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Poirot recibe una carta en la que se le anuncia un asesinato que será cometido en Andover. A pie de firma: ABC. En el día señalado, la estanquera de Andover, Mrs Ascher, es asesinada. Nuevas cartas y asesinatos se suceden con un riguroso orden alfabético. Poirot está dispuesto a evitar que el misterioso asesino complete el abecedario.

Agatha Christie

El misterio de la guía de ferrocarriles

ePUB v1.0

Ormi 09.11.11

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The A.B.C. Murders

Traducción: José Mallorquí Figuerola

Agatha Christie, 1936

Edición 1984 - Editorial Molino - 224 páginas

ISBN: 84-272-0144-3

Guía del Lector

En un orden alfabético convencional relacionamos a continuación los principales personajes que intervienen en esta obra:

ANDERSON: Coronel, jefe de policía de Scotland Yard.

ASCHER (Alicia): Vieja dueña de un estanco. en Andover.

ASCHER (Franz): Esposo de la anterior, asesinada.

BALL: Propietario del hotel «Cisne Negro».

BARNARD (Elizabeth): Linda camarera del café Ginger, de Bexhill, asesinada.

BARNARD (Megan): Hermosa muchacha, mecanógrafa, hermana de la anterior.

BRIGGS: Policía de Andover.

CARTER: Jefe de policía de Bexhill.

CLARKE (Sir Carmichael): Médico coleccionista de porcelanas chinas, millonario, asesinado.

CLARKE (Charlotte): Esposa, enferma, del anterior.

CROME: Inspector de policía de Scotland Yard.

CUST (Alejandro Bonaparte): Hombre epiléptico y corredor de medias.

DEVERIL: Mayordomo de sir Clarke.

DOVER: Agente de policía de Andover.

DROWER (Mary): Sobrina del matrimonio Ascher.

FOWLER: Una vecina de la estanquera asesinada en Andover.

FRASER (Donald): Novio de Elizabeth Barnard, corredor de fincas.

GLEN: Inspector de policía de Andover.

GREY (Thora): Secretaria de sir Carmichael Clarke.

HARTIGAN (Tom): Novio de Lily Marbury.

HASTINGS: Capitán retirado e íntimo amigo de Poirot.

HIGLEY (Milly): Camarera del café Ginger y compañera y amiga de Elizabeth Barnard.

JACOBS: Sargento de policía.

JAPP: Inspector de Scotland Yard,

JEROME: Coronel, veterano en Bexhill.

KELSEY: inspector de policía.

KERR: Médico forense.

MARBURY: Dueña de una modesta casa de huéspedes.

MARBURY (Lily): Agraciada hija de la anterior.

MERRION: Encargada del café Ginger de Bexhíll.

PARTRIDGE (James) Cliente de la estanquera asesinada en Andover.

POIROT (Hércules): Célebre detective, protagonista de esta novela.

RIDELL (Albert): Hombre de carácter irascible, también cliente de la citada estanquera.

SROUD (Mary): Camarera del «Cisne Negros.

STRANGE: Ingeniero de minas.

THOMPSON: Médico alienista.

WILLOWS (Dick): Amigo del matrimonio Ascher.

Capítulo I

La carta

En junio de 1935 regresé de mi rancho de América del Sur para pasar seis meses en Inglaterra, pues como en el Nuevo Mundo sufrimos, igual que todos, las consecuencias de la depresión, tenía yo diversos asuntos que resolver personalmente en Londres. Mi mujer permaneció al cuidado del rancho.

No necesito decir que una de las primeras cosas que hice al llegar fue ir a ver a mi viejo amigo Hércules Poirot. Le encontré instalado en uno de los más modernos pisos de Londres. Le acusé (y él me dio la razón) de haber tomado aquella vivienda debido a sus geométricas proporciones.

—Desde luego, amigo —dijo—, es de una simetría encantadora, ¿verdad?

—Sí —le contesté—. Con tanta exactitud de proporciones, lo más probable era que si alguna vez estaba allí una gallina pusiese huevos cuadrados.

Poirot se echó a reír.

—Desgraciadamente la ciencia no ha conseguido convencer a esos animales de la necesidad de amoldarse a las costumbres modernas y siguen poniendo huevos ovalados.

Contemplé a mi amigo afectuosamente. Era un hombre admirable. Apenas se notaba en él la menor diferencia de la última vez que le había visto.

—Tienes un aspecto magnífico, Poirot —le dije—. No has envejecido. Casi estoy por decir que tienes el cabello menos gris que la última vez que te vi.

El rostro de mi amigo se iluminó.

—Pues dirás la verdad.

—¿Quieres hacerme creer que el cabello se te vuelve negro en lugar de volvérsete blanco?

—Sí.

—¡Pero eso es científicamente imposible!

—¡De ninguna manera!

—Me parece extraordinario e inverosímil.

—Como de costumbre, Hastings, eres de una inocencia que encanta. ¡Los años no te cambian! Encuentras la solución de las cosas sin darte cuenta.

Le miré extrañado.

Sin añadir palabra, dirigióse a su cuarto y, volviendo con una botella en la mano, me la tendió.

La contemplé unos momentos sin llegar a comprender lo que leía.

La etiqueta del frasco rezaba así:

REVIVIT

Para volver a su antiguo color el cabello

REVIVIT NO ES UN TINTE

En cinco tonos—,

Ceniciento. Caoba. Rubio, Castaño y Negro

—¡Poirot! —exclamé—. ¡Te has teñido el pelo!

—¡Por fin ha descendido sobre ti la comprensión!

—¡Por eso lo tienes más negro que antes!

—Por eso mismo.

—¡Dios mío! —murmuré, recobrándome—. Supongo que la próxima vez que regrese de América llevarás bigote postizo... eso si no lo llevas ya.

Poirot engalló la cabeza. El bigote era su mayor orgullo y mis palabras hirieron su amor propio.

—No, no, mon ami. Ruego a Dios que ese día esté bien lejano. ¡Bigote postizo! Quelle herreur!

Y para demostrar que no mentía, dióse unos repetidos y fuertes tirones a aquel por mí desprestigiado adorno de su persona.

—Ya veo que sigue tan florido como antes —dije.

—N'est ce pas? En todo Londres no encontrarías otro bigote como éste.

Yo hubiera contestado algo; pero no queriendo herir sus sentimientos preferí preguntarle si seguía practicando su profesión.

—Ya sé que te has retirado hace años del detectivismo —le aseguré.

—C'est vrai. Ahora me dedico a cultivar verduras. Pero así que ocurre un crimen las mando a paseo. Soy como una prima donna que cada año celebra su definitiva retirada del teatro.

Me eché a reír.

—Cree que hago todo lo posible por abandonar esta profesión— continuó—. Cada vez me digo: «Ésta es la última.» Pero no hay manera, siempre me veo obligado, por un motivo u otro, a continuar. Y debo decir que me alegro de ello. Si las células grises no se ejercitan acaban por oxidarse.

—Comprendo, amigo Poirot; lo que haces es mantenerlas en un uso moderado.

—Eso mismo. Cuando algún caso me interesa, lo acepto. Pero a Hércules Poirot sólo hay que darle la flor y nata de los crímenes.