La policía tenía su opinión acerca de lo sucedido, ella la suya, y Michael y los demás capos otra diferente, pero la verdad es que a nadie le importaba un comino. Lo único que Mary sabía era que las niñas se sentían felices y ella también. Era como si se hubiese quitado una losa de encima y volviera a ser una adolescente. Una adolescente sumamente rica que podía hacer lo que quisiera, cuando quisiera y con quien quisiera. Desgraciadamente, los hombres no estaban dentro de sus planes y jamás lo estarían. Odiaba a los hombres, no a todos, por supuesto, pero sí a aquellos que consideraba una amenaza. Esos que no dejaban de echarle el ojo y pensaban lo agradable que sería echarle un polvo a la viuda de Danny Boy. Aunque no lo supieran, tenían más probabilidades de que Juan Bautista les hiciera una mamada que de que ella se acostase con ellos. La gente decía que Danny Boy le había hecho no desear otro hombre nunca más y ella asentía como si estuviese de acuerdo, aunque no por lo que ellos pensaban.
Mary continuaba despertándose a media noche sudando y temblando al recordar las ultrajantes exigencias a las que la había sometido Danny Boy. Recordaba cómo había estado a punto de ahogarla, cómo le había hecho perder sus dos primeros hijos y cómo se había reído en su propia cara. El había visto el amor que esos hijos le habían inspirado a ella como un signo de debilidad, pero al mismo tiempo lo aterrorizaba tener un hijo varón porque eso hubiese supuesto una amenaza. Sin embargo, poder gastar el dinero a su antojo, darle de comer a las niñas lo que quisieran y utilizar todas las habitaciones de la casa era una sensación inexplicable, mejor que ganar la lotería. Ahora disponía de un móvil, cosa que Danny Boy no había dejado que nadie tuviera. Estaba convencido de que los móviles estaban pinchados y podían ser utilizados en su contra. Aunque tratándose de ella, era porque no quería que estuviese en contacto con nadie sin su previo consentimiento. Todas sus queridas se habían presentado en el funeral y un par de ellas incluso trajeron a sus hijos. Mary trató de ser lo más agradable posible con ellas y la gente no dejaba de comentarlo. La verdad es que lamentaba mucho la situación en que se habían quedado, pero en su testamento no los había mencionado. Todo se lo había dejado a ella, y su hermano Michael era el albacea. Michael se lo había entregado todo y ella no pensaba darle una mierda a ese manojo de putas. ¿Por qué iba a hacerlo? Ellas se habían acostado con él sabiendo que ella era su esposa, buscando una mejor posición. Mientras estaba vivo, no había podido hacer nada al respecto, pero ahora que estaba muerto podía sonreír, fingir amabilidad, pero por dentro se vengaría no dándoles absolutamente nada. Habían ascendido, las había engañado y utilizado; pues bien, bienvenidas a lo que había sido su mundo. Danny Boy le había pedido cuentas hasta de lo que gastaba en la frutería, la había obligado a explicarle en qué empleaba hasta el último penique, y eso justo después de haberle regalado una joya que valía miles de libras.
Lo odiaba enormemente y no pensaba sentirse abatida por su muerte; si acaso, todo lo contrario. Se sentía rejuvenecida de haber recuperado la soltería y eso le encantaba. Le encantaba saber que estaba en situación de hacer lo que le diera la gana sin que nadie la cuestionara. Aún bebía, pero estos últimos días lo había hecho por lo feliz que se sentía. Aún necesitaba tomar unas copas para seguir adelante, pero ya no tanto como antes. Las cicatrices de sus golpes estaban desapareciendo, tanto las físicas como las mentales, y el sentimiento de alegría se estaba aposentando al mismo tiempo que se desvanecía su tristeza.
Mary se estremeció al mirar la cruz de Cristo que había encima del altar. Tuvo que refrenarse para no reírse a carcajadas, para no abrir la tapa del ataúd y gritar a los cuatro vientos la felicidad y liberación que sentía por la muerte de su marido. Dios era bueno, pues había hecho la espalda para soportar el peso. Sin embargo, su carga era ahora pasto de los gusanos y eso bastaba para animarla en los momentos más tristes.
Mary sonrió a las niñas, feliz de que pudiesen vivir sus vidas sin ese cabrón arruinándoles todos los momentos felices aun antes de empezar a disfrutarlos. Esperaba que Danny viera desde el otro mundo su nueva vida, su nueva forma de comportarse, y deseaba que estuviera escupiendo de rabia. Le había dado su ropa a los desamparados y lo había enterrado en el mismo lugar que a su padre; dos cabrones unidos para la eternidad. La gente creía que había hecho tal cosa porque era una mujer generosa. Pues bien, que le dieran por saco a Danny y a todos los demás. Dios paga sus deudas sin dinero y ella hacía otro tanto.
Arnold y Annie estaban de pie, haciendo el papel de padrinos. Arnold se preguntaba cómo había sobrevivido su matrimonio a la muerte de su hermano. Arnold creía en algunos momentos que Annie sabía lo que había sucedido, pero lo atribuía a su sentimiento de culpa. No era que lamentase lo que había hecho, pero ella seguía siendo su esposa y él había sido partícipe directo de la muerte de su hermano. La verdad jamás se había insinuado.
Que se hubiese encontrado a Danny muerto al lado de un poli había dado mucho que hablar y muchos pensaban que había sido eliminado por alguno de ellos. No era la primera vez que la bofia emprendía una operación de limpieza, y se sabía que en más de una ocasión habían eliminado a algún capo cuando las cosas se ponían demasiado feas. Danny Boy seguía siendo un capo, aun después de muerto, y su nombre era sinónimo de mangoneo y corrupción. Nadie se atrevía ni tan siquiera a negarlo. Se lo consideraba un hombre que había tenido la desgracia de desaparecer del mapa a manos de una agencia gubernamental corrupta. La gente de la calle comentaba que Danny se había negado a pagar a esas agencias tan relevantes. Nadie manifestaba su desacuerdo con esas historias, pero tampoco le daban mucha credibilidad. Sabían que el silencio era la mejor arma para que la muerte de Danny Boy no repercutiera en nadie. Continuaba siendo un misterio, algo que a él le habría gustado y que todos aceptaban por su propio bien. A pesar de estar muerto, Danny continuaba manteniendo su prestigio y eso significaba que podían utilizarlo para apoderarse de todo lo suyo con el mínimo ruido posible. Sabían que mucha gente había suspirado de alivio al enterarse de la muerte de Danny, pues formaba parte de la naturaleza humana.
Que Louie había recuperado su desguace sólo se mencionaba a puerta cerrada, pues nadie quería llamar la atención en esos días.
Annie sonrió a su marido y él le devolvió la sonrisa. El sacerdote les estaba pidiendo a los asistentes que renunciasen al Diablo y Michael miró a Eli con una ligera sonrisa en la cara. Sabía que Eli estaba pensando lo mismo que éclass="underline" que Satán se había ido.
Danny estaba muerto y Michael lo echaba de menos a pesar de habérselo quitado de encima. Aún echaba de menos la estrecha relación que habían tenido durante tantos años, ya que, por muy cabrón que fuese, por muy egoísta, también era un buen colega, al menos con él. Al contrario que mucha otra gente, Danny Boy lo había estimado sinceramente y siempre lo había protegido. Danny había descubierto hacía mucho que había sido su don para gestionar el dinero lo que los había hecho ascender tan rápido, pero él no ignoraba que sin sus contactos con la pasma tampoco lo habrían logrado. Jamás había querido pensar demasiado en ello, pero en su interior sabía que había algo extraño y, si hemos de ser honestos, tampoco había querido saberlo. Ahora, Danny estaba muerto, la gente empezaba a aceptarlo y todos trataban de limitar los daños que su muerte pudiera provocar.