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– Yo también -dijo Sam.

Suspirando, Rebecca alzó su copa de champán.

– Por Kate -dijo.

Sam acercó su copa a la de Rebecca justo en el momento en el que Kyle se unía a ellas.

– ¿Sabéis? -admitió Kyle un poco avergonzado-. Sé que vais a pensar que estoy loco, pero, hoy en la iglesia, tenía la sensación de que Kate estaba allí. Cuando hemos bajado las escaleras de la iglesia, habría jurado que estaba entre los invitados -se sonrojó ligeramente-. Caramba, Rebecca, estoy empezando a hablar como tú.

– Yo también lo he sentido -admitió Sam. Rebecca elevó los ojos al cielo.

– Dios mío, y después yo soy la chiflada de la familia.

– La chiflada no, solo la excéntrica. Y en todas las familias hay alguna -comentó Caroline riendo, mientras se unía al grupo. Miró a Kyle con una sonrisa-. Creo que todo el mundo está esperando a que saques a la novia a bailar.

El pianista renunció a su puesto y la banda comenzó a tocar mientras Kyle sacaba, no solo a Sam, sino también a Caitlyn, a bailar a la improvisada pista de baile. El olor de la artemisa se mezclaba con el perfume de Sam y el viento silbaba suavemente en las montañas. Kyle tenía la sensación de que por fin había llegado a casa. El camino había sido largo, lleno de curvas peligrosas y callejones sin salida, pero por fin había llegado a lugar al que pertenecía.

«Gracias, Kate», pensó. Porque había sido su abuela, tras su muerte, la que le había dado lo que realmente necesitaba: una familia y un rancho en los salvajes campos de Wyoming. Un par de parejas se unió al baile y Grant se acercó para apartar a Caitlyn de los brazos de Kyle.

– Solo un baile con la señorita.

Sam rió y aquel sonido llegó hasta el corazón de Kyle. Abrazó a Sam con fuerza y le dio un beso en la mejilla.

– Me temo que después de hoy ya no vas a poder deshacerte de mí.

– ¿Quieres decir que esto es para siempre? Oh, maldita sea.

– Está jugando con fuego, señora.

– ¿De verdad?

– Y podrías terminar quemándote.

– Eso es exactamente lo que pretendo -lo besó en el cuello-.Y el fuego será tan intenso, querido marido, que tendrás problemas para apagarlo.

Kyle soltó un gemido.

– Si no paras de decirme ese tipo de cosas, te llevaré al dormitorio delante de mi familia, tu madre, nuestra hija…

– Promesas, promesas -replicó Sam.

Con un rápido movimiento, Kyle la levantó en brazos y comenzó a subir las escaleras. Sam soltó una carcajada, pero se retorció para liberarse.

– Lo primero es lo primero, vaquero -le advirtió, y en cuanto estuvo de pie, agarró el ramo de novia y lo tiró por encima del hombro.

Las flores describieron una parábola en el aire y aterrizaron en las manos abiertas de Allie.

– ¿Qué demonios es esto? -preguntó Allie, estupefacta…

Kyle soltó una carcajada.

– No podía haber aterrizado en un lugar mejor – dijo, divertido ante la sorpresa que reflejaba el rostro de su prima. Después, incapaz de esperar un segundo, volvió a levantar en brazos a la novia y la llevó al dormitorio.

– ¿Y ahora qué tenemos que hacer? -preguntó, tras haber cerrado la puerta.

– Utiliza tu imaginación -sugirió Sam. Justo en ese momento llamaron a la puerta.

– ¿Mamá? ¿Papá? ¿Estáis ahí?

Samantha arqueó la ceja, miró a su marido y se dispuso a abrir la puerta.

– Bienvenido a la paternidad, Kyle Fortune. Creo que tu hija te necesita.

Epílogo

– ¿Es que no has aprendido la lección? ¿No te ha bastado con estar tan cerca de la muerte para entender que tienes que tener cuidado? -Sterling estaba muy agitado. Sus labios se habían convertido en una dura línea y se pasaba nervioso la mano por el cuello.

Ella, por su parte, se regañaba a sí misma por haber pasado tantas horas en Wyoming, espiando a Kyle, a Samantha y a Kyle, pero había sido estrictamente necesario.

Sentado tras su enorme escritorio, Sterling la fulminó con la mirada, como si se estuviera enfrentando a una niña desobediente.

– Todo la familia cree que estás muerta, Kate -le recordó-.Y por mucho dolor que eso les suponga, esa es la única manera de mantenerte a salvo.

– Si tú lo dices.

– Si no recuerdo mal, todo esto fue idea tuya.

– Y todo el mundo continúa pensando que estoy muerta.

– Ir a la boda de Kyle fue una insensatez. Demasiado arriesgado. ¿En qué demonios estabas pensando?

– Me senté en uno de los bancos traseros disfrazada de hombre. Nadie me reconoció.

– Pero a mí me vas a matar a disgustos. Me he pasado seis meses volando a Clear Springs, pasándote informes para que nadie pudiera sospechar que estás viva y de pronto te presentas tú allí, delante de toda tu familia. Dios mío, Kate, estoy empezando a pensar que ese accidente te ha afectado el cerebro.

– No te preocupes tanto, Sterling. Estoy perfectamente. Y sabes tan bien como yo que no hay nada en este mundo que pueda impedirme ir a la boda de uno de mis nietos.

– Pero…

– ¿Y no te dije yo que dejándole el rancho a Kyle se arreglarían las cosas entre Samantha y él?

Agarró el bastón que tenía que utilizar desde que había sufrido aquel accidente de avión en el que todo el mundo creía que había perdido la vida. Afortunadamente, el secuestrador que estaba escondido en el avión y había aparecido apuntándola con una pistola había sido el único que había fallecido en el accidente. Cuando el avión había explotado, él era el único que estaba en su interior y su cadáver había quedado irreconocible.

A Kate la habían encontrado unos nativos, la habían llevado a su aldea y allí la habían cuidado hasta que estuvo completamente recuperada. Durante aquellos meses, todo el mundo, Sterling incluido, pensaba que los restos que habían encontrado en el avión eran los suyos. Kate había estado a punto de mandar al pobre Sterling a la tumba cuando había aparecido completamente viva y con la idea de permanecer muerta para poder averiguar ella misma quién pretendía asesinarla.

Sterling giró la cabeza, intentando aliviar el dolor de su cuello.

– ¿Y cómo sabías que Caitlyn era hija de Kyle?

– Esa niña era idéntica a Kyle desde que nació. Además, vino al mundo nueve meses después de que Kyle estuviera de vacaciones en el rancho. Y ese verano había estado locamente enamorado de Samantha y ella de él -Kate jugó distraídamente con la gargantilla de perlas que llevaba al cuello-. Kyle no podía enfrentarse al hecho de que una mujer estuviera controlando sus sentimientos. Regresó a Minneapolis y se casó con una mujer que pensaba que podría hacerlo feliz, la clásica mujer de los círculos sociales que él frecuentaba. Pero su matrimonio fue un fracaso. Yo no me atreví a decirle que pensaba que la hija de Sam era suya. E, incluso después de que anularan su matrimonio, él se negaba a venir a Wyoming.

– Hasta que lo obligaste a volver dejándole el rancho en herencia con la condición de que se quedara seis meses viviendo en él -Sterling sacudió la cabeza, como si lo sorprendiera que pudiera ser tan manipuladora.

– Y funcionó, ¿verdad?

– Como un encantamiento. De hecho, se rumorea que no va a vender el rancho y que piensa quedarse a vivir allí con Sam y todos los hijos que tengan.

Kate rió, encantada consigo misma.

– Estupendo. Entonces no tenemos motivos para ser pesimistas, ¿verdad?

Sterling no parecía muy convencido.

– ¿Y qué me dices de Rebecca y de ese detective privado al que ha contratado?

– De momento, no es eso lo que más preocupa.

– ¿Ah no? ¿Entonces qué es lo que te preocupa?

– Allison.

– ¿Allie?

– Humm. El día de la boda no parecía muy feliz.