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Al general Félix Hernando y al teniente coronel Manuel Llamas, de la Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil, por su asesoramiento desinteresado en algunos puntos de esta novela.

A Corto Maltés, mi héroe imaginario, y a Hugo Pratt, por su gran ayuda a la hora de mostrarme su Venecia secreta.

A mi querida Belén, por su afilado lápiz rojo. Se ha convertido en un amuleto para mí.

A Miryam Galaz, mi editora, por el mimo con que trató esta novela y con la que discutí horas y horas sobre la trama y los personajes de El Laberinto de Agua.

Y, por último, un agradecimiento muy especial a mi querido amigo Juan Ignacio Alonso, que tuvo la paciencia de leerse el manuscrito mientras iba formándose. Las discusiones sobre el desarrollo de la trama y los personajes, sus comentarios, apreciaciones y recomendaciones me ayudaron a contar esta historia. Y a Antonio Piñero, catedrático de Filología Griega de la Universidad Complutense de Madrid, verdadero pozo de sabiduría y uno de los grandes especialistas mundiales en los textos del cristianismo primitivo. Él me ayudó, con sus sabios consejos, a crear la carta de Eliezer.

Una parte de esta novela es de todos ellos…

Eric Frattini

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