– ¿Piensas que alguien podría haberle arrojado al lago?
– ¿A qué te refieres?
– ¿Podría alguien haber arrojado a Hoffman al lago?
– ¿Cómo? Para eso habrían tenido que obligarlo a detener el coche, y, por supuesto, tendría que ser alguien conocido o que le inspirase confianza, porque si no, Werner no se hubiese parado. No sé por qué estás haciendo estas preguntas, pero me estás asustando, Afdera.
– Tal vez no sea nada. No te preocupes. Quizá se trate, efectivamente, de un accidente y nada más. ¿Quién lleva la investigación?
– Creo que un tal comisario Grüber, Hans Grüber o algo parecido, de la División Criminal de la Staat Polizei de Berna. Si quieres, puedo buscar la tarjeta que me dio y darte su teléfono.
– Sí, Sabine, te lo agradecería mucho -le pidió Afdera.
Tras unos momentos de espera, la restauradora volvió al otro lado del teléfono.
– Aquí está. Toma nota -dijo Sabine-, el número es el 41 de Suiza, el 31 de Berna, y el teléfono es el 633 53 22.
– Le llamaré.
– ¿Para qué quieres llamarle?
– Quiero hablar con él antes de contarte algo. Déjame hablar con él, y en cuanto aclare mis dudas, volveré a llamarte para comentarte algunas cosas.
– Me da miedo que albergues alguna sospecha sobre un accidente que supuestamente nada tiene que ver contigo.
– Bueno, ahora quiero saber cómo va el libro.
– Muy bien. Está casi terminada la restauración. También tenemos ya la datación por radiocarbono. ¿Prefieres que te envíe los resultados o que te pase con John para que te los explique él mismo? -preguntó Sabine.
– Las dos cosas. Envíame por DHL una copia del informe, aunque también me gustaría hablar con Fessner para que me cuente qué ha averiguado.
– De acuerdo, ahora te paso con John. Por cierto, ¿has pensado qué vas a hacer con el libro de Judas cuando terminemos con él?
– Assal y yo hemos decidido vendérselo a un mecenas que lo donará a una universidad o institución para que puedan acceder a él los investigadores.
– Eres muy generosa, pero creo que es la decisión más acertada desde el punto de vista académico -aseguró Sabine Hubert antes de pasar la llamada de Afdera a John Fessner, el experto del equipo en análisis de carbono 14.
– ¿Afdera? Afdera, soy John Fessner.
– Hola, John, ¿qué tal? Cuéntame qué habéis descubierto.
– ¿Te has enterado ya de la muerte de Werner? Es muy extraño, ¿no te parece?
– Sí, John, me lo acaba de contar Sabine. Lamento muchísimo su pérdida.
– Aquí también lo sentimos mucho todos. Bueno, déjame que coja los informes y te cuento qué hemos averiguado -pidió Fessner-. Primero, quiero decirte que la datación por radiocarbono es el método más exacto para fechar los objetos antiguos derivados de los seres vivos. Mediante este sistema podemos calcular la cantidad de isótopos radioactivos de carbono producido en la atmósfera que se acumulan en todo ser vivo por igual. Cuando una planta o un animal mueren, el radioisótopo se descompone. Tiene una vida media de cinco mil setecientos años, o lo que es lo mismo, en cinco mil setecientos años la mitad del radioisótopo desaparece de forma constante. Eso nos da una medida temporal para poder calcular la edad de cualquier cosa. En este caso hemos datado la edad del papiro desde el mismo momento en que fue cortado. Las muestras recogidas del libro nos darán una datación de cuarenta años, arriba o abajo. Otro método de análisis han sido las informaciones perimetrales, es decir, aquellas que rodean al libro.
– ¿A qué te refieres?
– Es sencillo. Analizamos la procedencia del papiro o qué materiales se usaron para su fabricación, como las tapas de cuero, la tinta, el papel. Se analizaron varias muestras de la cubierta de cuero y de las páginas interiores. Seleccionamos entre los cinco miembros del equipo aquellas partes del libro que eran las más interesantes para analizar. No podíamos arriesgarnos a que el evangelio de Judas fuese más antiguo que la epístola de Jaime o viceversa, así es que decidimos analizar diferentes partes.
– Por favor, ¿puedes decirme cuándo se escribió el libro de Judas?
– ¡Oh, perdona! Soy científico y me gusta explicar con detalle los caminos que me han llevado hasta el final de ese mismo recorrido -respondió el experto con cierto tono molesto-. Teniendo en cuenta una probabilidad del 95 por ciento, tu libro está datado en un periodo comprendido entre los años 220 y 340 d.C.
– ¿Puede haber algún error de cálculo en esta datación?
– Existen pequeñas fluctuaciones en la cantidad de carbono en el momento en el que la planta está en su fase de crecimiento, por eso hay que corregir esa fluctuación mediante una calibración. Piensa también que los resultados son una suma de probabilidades y posibilidades, pero aun así puedo asegurarte que, hablando estadísticamente, sólo hay un 2,5 por ciento de probabilidades de que tu libro se escribiese antes del año 240 d.C. y un 2,5 por ciento de probabilidades de que se escribiese después del año 340 d.C.
– Muchas gracias, John. No sabes cómo te lo agradezco. ¿Me puedes pasar otra vez con Sabine, por favor? Necesito hablar con ella.
– Por supuesto, pero antes Burt y Efraim quieren comentarte algo -dijo Fessner.
– ¿Hola?
– ¿Quién eres? -preguntó Afdera.
– Soy Efraim, Efraim Shemel. Sólo quería decirte que la traducción está casi finalizada, a falta de ciertos retoques gramaticales. A juzgar por la caligrafía antigua y el uso del copto en tu libro, el documento se habría transcrito, como muy tarde, durante el primer cuarto del siglo V, tal vez incluso antes. La fecha en la que se copió el evangelio podría haber sido sobre el año 220 d.C., cuando muchos evangelios competían por el dominio y la primacía de ser los verdaderos textos de una nueva religión llamada cristianismo.
– ¿Estás seguro de este dato?
– Tan seguro como que tú y yo estamos hablando en este momento. Incluso te diré que podría haber sido escrito antes del nacimiento del emperador Constantino, el mismo que promulgó un decreto para declarar el cristianismo como la religión oficial del Imperio romano.
– John me ha dicho que la datación podría acercarse a principios del siglo IV. ¿Cómo sería entonces posible que se hubiese copiado durante el primer cuarto del siglo V?
– Hola, Afdera, soy Burt Herman. Yo respondo a tu pregunta. John te dio como datación entre los años 240 y 340 d.C., así que debemos analizar la obra desde los dos puntos de vista. Efraim realiza siempre sus análisis sobre la forma en la que está escrito, no desde la perspectiva religiosa. Lo que sí es poco probable, desde esa perspectiva, es que tu evangelio se copiara después del 325, año del Concilio de Nicea. Y es bastante poco probable que el texto de papiro fuera muy posterior al año 340. Si analizamos la media estadística usada por John, el año 280 d.C. puede ser su fecha de origen. Lo que está claro es que este evangelio de Judas fue copiado sólo un siglo después sobre un texto original, escrito posiblemente en griego o arameo. Se podría incluso haber copiado cuarenta o cincuenta años después de que Irineo de Lyon lo condenara en su tratado Contra las herejías.
– ¿Crees entonces que el evangelio de Judas es tan sólo una copia de otro documento original? -preguntó Afdera al experto en orígenes del cristianismo.
– Estoy seguro. Tu texto y el códice entero eran mucho más antiguos de lo que suponíamos, casi de un siglo antes. Está claro que el libro fue escrito durante la era del primer cristianismo. Este texto de Judas, podría tratarse del primer documento cristiano que llega intacto hasta nuestras manos. Lo que sí nos ha llamado la atención a Efraim y a mí es que en él aparecen constantes referencias a una carta de un tal Eliezer, pero no especifica quién es o qué papel jugó en la vida o los textos de Judas Iscariote.