Выбрать главу

¿Crees que regresarás al mundo de este libro?

No lo sé. En cierto modo, estos cuentos tienen tantos aspectos por explorar que no he hecho más que arañar la superficie, pero quizás haya otras formas de examinarlos y llegar a comprenderlos. En El libro de las cosas perdidas hay una especie de unidad perfecta: comienza como debería comenzar y termina exactamente como debería, al menos para mí. Creo que estas viejas historias siempre influirán en mí, pero, por ahora, puede valerse por sí mismo. He escrito el mejor libro que podía, siendo la persona y el escritor que soy. Estoy satisfecho con mi trabajo.

.

Sobre los cuentos de hadas, las torres oscuras y otros asuntos similares

Algunas notas sobre El libro de las cosas perdidas

.

Rumpelstiltskin

«En realidad, el Hombre Torcido no tenía nombre. Los demás podían llamarlo como quisieran, pero era una criatura tan antigua que las formas en que los hombres lo llamaban no tenían ningún significado para éclass="underline" Tramposo, el Hombre Torcido, Rumple…

»Oh, pero ¿cómo era aquel nombre? Da igual, da igual…»

De El libro de las cosas perdidas, capítulo XXIX

Sobre Rumpelstiltskin

La figura más importante en El libro de las cosas perdidas, aparte de David, es el Hombre Torcido. En la novela, le debe parte de su ascendencia a Rumpelstiltskin, el enano que hila la paja para convertirla en oro y ayuda a la hija de un molinero pobre, aunque, a cambio, le pide que le entregue a su primer hijo; la muchacha sólo podrá librarse del trato si averigua su nombre. Pero en el libro también se dice que el Hombre Torcido es un tramposo, y ese nombre también cuenta con su carga mitológica.

Los tramposos son seres que rompen las reglas, como el dios noruego Loki (que engaña al ciego Hod para que mate a su hermano gemelo Balder con una ramita de muérdago), Reynard el Zorro en los cuentos populares franceses, o el cuervo y el coyote en las historias de los indios norteamericanos. Estos personajes suelen romper las reglas robando o, como su nombre indica, haciendo trampas.

El tramposo es un arquetipo importante, una criatura traviesa, a veces maliciosa, que supera los retos del mundo a través del engaño. A pesar del daño que causa, consigue que aquellos que se encuentran con él se enfrenten a sus propias deficiencias y a las deficiencias de la sociedad en la que viven. En otras palabras, mientras lo hace todo pedazos, conduce a la creación de otras estructuras mejores. En cierto sentido, representa esa parte de la psique humana que está libre de convenciones, la imaginación que nos permite hacer frente a los problemas y superarlos.

El Tramposo también cambia de forma, como el Héroe de las mil caras de Joseph Campbell hecho realidad. Es un superviviente, nacido y renacido, y, de este modo, simboliza una mitología de la creación que se vincula al cristianismo y la posibilidad de la vida eterna. Suelen asociarlo con los símbolos de los relojes y el tiempo (un reloj de arena, en el caso de El libro de las cosas perdidas), y también se le relaciona con los cuentos, que son los que, en esta novela, le proporcionan gran parte de su poder.

Orígenes

Aunque la versión más conocida de Rumpelstiltskin sigue siendo la de los Hermanos Grimm, publicada por primera vez por ellos en 1812, existen versiones inglesas, italianas y suecas, y el personaje ha recibido distintos nombres: Titeliture, Panzimanzi, Whuppity Stoorie y Purzinigele, entre otros. Saber hilar era una prueba matrimonial en algunas comunidades rurales, y los Grimm alteraron algunos aspectos del material original para darle a su versión del cuento un giro inesperado, si se me permite el pésimo juego de palabras. En algunas versiones orales del cuento, el problema de la chica no es que fuese incapaz de cumplir la promesa de convertir la paja en oro, sino que sólo podía hilar oro. Si lo miramos desde cierta perspectiva (siempre que excluyamos el deseo de Rumpelstiltskin por hacerse con el hijo de la chica), es posible ver al enano como una figura amable, y algunas interpretaciones del cuento le permiten escapar indemne al final.

Rumpelstiltskin también resulta ligeramente problemático en el sentido de que muestra mucho engaño y codicia, incluso en los personajes por los que se supone debemos sentir cariño. Al fin y al cabo, es el molinero pobre el que mete a su hija en el lío al mentir al rey, y el rey es tan codicioso como para poner a su futura esposa a hilar cada vez más paja. De hecho, podría decirse que la única persona de la historia que no es culpable de ningún tipo de engaño es el mismo Rumpelstiltskin, porque siempre deja claro lo que quiere, e incluso siente algo de lástima por la muchacha y la deja intentar adivinar su nombre, aunque, dado el trato que habían cerrado, no tenía por qué hacerlo.

En El libro de las cosas perdidas, el Hombre Torcido es una versión mucho más malvada de este personaje, aunque cuente con varios de los rasgos que identifican a los tramposos de los mitos. Sin embargo, a pesar de su malevolencia, es él quien obliga a David a reconocerse responsable de su hermano Georgie, el niño que había invadido su vida.

Pueden encontrarse distintas interpretaciones del cuento en Kissing The Witch («The Tale of the Spinster»), de Emma Donoghue; Disenchantments («Rumpelstiltskin»), de William Hathaway; y Transformations («Rumpelstiltskin»), de Anne Sexton.

Rumpelstiltskin

Los Hermanos Grimm

Érase una vez un molinero que era pobre, pero que tenía una hija muy guapa. Sucedió que tuvo que ir a hablar con el rey y, para darse importancia ante el monarca, le dijo:

– Tengo una hija que puede hilar la paja y convertirla en oro.

– Ese arte me complace -contestó el rey-; si tu hija es tan hábil como dices, tráela mañana a palacio y la pondré a prueba.

Cuando le llevaron a la muchacha, el rey la condujo a una habitación que estaba llena de paja, le dio una rueca y un carrete, y le ordenó:

– Ahora ponte a trabajar, y, si mañana por la mañana temprano no has convertido esta paja en oro, morirás.

Una vez dicho aquello, él mismo cerró la puerta con llave y la dejó sola, así que la hija del molinero pobre se sentó y, por muchas vueltas que le dio, no supo qué hacer. Se asustó cada vez más, hasta que se puso a llorar sin remedio.

De repente, la puerta se abrió y por ella entró un hombrecillo.

– Buenas tardes, señorita molinera -le dijo el recién llegado-. ¿Por qué lloras?

– Ay, tengo que hilar esta paja y convertirla en oro -respondió la muchacha-, pero no sé cómo hacerlo.

– ¿Qué me darás si lo hago por ti? -le preguntó el enano.

– Mi collar.

El hombrecillo cogió el collar, se sentó delante de la rueca y, ris, ris, ris, tres vueltas, y se llenó el carrete; después puso otro y, ris, ris, ris, tres vueltas, y lo llenó también. Así siguió hasta que se hizo de día, tuvo hilada toda la paja y los carretes quedaron llenos de oro.

El rey apareció muy temprano, y, cuando vio el oro, se mostró asombrado y encantado, pero su corazón sólo sintió crecer la codicia. Hizo que llevaran a la hija del molinero a otra habitación más grande, también llena de paja, y le ordenó que la hilara en una sola noche si le tenía aprecio a su vida. La muchacha no sabía qué hacer y empezó a llorar, pero entonces se abrió la puerta y apareció el hombrecillo, diciendo: