—¿Qué piensas de él? —preguntó la joven a Sorak en voz muy baja para que sólo éste pudiera oírla. Valsavis parecía dormido, pero no deseaba que los escuchara en el caso de que siguiera despierto.
—No estoy muy seguro —respondió el elfling—. Parece una persona bastante rara, pero lo cierto es que vino en mi ayuda, y en la tuya.
—¿No te ha dicho nada la Guardiana? —inquirió ella sorprendida.
—No confía en él. No puede sondear su mente, y, por lo tanto, me advierte que desconfíe yo también.
—¿La Guardiana no consigue detectar nada sobre él? —Ryana frunció el entrecejo.
Sorak sacudió la cabeza.
—No, nada.
—¿Está protegido?
—La Guardiana no lo sabe. Dice que si está protegido por una barrera mágica, ésta es a la vez poderosa y lo bastante sutil como para no ser detectada. Pero también dice que existen personas que son inmunes a las sondas paranormales.
—Sí, eso es cierto —concedió Ryana—. Pero esa clase de gente acostumbra a ser muy peligrosa. —Dirigió una rápida mirada a Valsavis, que estaba tumbado en el suelo a poca distancia—. Y eso ya lo ha demostrado.
—Luchó a nuestro lado, no en contra de nosotros —le recordó Sorak.
—Sí, lo hizo, pero apareció de la nada, y en un momento de lo más oportuno. ¿De dónde venía?
—De Gulg, creo que dijo.
—Dijo —repitió Ryana–; pero ¿cómo podemos estar seguros? Podría habernos seguido desde Nibenay.
–Supongo que es posible —admitió él—. Es uno de los mejores rastreadores que he conocido jamás. Resulta concebible que pudiera haber seguido nuestras señales. Pero, si el Rey Espectro quería perseguirnos, ¿por qué no enviar todo un ejército armado en lugar de a un solo hombre?
—Quizá porque su intención no es capturarnos —dijo Ryana—. Podría querer que lo condujéramos hasta el Sabio. Y ¿qué mejor modo para que su agente no nos perdiera de vista que aprovechar esta oportunidad y unirse a nosotros durante el viaje?
Sorak frunció los labios, pensativo.
—Todo esto son simples suposiciones —repuso.
—Tal vez —replicó ella—. Pero es un luchador sumamente diestro y experimentado. El mejor y el más rápido que he visto jamás, a pesar de su edad. Y un rastreador excelente, como dijiste. También lleva armas de hierro, lo que lo convierte en un mercenario poco común. ¿Has observado el anillo que lleva en la mano izquierda? Parece de oro.
—Sí, lo he visto —asintió Sorak—. No obstante, también es posible que tras servir a un rico aristócrata obtuviera como regalo las armas y el anillo.
—La Guardiana te ha prevenido contra él —insistió Ryana—, y todo lo que lo rodea crea interrogantes. Sin embargo, tú pareces confiar en él. ¿Por qué?
—No quiero pensar mal de un hombre simplemente porque es raro —respondió el elfling.
—Como te sucede a ti —dijo Ryana con repentina perspicacia—. Sorak, no podemos permitirnos ser confiados. Tenemos enemigos muy poderosos, enemigos que no se detendrían ante nada para encontrar al Sabio y destruirlo.
—Valsavis nos acompañará a Paraje Salado —repuso Sorak—. Eso no está muy lejos de aquí. Si lo que me contó era la verdad, nuestros caminos se separarán en cuanto abandonemos el pueblo en dirección a Bodach.
—Supongamos que descubre que es allí adonde nos dirigimos y decide seguirnos. ¿Qué haremos entonces?
—En ese caso, tendremos razones de sobra para recelar de sus motivos.
—¿Recelar?
Sorak alzó los hombros.
—Una decisión en tal sentido no tendría por qué demostrar necesariamente que es un agente del Rey Espectro. Es un aventurero que parece considerar el peligro como una apacible diversión. Si averigua que nos dirigimos a Bodach, podría sentirse tentado de unirse a nosotros y buscar el legendario tesoro. Y no estoy tan seguro de que debiéramos rechazarlo si se ofrece a acompañarnos. Un luchador con su destreza sería una buena baza en la ciudad de los no muertos.
—Ya tendremos suficientes preocupaciones en Bodach sin que él aparezca por allí —objetó Ryana.
—Si espera que le conduzcamos hasta el Sabio, creo que al menos podemos confiar en que nos ayude a seguir vivos el tiempo suficiente para encontrarlo —dijo Sorak.
—Eso es cierto —asintió ella—. Pero ¿qué sucederá cuando abandonemos Bodach?
—Encontrar el Peto de Argentum y salir vivos de allí resultará un desafío suficiente por el momento —respondió él con una sonrisa—. Ya tendremos tiempo de decidir qué hacer con Valsavis después de eso. Y ahora será mejor que duermas un poco. Necesitas recuperar fuerzas. Yo montaré guardia.
La muchacha volvió a echar una ojeada a Valsavis y meneó la cabeza.
—Si es un agente del Rey Espectro, duerme muy tranquilo en nuestra presencia.
—¿Qué tendría que temer? —inquirió Sorak con ironía—. Sabe que somos protectores y que no lo mataremos mientras duerma sólo porque resulta sospechoso.
Ryana hizo una mueca burlona.
—No sé por qué, pero dudo que él vacilara en hacer precisamente eso si nuestros papeles se intercambiaran. ¿O no estás de acuerdo?
—No —repuso Sorak asintiendo—, no creo que le costara nada hacerlo.
—Esa información no me ayudará precisamente a dormir más tranquila.
—No lo perderé de vista —dijo Sorak—. Y ya veremos qué hace cuando lleguemos a Paraje Salado.
—No me sentiré desilusionada si decide permanecer allí, a pesar de los peligros a los que tengamos que enfrentarnos en Bodach.
—Si realmente es un agente del Rey Espectro —observó él—, preferiría tenerlo con nosotros a fin de que podamos vigilarlo, en lugar de saberlo tras nuestras huellas. Al menos una cosa es segura: si está al servicio del Rey Espectro, entonces nos ha venido siguiendo desde Nibenay a través de las Llanuras de Marfil; no conseguiremos quitárnoslo de encima.
—Lo que significa que quizá tengamos que matarlo —concluyó ella.
Sorak contempló fijamente a Valsavis durante un buen rato mientras éste dormía tumbado sobre su saco, de espaldas a ellos.
—Me temo que no tendremos mucha elección, en ese caso —dijo por fin—. Y por lo que he visto, la tarea no resultará sencilla.
—No será rival para la Sombra —replicó Ryana.
—No estoy tan seguro —respondió él—. Pero incluso si nuestras sospechas se verifican, no podemos matar a alguien si no ha hecho nada para merecerlo. Eso sería asesinato a sangre fría.
—Sí, lo sé —asintió la joven—. Así pues, ¿qué vamos a hacer?
—Lo ignoro. —Sorak sacudió la cabeza—. Al menos por ahora. Pero lo pensaré con detenimiento.
—¿Crees que sabe que sospechamos de él?
—Podría ser. Después de todo, tal vez sea simplemente un mercenario errante en busca de aventuras, tal y como afirma. Por otra parte, conoce la existencia del Silencioso. Me lo dijo. Así que o bien carece de cualquier ánimo de engaño, o bien se entretiene jugando con nosotros, al igual que un gato montés se divierte con su presa antes de matarla. La cuestión es ¿cuánto tiempo jugará con nosotros antes de atacar?
Ryana se tumbó en su saco de dormir.
—Una pregunta desagradable sobre la que meditar mientras intento dormir —repuso con voz cansina.
—Buenas noches, hermanita —le dijo Sorak—. Duerme bien.
—Buenas noches, mi amor —respondió ella en un susurro.
No tardó en quedarse dormida, pero Sorak se mantuvo despierto durante un buen rato contemplando las llamas y haciéndose preguntas sobre su nuevo compañero. Finalmente, se replegó al interior y durmió mientras la Centinela salía al exterior y lo observaba todo a través de sus ojos.
Permaneció sentada en silencio junto al fuego toda la noche, alerta a lo que la rodeaba, al menor sonido y al más débil de los olores que trajera la brisa nocturna. Y ni una sola vez dejó de mirar con agudeza a Valsavis.