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Ahora ya era una mujer mayor y encanecida a la que habían obligado a mantenerse al margen, y aunque eso le molestaba, también le resultaba un alivio. Ella tenía una bonita casa, una casa que hubiera suscitado la envidia de todas las mujeres, además de un dinerillo con el que se las podía apañar bastante bien. Y lo más importante de todo: contaba con una familia que se las había arreglado bastante bien, cada uno a su manera. No obstante, echaba de menos su antigua casa y sus amigas, pues aquel barrio era como un campo de concentración. Todo el mundo cuidaba de sí mismo y nadie llamaba a la puerta de nadie, a menos que tuvieran una buena razón para ello. Nadie se pasaba para tomar el té o chismorrear un poco, y nadie se metía en la vida de los demás. Sólo había garajes y barbacoas, y sólo escuchaban Radio 4 y veían documentales. Angélica se sentía como pez fuera del agua, pero Danny lo había hecho con la mejor intención del mundo, y no podía reprochárselo por temor a molestarle. Mucho menos después de lo mucho que él le había dado y proporcionado. Si él no le pagase las facturas del teléfono, se le habría ido la olla, como solía decir su madre con frecuencia y en tono poco amistoso. Para ser una inmigrante irlandesa, vivía como una reina, pero aun así echaba de menos a sus amigas, algo que no podía admitir delante de su hijo. Por eso las llamaba y hablaba con ellas durante horas, a sabiendas de que para ellas era cosa del pasado y que sólo mantenían su amistad por el miedo que inspiraba y la reputación que tenía su hijo. Había momentos en que llegaba incluso a añorar al cabrón y borracho de su marido. Al menos con él podía mantener una conversación sin tener que medir las palabras para no ofenderle. Sin embargo, conversar con los que la rodeaban era como una operación militar, con sus formalismos incluidos.

En la iglesia se encontraba con algunas amigas y, aunque se sentían intimidadas por su familia, y con sobradas razones para ello, se mostraban bastante conversadoras cuando se veían. Estaba pensando que a lo mejor se apuntaba a uno de esos viajes en autobús que organizaba la iglesia para los de la tercera edad y así rompía la monotonía de pasarse las horas limpiando la casa y esperando que regresasen las niñas. Dios era generoso y sabía lo mucho que había hecho por sus hijos. Lo triste es que no estaba muy segura de que ellos se diesen cuenta, especialmente su única hija.

Mientras se tomaba el whisky la invadió un terrible sentimiento de inquietud que la dejó sin aliento y empapada en un sudor frío y pegajoso. Ver en su imaginación el cadáver de su marido le provocó una arcada. Su hijo le había golpeado hasta casi matarlo, lo convirtió en un inválido y luego pasó el resto de su vida humillándole. Aun así, amaba a su hijo y cuidaba de él, a pesar de que sabía que era un chulo, un chulo vicioso y lascivo. La vida había sido muy dura con ellos y a cada uno le había afectado a su manera.

Tuvo el horrible presentimiento de que su hijo Danny Boy se encontraba en peligro, cosa muy frecuente, ya que él vivía en un constante estado de cólera y rabia. Ese presentimiento le estaba provocando un dolor en el pecho, como si una mano invisible le estuviera arrebatando la vida. Aferró el respaldo de la silla, incapaz de controlar el dolor. Intentó ponerse derecha y levantarse, pero no pudo. La pobre Mary yacía en la cama durmiendo la borrachera y las niñas estaban en el salón viendo esa mierda que ponían en la televisión. De repente, se dio cuenta de que necesitaba avisar a alguien, pues se sentía realmente enferma.

– Déjalo, Danny. Causarás más problemas de los que tratas de evitar. Perdiendo los estribos no conseguiremos nada.

Michael sirvió una generosa cantidad de Chivas Regal para ambos antes de continuar hablando.

– La metanfetamina de cristal destruirá todo lo que hemos conseguido si no la distribuimos debidamente y con la debida cautela, y tú lo sabes tan bien como yo. Ya hemos pasado por esto en otras ocasiones y sabes que el sentido de la oportunidad es la clave de todo. Antes de suministrarla, debemos ver quién la demanda. Por lo que sabemos, puede que no se dé bien. América es un mercado muy distinto al nuestro y su porcentaje de yonquis es mucho mayor.

Danny cogió la copa y le dio un sorbo, esperando a que su amigo terminase de hablar y aprovechando ese tiempo para recobrar la compostura.

– De momento, es una droga que consumen los gays. Siempre son los primeros en probar las cosas. Debemos elegir a nuestros distribuidores con mucho cuidado porque será un bombazo en las calles y no queremos que la onda expansiva nos alcance. No es como la coca y ni mucho menos como la hierba. Es como la heroína mezclada con una cabeza nuclear, por eso va a causar un enorme impacto en la sociedad. Podemos venderla de inmediato, podemos vender lo que se nos antoje, pero entonces no nos libraremos cuando nos apresen.

Michael estaba sentado con el hombre que deseaba ver muerto, cosa que no le sorprendía en absoluto. De hecho, en lo más hondo de su ser sabía que todo lo que dijese era completamente inútil; que, salvo que ocurriese algo inesperado como un asesinato o un accidente de coche, nada se interpondría en el camino de Danny Boy Cadogan. Sin embargo, ya habría tiempo para pensar en eso, pues tiempo era justamente lo que les sobraba. Michael bebió lentamente su whisky, pensativo. Había pensado en todos los detalles con su habitual meticulosidad. Tenía la certeza de que, o bien iba a ser un bombazo, o bien desaparecería de la noche a la mañana. El secreto consistía en esperar y ver los preliminares antes de comprometerse. Sin embargo, Danny sólo veía el aspecto monetario del asunto y el poder que tendrían si se convertían en los distribuidores al por mayor de semejante producto.

– La droga debe suministrarse a través de un subsidiario de confianza, si no la bofia que tenemos de nuestro lado y nuestros contactos saldrán huyendo. Espera un poco, ten paciencia y ya veremos cómo salen las cosas, ¿de acuerdo?

Michael hablaba con la lentitud y sensatez acostumbradas; de hecho, esa cualidad era una de las cosas que más agradaba a Danny, pues no se le escapaba ningún detalle. Danny bromeaba con frecuencia diciendo que Michael era tan meticuloso que se pasaba la noche sopesando los pros y los contras antes de hacerse una paja. Sin embargo, había muchas personas interesadas en ese producto y, de momento, provocaba un enorme revuelo en la comunidad. Al igual que el crack, esa droga atraía a los inútiles y acabaría adueñándose de los gilipollas. Sería como tener una máquina de hacer dinero y eso seducía a ambos. Danny asintió en señal de aprobación, como Michael esperaba que hiciera. Hablar era la única forma de sosegar a Danny y, mientras se tratase de negocios, siempre le escuchaba, cosa que no ocurría cuando se trataba de rencillas o desaires.

– ¿Has pensado en alguien?

Michael negó con la cabeza y sonrió.

– Aún no, pero tenemos tiempo de sobra para eso. Primero debemos dejar que la droga llegue a las calles, ver cómo la reciben, y luego estaremos en mejor posición para tomar una decisión acertada. Hasta entonces dejaremos todas las puertas abiertas. Los rusos son unos inútiles a la hora de distribuirla, igual que los europeos del este, además de que no saben trabajar en colaboración con nadie, lo cual será su derrota. Viven a lo grande y mueren jóvenes, pero hay que decir a su favor que cuentan con un ejército de hombres bien armados. Pensaremos en eso después, y cuando tomemos una decisión, será la acertada, como siempre. Los colombianos aún están en el ajo, como los negros. Veamos quiénes son los primeros en introducir el producto y esperemos a ver cómo lo aceptan los discotequeros de fin de semana. Después de todo, el speed es más barato y fácil de conseguir que la aspirina, y la coca más barata que una copa de vino. El cristal, sin embargo, es un billete de diez libras la dosis y da para que la gente esté colocada varios días. Se va a convertir en la nueva droga de moda, y no sólo por su precio. Eso pone de nuestro lado a la pasma y a los cargos administrativos. Debemos sacar la mayor tajada al principio con el fin de llevarnos la pasta gansa, pero también es importante que nos hayamos salido de la partida cuando se convierta en un problema social.