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Pasado el mediodía el vehículo comenzó a ascender por la ladera occidental de los Altos del Golán, en dirección al observatorio. Casi una hora después y tras subir por una carretera endiablada, el coche se detuvo ante unas grandes escaleras de piedra, situadas justo bajo el observatorio.

– ¡Qué frío hace aquí, maldita sea! -se quejó Colaiani al bajar del vehículo.

– Es porque estamos a casi tres mil metros de altura -explicó Yigal Mizrahi, director del observatorio astronómico del Monte Hermón mientras descendía por las escaleras para reunirse con los recién llegados.

– ¿Cómo estás, querido amigo? -dijo Ylan, dando un abrazo a Mizrahi-. Te presento a Afdera Brooks, al padre Maximilian Kronauer y al profesor Leonardo Colaiani, de la Universidad de Florencia

– Mucho gusto. Pasen dentro, hace menos frío.

El observatorio astronómico del Monte Hermón se había situado entre los más famosos del mundo en el estudio del universo. El equipo del doctor Mizrahi había conseguido descubrir e identificar estrellas de diversas clases con sus planetas y satélites.

– Aunque mi especialidad es la astronomía de posición, conocida como astrometría, y la astrofísica, que no es otra cosa que la aplicación al estudio de los astros de las teorías y técnicas surgidas en la física desde el siglo XX, soy un gran aficionado a la historia de la astronomía, y por eso Ylan les ha obligado a venir hasta aquí. Me dijo que estaban ustedes buscando la posición de una tumba concreta situada en San Juan de Acre.

– Sí, así es. Descubrimos la ciudad donde estaba la tumba gracias a una estela funeraria árabe del siglo XIII. Al traducir la frase de la estela, aparecieron unas extrañas palabras: Donde yace el caballero del león, el sagrado, allí donde se alza la estrella, allí en la ciudad aún santa, encontrarás la palabra del verdadero, del elegido, el de la gran estirpe que no, tiene rey y que deberá guiar a las tribus de Israel. Conseguimos descifrar gran parte del significado de la frase, pero nos llamó la atención la parte que hace referencia a allí donde se alza la estrella y creemos que puede estar relacionada con la ubicación de la tumba en Acre -explicó Afdera.

– En el siglo XIII, en Oriente Próximo, eran relativamente comunes los relojes de sol con unas curvas dibujadas en el cuadrante para los rezos diarios -explicó Mizrahi mientras se dedicaba a meter datos y cifras en un ordenador-. Éstos marcaban los cuatro puntos cardinales. El cuadrante era horizontal, así que sobre ellos era fácil seguir un ángulo hasta una distancia determinada. Para que ustedes me entiendan, todos ellos mostraban siempre la dirección a la Kaaba, en La Meca, lo que hacía que los musulmanes se tomasen la exactitud de la posición muy en serio, casi como una tarea sagrada. El mihrab de las mezquitas está siempre orientado a La Meca.

– Entiendo que eso sólo podría marcarse si en San Juan de Acre existiese una mezquita del siglo XIII -dijo Max.

– Déjeme explicárselo, padre. Durante la construcción, por ejemplo, de las mezquitas de San Juan de Acre, sería el eje norte-sur y sus constructores lo marcarían. También es posible seguir la dirección del muro de la qibla en las mezquitas. Si se colocan dos clavos en el muro, se puede señalar un punto dependiendo de la visibilidad -indicó Mizrahi, mostrando a sus visitantes mapas del siglo XIII del Mediterráneo Oriental.

– Acérquense al ordenador. Se lo enseñaré -invitó el astrónomo-. Si alguien hubiese calculado la distancia exacta entre nuestro lugar, aquí en el Monte Hermón y, por ejemplo, Alejandría, y tuviera un mapa moderno, podría precisar el lugar exacto con un ángulo. La forma aproximada para señalar sería identificar un punto de la costa sabiendo, primero, el punto que está al oeste, al amanecer, y segundo, la distancia desde la costa hasta la tumba. Teóricamente, alguien muy inteligente, como los árabes de Al-Mamun, generó mapas muy exactos. Eratóstenes acertó incluso al calcular el grado terrestre y algunos astrolabios daban una buena exactitud.

– ¿Quién era Eratóstenes? -preguntó Max.

– Un sabio que nació en Libia, en el siglo III a.C., y al que se le atribuye la invención de la esfera armilar, que aún se empleaba en el siglo XVII. Aunque debió de utilizar este instrumento para diversas observaciones astronómicas, sólo queda constancia de la que le condujo a la determinación de la oblicuidad de la eclíptica. Determinó el intervalo entre los trópicos, para que ustedes lo entiendan, y obtuvo un valor de 24 grados.

– Pues sigo sin entender absolutamente nada -reconoció Afdera.

– Es muy sencillo. Los árabes no marcaban sus coordenadas de situación como lo hacemos hoy, a través de puntos terrestres, sino a través de puntos estelares. Cuando ayer me llamó Ylan y me habló de la frase donde yace el caballero del león, el sagrado, allí donde se alza la estrella, allí en la ciudad aún santa, la estrella se refiere a la constelación de Bootes o del Pastor. Primero, metí en el ordenador del observatorio los datos y las fechas aproximadas en las que se supone que fue enterrado su caballero. Jugué con ventaja, porque Ylan me dijo que tenían ustedes localizada la ciudad en donde se encuentra la tumba: Acre. En cuestión de minutos comenzaron a aparecer posiciones de estrellas y, a partir de ahí, se puede establecer la posible ubicación de la tumba, siempre y cuando nadie nos haya jugado una mala pasada.

– ¿Qué es la constelación de Bootes? -preguntó Colaiani, interrumpiendo la explicación del astrónomo.

– Primero unimos las estrellas y Boo, p Boo y a Boo con una línea recta. Después hacemos lo mismo con las estrellas e Boo, o Boo y nuevamente la estrella p Boo. Después unimos las dos líneas rectas y en el centro de esas dos líneas rectas aparece la ciudad de Acre, o San Juan de Acre, como era conocida durante la época de las cruzadas. Bootes, o el Pastor, es una de las ochenta y ocho constelaciones modernas y era una de las cuarenta y ocho constelaciones listadas por el gran Ptolomeo. El Pastor representa una figura humana de gran tamaño, mirando hacia la Osa Mayor.

– ¿Quiere decir que la marca de la tumba no estaba señalada por ninguna medida terrestre, sino estelar?

– Créame, los árabes eran mucho más avanzados que los occidentales. Mientras en Europa moríamos a causa de la peste y las hogueras de la Inquisición, en zonas como Irak se establecía una Casa de la Sabiduría para que los científicos pudiesen investigar tranquilamente.

– Pero Luis IX de Francia no disponía de ningún cartógrafo árabe o, si lo tuvo, no quedó constancia de esa supuesta relación -aseguró Colaiani.

– ¿Cómo está tan seguro? -replicó Mizrahi-. A muchos grandes señores de la época les gustaba estudiar los libros escritos por matemáticos, cartógrafos o astrónomos árabes. Por ejemplo, la brújula, aunque inventada por los chinos, es mencionada por primera vez por los árabes en 1220. Probablemente fueron ellos quienes la introdujeron en Europa. Durante el estancamiento geográfico medieval europeo, fueron los navegantes árabes quienes realizaron y utilizaron cartas geográficas de gran exactitud. Después de un largo periodo de silencio se inició un movimiento de recuperación de los clásicos griegos por parte de los árabes en los siglos VIII y IX. A partir de esta última fecha, el mundo islámico produce su propia cartografía. Estos avances cartográficos llegan principalmente a Europa gracias a los intercambios comerciales que se mantienen con los árabes, relaciones que se hicieron más fluidas durante el siglo XIII, provocando un mayor conocimiento por parte de los occidentales del mundo oriental. Piense, profesor, que en 1154, Al-Idrisi, usando como principal fuente el trabajo de Ptolomeo, realizó un mapa del mundo bastante exacto, y estamos hablando del siglo XII.