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– ¿La hospitalizaron en algún momento?

Michael se rio; todavía no entendían hasta qué punto llegó a ser horrible aquella situación.

– Entraba y salía del hospital general de Houston todo el tiempo. La alimentaban a través de una sonda. Ganaba el peso suficiente para que le dieran el alta, y en cuanto salía empezaba a meterse los dedos en la boca para vomitar otra vez. Sus riñones se colapsaron dos veces. Estaban muy preocupados por los daños que podía estar sufriendo el corazón. Yo estaba muy enfadado con ella por aquel entonces. No entendía por qué se infligía deliberadamente un daño tan monstruoso. Parecía… ¿Por qué matarse de hambre deliberadamente? ¿Por qué se hacía eso…? -Echó un vistazo a la habitación, al hogar tan frío que su hermana había creado para sí misma-. Control. Ella solo quería controlar algo, y supongo que fue lo que introducía en su boca.

– ¿Está mejor? Me refiero a estos últimos años -le preguntó Faith.

Michael asintió y se encogió de hombros al mismo tiempo.

– Mejoró cuando se alejó de mi padre. Fue a la universidad, se licenció en empresariales. Luego se trasladó aquí, a Atlanta. Creo que la distancia la ayudó.

– ¿Hace terapia?

– No.

– ¿Tiene algún grupo de apoyo? ¿O un chat?

Michael negó con la cabeza, parecía muy seguro.

– Olivia cree que no necesita ayuda. Piensa que lo tiene todo bajo control.

– ¿Tiene amigos, o…?

– No, no, nadie.

– ¿Vive aún su padre?

– Murió hace unos diez años. No sufrió. Todo el mundo se alegró de que hubiera muerto mientras dormía.

– ¿Es Olivia una persona religiosa? ¿Va a la iglesia o…?

– Quemaría el Vaticano si los guardias la dejaran pasar.

– ¿Le suenan de algo los nombres de Jacquelyn Zabel, Pauline McGhee o Anna? -le preguntó Will.

Michael dijo que no con la cabeza.

– ¿Usted o su hermana han estado alguna vez en Michigan?

Michael los miró un poco desconcertado.

– Nunca. Es decir, yo no. Olivia ha vivido en Atlanta toda su vida adulta, pero puede que haya viajado allí en algún momento y yo no lo sepa.

– ¿Le suena la frase «No voy a sacrificarme»? -preguntó Will.

– No. Pero es exactamente lo contrario de lo que hace Olivia con su vida. Se priva de todo, se sacrifica.

– ¿Y las palabras «thinspo» y «thinspiration»?

– No -respondió Michael, meneando la cabeza.

Faith tomó el relevo.

– ¿Y los niños? ¿Tuvo algún hijo Olivia? ¿Quería tener hijos?

– Habría sido físicamente imposible -respondió Michael-. Su cuerpo… Se hizo mucho daño. Sería imposible que pudiera llevar a término un embarazo.

– Pero podría adoptarlo.

– Olivia odiaba a los niños -lo dijo en voz tan baja que Faith apenas pudo oírle-. Sabía lo que podía pasarles.

Will formuló la pregunta que Will tenía en mente.

– ¿Cree usted que lo estaba haciendo otra vez? Me refiero a no comer.

– No -respondió Michael-. Por lo menos no como antes. Por eso me llamaba cada mañana, a las seis en punto, para que supiera que estaba bien. A veces cogía el teléfono y me contaba algo. Otras veces simplemente decía: «Estoy bien», y colgaba el teléfono. Creo que para ella era como el Teléfono de la Esperanza. Espero que lo fuera.

– Pero ayer no lo llamó -dijo Faith-. ¿Es posible que estuviera enfadada con usted?

– No. -Se secó las lágrimas una vez más-. Nunca se enfadaba conmigo. Se preocupaba por mí. Se preocupaba por mí todo el tiempo.

Will se limitó a asentir y Faith preguntó:

– ¿Por qué se preocupaba?

– Porque ella era… -Michael se interrumpió y se aclaró la garganta un par de veces.

– Le protegía de su padre -dijo Will.

El hombre asintió repetidas veces y la habitación se quedó en silencio de nuevo. Parecía estar reuniendo valor para continuar.

– ¿Creen ustedes que…? Olivia nunca alteraba su rutina.

Will lo miró directamente a los ojos.

– Puedo ser amable o puedo ser sincero, doctor Tanner. Solo existen tres posibilidades. La primera es que su hermana haya huido; la gente hace cosas así, le sorprendería saber lo frecuente que es. La segunda es que haya tenido un accidente…

– He llamado a todos los hospitales.

– La policía de Atlanta también. Han comprobado los expedientes y los tienen identificados a todos.

Michael asintió, probablemente porque ya lo sabía.

– ¿Y cuál es la tercera posibilidad? -preguntó con temor.

– Que alguien la haya secuestrado -respondió Will-. Alguien que piensa hacerle daño.

Michael tragó saliva. Se estuvo mirando las manos un largo rato antes de asentir.

– Le agradezco su sinceridad, detective.

Will se puso en pie.

– ¿Le parece bien que echemos un vistazo a la casa, a las cosas de su hermana?

El hombre volvió a asentir y Will le dijo a Faith:

– Yo miraré arriba, tú echa un vistazo por aquí abajo.

No le dio ocasión de discutir el plan y Faith decidió no discutir con él, pese a que lo más probable era que Olivia Tanner tuviera el ordenador arriba.

Dejó a Michael Tanner en la sala de estar y se dirigió a la cocina. La luz entraba a raudales por las ventanas, haciendo que todo pareciera aún más blanco. La cocina era muy bonita pero, al igual que el resto de la casa, parecía haber sido esterilizada. Las encimeras estaban completamente vacías, excepto por el televisor más plano que había visto en su vida. Hasta los cables y el enchufe estaban camuflados dentro de un diminuto agujero practicado en el mármol levemente veteado de la encimera.

En la despensa no había mucha comida. Todo estaba cuidadosamente apilado y alineado, las cajas del derecho para que se viera bien la etiqueta, todas las latas exactamente en la misma posición. Había seis botes grandes de aspirinas sin abrir. La marca era diferente de la que Faith había visto en el dormitorio de Jackie Zabel, pero le pareció extraño que ambas mujeres tomaran tantas aspirinas.

Y había otro detalle que tampoco tenía ningún sentido.

Faith hizo algunas llamadas mientras registraba los armarios de la cocina. En voz muy baja pidió que comprobaran los antecedentes de Michael Tanner, solo para poder descartarlo cuanto antes. La siguiente llamada fue para pedir a varios agentes de la policía de Atlanta que hablaran con los vecinos. Solicitó también el registro de llamadas del fijo de Olivia Tanner para ver con quién había estado hablando, pero el móvil de la mujer probablemente estaría registrado a nombre del banco. Con un poco de suerte, en alguna parte habría una BlackBerry desde donde pudieran revisar su correo electrónico. Quizás había alguien en la vida de Olivia Tanner de cuya existencia no estaba al tanto su hermano. Faith meneó la cabeza, sabiendo que no había muchas posibilidades de que así fuera. La casa era digna de verse, pero parecía que nadie viviera allí. Nadie había celebrado ninguna fiesta allí, ni ninguna reunión de amigos. Y desde luego, ningún hombre había vivido allí.

¿Cómo sería la vida de Olivia Tanner? Faith había trabajado antes en casos de personas desaparecidas. La clave para averiguar lo que les había sucedido a esas mujeres -casi siempre se trataba de mujeres- era ponerse en su pellejo. ¿Qué cosas les gustaban y cuáles no? ¿Quiénes eran sus amigos? ¿Qué tenían de malo sus novios/maridos/amantes para que quisieran huir?