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Los tres cirujanos del ejército

«Entonces tuve buena suerte: me encontré con tres cirujanos que viajaban por el bosque, así que los capturé y los traje aquí. Me dijeron que habían creado un ungüento que podía volver a unir una mano cortada a su correspondiente muñeca, o una pierna a su torso. Les obligué a enseñarme lo que podían hacer: le corté el brazo a uno de ellos, y los otros lo repararon, como habían dicho. Después corté a otro por la mitad, y sus amigos lo dejaron entero de nuevo. Finalmente le corté la cabeza al tercero, y los otros se la fijaron otra vez al cuerpo.

»Y así se convirtieron en las primeras de mis presas nuevas…»

De El libro de las cosas perdidas, capítulo XVI

Sobre Los tres cirujanos del ejército

En mi pared tengo un cuadro titulado Rabbit, de un artista llamado David Morris (puede verse en‹www.davidmorris.info/ index.html›). En él se ve a un niño con cabeza de conejo y a un conejo con cabeza de niño que se asoman desde detrás de un par de árboles. Junto con las imágenes recurrentes de cazadores y cazados en las historias de los Hermanos Grimm, y la historia llamada The Tale ofthe Three Army-Surgeons (El cuento de los tres cirujanos del ejército), este cuadro fue la inspiración para el encuentro de David con la cazadora en El libro de las cosas perdidas. Me pregunté cómo habría llegado el niño a tener la cabeza del conejo, y viceversa. Después pensé en cómo David podría engañar a la cazadora. En parte, lo aprende de la historia de Hansel y Gretel que le ha contado antes el Leñador, porque, como Gretel, encuentra la forma de utilizar su aparente inocencia para vencer a la mujer que lo amenaza. Pero David es más astuto que Greteclass="underline" explota la vanidad de la cazadora y su deseo de ser el mejor depredador del bosque, contándole lo que sabe de los centauros.

No he encontrado mucha información sobre el trasfondo de esta historia y, sinceramente, el único elemento de la misma que deseaba emplear de forma explícita en El libro de las cosas perdidas era el uso del ungüento para curar las heridas. Dice mucho sobre el orgullo desmesurado de la profesión médica y sobre la forma en que venden sus habilidades, algo que probablemente resultaba relevante para los que, a principios del siglo xix, tenían razones para temer a los médicos, aunque necesitasen su ayuda.

Sin embargo, la historia también suscita algunas preguntas interesantes sobre lo que ahora podemos denominar como «terror del cuerpo». Al fin y al cabo, la idea central es que «Otro» se adueñe de tu cuerpo, algo fuera de tu control. Cada uno de los cirujanos descubre que su individualidad, incluso su conciencia, está en peligro por la adición de elementos de otros seres ajenos. Por tanto, no es difícil ver la influencia de este cuento en, por ejemplo, el Frankenstein de Mary Shelley (sobre todo en el uso de partes del cuerpo robadas de los criminales muertos en la horca), ni encontrar similitudes en películas como La invasión de los ladrones de cuerpos, The Hands of Orlac o La mosca, de David Cronenberg.

Estas ideas alimentan las últimas etapas de la batalla de David contra la cazadora, cuando ella por fin se enfrenta a los parias creados en sus experimentos (y estoy seguro de que parte de mis recuerdos de La isla del doctor Moreau, de H. G. Wells, también se introdujeron en la historia). En cualquier caso, la pregunta que plantea este encuentro es si lo que hace que esas pobres criaturas se venguen con tanta crueldad de la mujer es su lado animal o su lado infantil.

Sobre cazadores, cazadoras y figuras paternas

En muchos cuentos de hadas aparece una figura masculina que puede verse como una representación inconsciente del padre. Suele ser un cazador o un hombre de los bosques, y, en El libro de las cosas perdidas, se trata del Leñador que David encuentra al llegar al nuevo mundo, en el que después, al final de la novela, reconoce ciertos rasgos de su propio padre. Sin embargo, David cree que el Leñador tiene algunos defectos, que son su falta de conocimientos y su renuencia a compartir información sobre algunos aspectos de su vida. También demuestra ser incapaz de proteger a David de los lobos, y el chico tiene por tanto que confiar en su propio valor, aunque el hecho de que el Leñador esté dispuesto a sacrificarse por él, nos hace sospechar que, al final, David logrará comprenderlo todo.

Roland también es una figura paterna alternativa, aunque su entrega a la «búsqueda» y al ausente Raphael lo convierten en una figura aun menos fiable que el Leñador. Fletcher, el líder de facto de los aldeanos, proporciona otra versión de la figura paterna para David, aunque se trata de una figura frenada por la precaución, que, como sus vecinos, se niega a aceptar por completo el plan de Roland contra la Bestia. El rey también intenta fingir ser una figura paterna para David, pero, a la vez, pretende que lo vea como a un igual, o como a alguien que podría ser su igual si el chico aceptase el trono.

Así que, una y otra vez, nos encontramos con figuras paternas que fallan en su función como protectores, que es lo que David necesita. En parte se debe a la desconfianza que el niño siente por su verdadero padre, además de a la traición que para el muchacho supone su relación con Rose, una relación al parecer consumada no mucho después de la muerte de la madre de David. Aquí podríamos plantearnos si David no tiene una causa legítima para quejarse. ¿Cuánto tiempo debe guardar luto un hombre por la esposa perdida? La velocidad con la que el padre de David se compromete con Rose, y la presencia de ésta en el hospital en el que se muere la madre, podrían sugerir que las semillas de la relación se plantaron cuando la esposa seguía viva. Está claro que David, hasta cierto punto, es consciente de ello, y el que su padre sea incapaz de tratar el tema con él de forma adecuada revela una debilidad en el carácter del progenitor. Pero en los cuentos de hadas encontramos continuamente figuras paternas débiles: el molinero mentiroso y el rey codicioso de Rumpelstiltskin; el padre cómplice del abandono de sus hijos en Hansel y Gretel; el rey que es incapaz de reconocer la amenaza que supone su esposa en Blancanieves, y el cazador que después es incapaz de cumplir el deseo de la reina de matar a Blancanieves, pero que tampoco se atreve a protegerla. Por tanto, el padre de David es uno más en una larga tradición de hombres débiles.

Sin embargo, uno de los personajes más aterradores e insensibles del libro es la cazadora, una mujer que, en esencia, usurpa el papel tradicionalmente reservado a los hombres en los cuentos de hadas. Ella es la antítesis del protector, un padre-cazador que, en vez de proteger a los niños de los animales salvajes, captura a los animales y los utiliza para socavar la identidad del niño, uniéndola a la de la criatura del bosque para poder cazar y matar al híbrido resultante. De nuevo, ella es un símbolo de la amenaza femenina que domina la vida de David, personificada en su madrastra, pero la cazadora es aún peor, porque, si la figura paterna tradicional no puede proteger al niño, ¿qué mejor para ocupar su lugar que un ser preparado para explotar esa vulnerabilidad hasta sus últimas consecuencias? Como el hombre que vive junto a las vías del tren, el hombre responsable de la muerte de Billy Golding, esta mujer es una asesina de niños.

Finalmente, esto plantea una última pregunta, porque hay dos niños cuyo destino nunca llega a descubrirse del todo en El libro de las cosas perdidas. Sus sombras obsesionan a David, de una forma bastante literal en el caso del espíritu de Anna, que el niño encuentra casi al final del libro. David, a través de su imaginación, crea una versión de lo que les podría haber pasado, pero, si aceptamos que el mundo en el que entra es por completo producto de su imaginación (y con esto no sugiero en modo alguno que sea la única alternativa), ¿qué les pasó a Jonathan y a Anna? Al meditar sobre la terrible muerte de Billy Golding, David ofrece una posibilidad que resulta aterradoramente probable, una posibilidad que influye en todo lo que pasa después en el libro.