Se sentó en sus rodillas y él le pasó la mano por el largo pelo rubio, haciéndola estremecer. Sus suaves caricias eran más que suficientes, pues sabía que en ese momento era suyo. Danny le dio la vuelta y la hizo arrodillarse delante de él. El sofá crujió cuando él se levantó un poco para bajarse los pantalones hasta la altura de los tobillos. Ella lo miraba con deseo, con avidez. Danny volvió a sentarse y estiró las piernas, con los pantalones y los calzoncillos bajados. Tenía la polla erecta, palpitando de sangre; percibió el olor de su sudor y de su semen cuando le empujó la cabeza y se la introdujo en la boca sin ningún preámbulo. Como siempre, se la chupó con todas sus ganas. Danny, sin embargo, no veía a Denise, sino a su madre, preñada y sin un duro en el bolsillo, pero aun así permitiendo que su padre regresara a casa, aun después de haberlos abandonado a todos. Veía a Mary, otra puta asquerosa, otra que se había metido más pollas que Liz Taylor. Luego vio a la esposa de Michael y, cuando eyaculó, le introdujo la polla entera en la boca, disfrutando de los ruidos que hacía al atragantarse. Cuando terminó, vio que a ella le daban arcadas. Respirando profundamente, con el corazón acelerado y resonando en sus oídos de tal forma que le hacía recordar que aún seguía vivo, observó que Denise le daba un buen sorbo a la cerveza para quitarse el sabor a semen, para enjuagarse la boca.
Se estiró sintiéndose repentinamente cansado mientras miraba cómo Denise se preparaba otras cuantas rayas. De muy mala manera dijo:
– Puta de mierda. Eres capaz de irte con cualquiera con tal de que te invite a una raya y tenga un poco de pasta en el bolsillo.
Vio en sus ojos el daño que le causaban sus palabras, vio ese odio que emanaba y que siempre le hacía pensar que había logrado sus metas con respeto a las mujeres. Para él todas eran iguales: siempre te utilizaban, siempre ocultaban algo. Cuanto mejor las tratabas, cuanto más las respetabas, más se aprovechaban de ti y más gilipollas te consideraban. Eso mismo le había sucedido con su madre, que jamás había estado tan bien y, sin embargo, lo había cambiado por un hombre que sólo le había dado hijos y muchas penas. Danny odiaba cuando se sentía así, cuando permitía que esos asuntos se interpusiesen en su vida cotidiana. Odiaba pensar que había sido manipulado por su propia madre, cuando se daba cuenta de que todo lo que había hecho no era suficiente para ella. Hasta su padre, en su último aliento, había intentado acabar con él. Danny sabía que la mayoría de las personas eran unas aprovechadas, unas manipuladoras, y le gustaba pensar que las Denise y las Mary que andaban merodeando por ahí eran demasiado torpes para darse cuenta de ello.
– No se te ocurra hablarme de esa manera, Danny Boy, no te lo pienso aguantar.
Denise se levantó, con la nariz manchada de coca y el cuerpo rígido, dispuesta a pelear con tal de hacerse respetar.
A Danny le encantaba verla de esa manera, le hacía pensar que era la madre adecuada para su hijo porque estaba dispuesta a pelear por él si hacía falta. Sonrió y su actitud cambió repentinamente.
– ¿Dónde está mi hijo? Déjame ver a ese muchacho por el que estás dispuesta a romperme la boca.
Denise se sosegó, tal como esperaba Danny y como siempre hacía cada vez que demostraba un mínimo de interés por su hijo.
La verdad es que Danny no sentía nada por ella, ni por nada que hubiese engendrado su vientre, pero ella no lo sabía y él no sería quien se lo dijese. Ya había sacado de ella lo que deseaba y ahora lo único que quería era que le preparase un buen desayuno y poder dormir unas cuantas horas. No era mucho pedir, dadas las circunstancias.
Capítulo 23
Danny Boy miró a su hija y sonrió. Mary por fin había engendrado una niña, una niña que tenía las extremidades fuertes y parecía completamente sana. Después de sus otros hijos, éste parecía totalmente perfecto. Danny había creído que ella jamás sería capaz de engendrar un ser vivo y, la verdad, había tardado lo suyo. Que él hubiera sido la causa de sus anteriores abortos era algo que más valía la pena olvidar, ya que ahora se consideraba a sí mismo como la parte perjudicada de su matrimonio, el hombre despojado de hijos porque su mujer había sido incapaz de dárselos hasta ese momento. Hasta que ese diminuto retazo de perfección creado por Dios había venido a este mundo para compensarlo por tollos sus desengaños. Parecía predestinada a sobrevivir, a diferencia de los otros. En lo más hondo de su corazón, sabía que un hijo no habría sido tan bien recibido, no al menos para ser el primogénito. Una hija era justo lo que necesitaba. A él le gustaban más las niñas, las mujeres, pues le resultaba más fácil controlarlas.
Mientras miraba esos ojos profundamente azules que sabía que algún día serían iguales a los suyos, por primera vez en muchos años sintió una punzada de auténtica emoción, de verdadero amor y afecto. Ese pequeño trozo de carne era suyo, sentía su parentesco, como si el lazo que los uniera fuese tangible. Su diminuto cuerpo y sus pequeños brazos eran como una especie de milagro que jamás había conocido. El sentimiento que le inspiraba tampoco lo había experimentado hasta entonces. Sus pequeñas manos lo habían cautivado mientras las observaba con total incredulidad. Era tan pequeña, tan perfecta. Aún jadeando, ya intentaba aferrarse al aire y eso le gustó, pues estaba seguro de que algún día tendría todo un mundo al que aferrarse. Era la única mujer por la que había sentido respeto, la única mujer a la que antepondría a sí mismo. Era un sentimiento nuevo y lo asustaba; amar a alguien más que a sí mismo fue una novedad para él.
Su diminuta boca se abrió para soltar un suave gemido que le llegó directamente al corazón, ya que nada más oírlo sintió un enorme deseo de protegerla y un sentimiento de propiedad que resultaba tan abrumador como terrorífico. Miraba a su hija como si no hubiera visto nada parecido en la vida, como algo perfecto, como un ser inocente y cálido, alguien que él había creado y que dependía de él para todo. Al contrario que sus otros hijos, esa hija suya nacida en el seno del matrimonio le inspiraba una profunda afinidad. Hasta Mary, que yacía en la cama, sin maquillaje ninguno, cansada y exhausta por lo difícil que había sido el parto, aunque sin duda con mejor aspecto que la mayoría de las mujeres después de dar a luz, le inspiraba ahora un afecto que le resultaba completamente desconocido.
Mary le sonreía de forma tentadora y su inquietud le suscitó cierto malestar porque, por primera vez en muchos años, deseaba que se sintiera querida y mimada. El problema era que ya no sabía cómo hacerlo, pues había perdido la costumbre de ser agradable con ella. Era una buena pájara, pero sabía que, a su manera, eso constituía un punto a su favor. Sin embargo, al contrario que su hija, que lloraba exigiendo su atención y su consideración, se había dado por vencida demasiado pronto, se había doblegado a sus deseos. Miró de nuevo a su hija y, mientras la estrechaba entre sus brazos, se dio cuenta de que a partir de ese momento su vida ya no sería igual. Eso era algo real, verdadero, algo que estaba convencido de poder hacer bien. A su hija jamás le faltaría de nada, de eso ya se encargaría él. Ella sería lo más importante de su vida. Se dio cuenta de que por fin había encontrado su talón de Aquiles, que había resultado ser ese pequeño retazo de humanidad, esa personilla ruidosa y exigente. Sabía que, a partir de ese momento, tendría un punto débil, y ese punto débil era precisamente esa niña y esa necesidad suya de protegerla. Él había construido una muralla en su interior, había sido castrado hacía muchos años por el odio y la indiferencia de su padre, pero la niña que sostenía en sus brazos le había hecho darse cuenta de que los hijos son algo más que un apéndice en la vida, algo más que un agujero en tu cuenta corriente. El no sería como su padre, pues tenía la certeza de que removería cielo y tierra por sus hijos y por Mary, que como madre de ellos ahora estaba fuera de todo reproche. Esa hija era lo mejor que le había sucedido en la vida, pues los hijos, a fin de cuentas, son lo único que queda de uno en este mundo.