntos de ahora en adelante. Sí, probablemente eso sería lo mejor. Se sintió aliviado de haber encontrado la forma de solucionar sus diferencias. Sin su respaldo, sin sus conexiones con la policía, aún estarían viviendo como un par de chorizos de poca monta. Sin embargo, él, con las palabras adecuadas y un poco de dinero, había quitado a todos sus rivales de en medio.
Si lograba que Eli se embarcase en esa nueva aventura, Michael vería de lo que era capaz con tal de solucionar las cosas, comprendería lo mucho que había cedido con tal de ganarse su amistad de nuevo. Danny creía que, si Michael no se ocupara de la labor de campo, él no podría trabajar debidamente. Danny se daba cuenta de que lo necesitaba y eso le resultaba tan aterrador como verdadero.
Cuando salieron en su coche de la casa de Louie, estaba más animado e intuía que Michael se sentiría de la misma forma. En lo más oculto de su ser también sabía que cuando Michael se diese cuenta del error que había cometido, él personalmente le enseñaría lo muy estúpido que había sido, ya que, igual que Eli y sus hermanos, sería borrado de la faz de la tierra. Danny Boy lo consideraba algo inevitable y lo daba ya por muerto porque sabía perfectamente que jamás sería capaz de perdonarlo. La actitud de Michael se podía calificar de motín y eso era algo que Danny no era capaz de tolerar. Si permites que una persona interfiera en tus planes aunque sólo sea una vez, es como darle luz verde para que lo siga haciendo hasta el fin de sus días.
Por mucho que apreciase a Michael, y la verdad es que lo apreciaba aún más que a su familia, sabía que tenía los días contados y que algún día se vería obligado a quitarlo de en medio por la sencilla razón de que no quería que nadie pensase que se estaba debilitando con la edad. Por supuesto, eso no sucedería de inmediato. Antes tenía que guardar las apariencias y sabía que no era el momento más adecuado para librarse de él. Danny quería que creyera que era capaz de perdonarlo, porque lo necesitaba de forma urgente. Sin embargo, una vez que lo consiguiera, su orgullo le impediría dejar que Michael se saliera con la suya. Sabía que jamás aceptaría lo que él consideraba una traición por parte de Michael. Era pedirle demasiado, porque no era capaz de pasar por alto algo tan importante. Olvidarlo sería imposible, ya que le rondaría por la cabeza hasta que lo viese muerto. Ya no había forma de que Danny aceptase los términos del trato y olvidase el asunto para siempre.
Michael sabía demasiado, demasiado para dejarlo ir. En algún momento, Michael pagaría por todas las molestias que le había ocasionado. No importaba lo mucho que lo necesitara para el buen funcionamiento de sus negocios; en cuanto encontrase otro hombre que pudiera sustituirlo al frente, Michael estaría acabado. Y eso significaba que su esposa, la hermana de Michael, también iría detrás, razón suficiente de por sí para quitar de en medio a ese hombre al que tanto apreciaba. Michael era la única persona por la que había sentido verdadero aprecio, pero hasta entonces jamás le había llevado la contraria. Ahora, repentinamente, se había convertido en su enemigo y, cuanto más pensaba en ello, más plausible lo consideraba.
Louie lo miraba de reojo, sabiendo que Danny era incapaz de cumplir con las promesas que había hecho. A un perro viejo no se le enseñan nuevos trucos. Louie lo odiaba con toda su alma y ahora lo veía como el chulo que verdaderamente era. Cuando recordaba al joven muchacho al que había protegido y cuyo padre se la había jugado poniéndolo en manos de los Murray, se sentía tan triste y apenado que le entraban ganas de llorar. Cuando pensaba en aquel muchacho, sentía tanta lástima que no veía al hombre en que se había convertido, pues le resultaba imposible creer que aquel muchacho tan melancólico se hubiese transformado en un ser tan despiadado. Él sólo quería ver al muchacho sonriente y de buenos modales que había llegado a su desguace buscando trabajo.
Louie sabía que Danny Boy lo utilizaría hasta el último día de su vida, pues lo consideraba simplemente un chivato. También sabía que él no estaba preocupado porque descubriesen que se había ido de la lengua, ni creía que mereciese ningún reproche por lo que le había hecho a esas personas con las que había negociado, bebido y conversado. Lo consideraba simplemente como un medio para conseguir un fin; además, en cierto sentido, creía que, en parte, se lo merecían porque se habían interpuesto en su camino y a eso se lo llamaba daños colaterales. Danny Boy tenía el don de ver sólo lo que se le antojaba.