– Muy bien -dijo Will, hablando por el móvil-. Gracias por hablar conmigo. -Al finalizar la llamada le contó a Faith-: Joelyn Zabel dice que su hermana tuvo problemas de anorexia y bulimia cuando estaba en el instituto. No está muy segura de cómo lo llevaba últimamente, pero parece evidente que no lo había superado.
Faith dejó que la información se asentara en su cerebro.
– Vale.
– Ya lo tenemos. Esa es la conexión.
– ¿Y adónde nos conduce? -preguntó Faith sacando la llave del contacto-. Los informáticos no pueden acceder al Mac de Jackie Zabel. Además, podrían tardar semanas en averiguar la contraseña de Pauline McGhee, y ni siquiera sabemos si el chat pro-Ana era el punto de encuentro con las demás mujeres o si simplemente se topó con él por casualidad mientras navegaba por Internet en la pausa para el almuerzo. -Se volvió para mirar la casa de Olivia Tanner-. ¿Qué te apuestas a que tampoco encontramos nada ahí dentro?
– Estás pensando en Felix cuando lo que deberías hacer es centrarte en Pauline -le dijo Will con delicadeza.
Faith quería decirle que se equivocaba, pero él tenía razón. No podía dejar de pensar en que Felix estaba en un hogar de acogida, llorando como un descosido. Tenía que concentrarse en las víctimas, en el hecho de que Jacquelyn Zabel y Anna habían sido las precursoras de Pauline McGhee y Olivia Tanner. ¿Por cuánto tiempo podrían aguantar las torturas, la degradación? Cada minuto que pasaba era otro minuto más de sufrimiento para ellas.
– El único modo en que podemos ayudar a Felix es ayudando a Pauline -le dijo Will.
Faith exhaló un hondo suspiro.
– Que me conozcas tan bien empieza a fastidiarme mucho.
– Por favor -murmuró Will-, eres un enigma envuelto en un bollito pringoso.
Will abrió la puerta del coche y se bajó. Faith se quedó mirándole mientras se dirigía hacia la casa con paso decidido. Bajó del coche y lo siguió.
– No tiene garaje ni BMW -comentó.
Tras la incómoda llamada de Leo, se había puesto en contacto con el sargento que había atendido la denuncia de la desaparición de Olivia Tanner. La mujer conducía un BMW 325, algo que no llamaría la atención en un barrio como ese. Era soltera, la vicepresidenta de un banco local, no tenía hijos y su hermano era su único pariente vivo.
Will intentó entrar por la puerta principal, pero estaba cerrada con llave.
– ¿Por qué tarda tanto el hermano? -dijo Faith mirando el reloj-. Su avión aterrizó hace una hora. Si hay mucho tráfico…
Faith no terminó la frase. En Atlanta siempre había mucho tráfico, especialmente en los alrededores del aeropuerto.
Will se agachó para comprobar si había una llave debajo del felpudo. Al ver que no había nada pasó la mano por el dintel y miró en las macetas que había junto a la puerta, pero no encontró ninguna llave.
– ¿Crees que deberíamos forzar la puerta?
Faith decidió no hacer ningún comentario sobre sus ansias de cometer un allanamiento. Llevaba trabajando con él el tiempo suficiente como para saber que la frustración hacía que a Will se le disparase la adrenalina, mientras que a ella le hacía más bien el efecto de un Valium.
– Vamos a darle unos minutos más.
– Deberíamos ir llamando a un cerrajero por si el hermano no tiene llave.
– Vamos a tomarnos esto con un poco de calma, Faith. ¿De acuerdo?
– Me hablas igual que a los testigos.
– Ni siquiera sabemos si Olivia Tanner es una de nuestras víctimas. A lo mejor resulta que es rubia de bote y tiene un montón de amigos.
– En el banco dicen que no ha faltado al trabajo ni una sola vez desde que empezó a trabajar allí.
– Igual se ha caído por las escaleras. O ha decidido tomarse el día libre. O fugarse con un extraño al que conoció anoche en un bar.
Will no dijo nada. Colocó las manos a ambos lados de la cara para poder ver el interior desde una de las ventanas. Seguramente el agente uniformado que había tomado nota de la denuncia el día anterior ya habría hecho eso mismo, pero Faith le dejó hacer mientras esperaban a que apareciera Michael Tanner, el hermano de Olivia.
Pese a su enfado, Leo les había hecho un gran favor pasándoles el aviso. Según el procedimiento, deberían haberle asignado el caso a un detective. Y dependiendo de este, Michael Tanner podría haber tenido que esperar hasta veinticuatro horas para hablar con alguien que pudiera hacer algo más que rellenar un formulario. En ese caso habrían tardado todavía un día más en avisar al DIG de que había desaparecido una mujer que encajaba en su perfil. Leo les había regalado dos preciosos días en un caso para el que necesitaban ayuda desesperadamente. Y ellos se lo habían agradecido con una patada en plena boca.
Faith notó que su BlackBerry empezaba a vibrar. Faith comprobó su e-mail y, mentalmente, le dio las gracias a Caroline, la secretaria de Amanda.
– Tengo el informe del arresto de Jake Berman por el incidente en el centro comercial.
– ¿Y qué dice?
Faith se quedó mirando la barra de descargas.
– Va a tardar unos minutos en bajarse.
Will dio una vuelta a la casa, comprobando cada ventana. Faith lo siguió mirando la BlackBerry como si fuera la varita de un zahorí. Por fin recibió la primera página del informe y comenzó a leer en voz alta.
– «En relación con las quejas recibidas por parte de la dirección del Mall de Georgia… -Faith utilizó el scroll para desplazarse por el texto y buscar las partes más relevantes-…el sospechoso hizo el típico gesto con la mano para indicar que deseaba mantener relaciones sexuales. Yo respondí asintiendo dos veces con la cabeza, y él me llevó hasta una de las cabinas del fondo del lavabo de caballeros. -Faith se saltó algunos párrafos-. La esposa y los dos hijos del sospechoso, de uno y tres años de edad respectivamente, le estaban esperando fuera.»
– ¿Se menciona el nombre de la esposa?
– No.
Will subió por las escaleras hasta la terraza que había en la parte posterior de la casa. Atlanta está situada en la falda de los montes Apalaches, por lo que hay muchos valles y colinas. La casa de Olivia Tanner se hallaba al final de una empinada pendiente, por lo que sus vecinos de atrás podían verla perfectamente.
– A lo mejor han visto algo -sugirió Will.
Faith miró la casa del vecino. Era muy grande, como esas mansiones horteras que normalmente solo se veían en las afueras. Los dos pisos superiores tenían una terraza enorme, y en el sótano había también una terraza amueblada con una chimenea de ladrillo. Todas las contraventanas de la parte de atrás estaban cerradas, salvo por un par de cortinas abiertas en una de las puertas del sótano.
– Parece que no hay nadie -dijo Faith.
– Seguramente estará embargada -replicó Will, probando suerte con la puerta de atrás. Estaba cerrada con llave también-. Olivia lleva en paradero desconocido desde ayer, como mínimo. Si es una de nuestras víctimas debió de ser secuestrada justo antes o justo después que Pauline.
Will comprobó las ventanas.
– ¿Crees que Jake Berman podría ser el hermano de Pauline McGhee? -preguntó.
– Es una posibilidad -le concedió Faith-. Pauline advirtió a Felix de que su hermano era peligroso. No quería que se relacionara con su hijo.
– Debía de tener un motivo para tenerle miedo. Puede que sea un tipo violento. Quizá fuera su hermano la razón por la que se mudó y se cambió el nombre. Cortó todos los lazos cuando era todavía muy joven. Debía de tenerla aterrorizada.
– Jake Berman estaba en el lugar de los hechos y se halla en paradero desconocido. No colaboró mucho como testigo. Y su nombre no figura en ninguna parte, salvo por ese arresto -dijo Faith.