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Sorak dirigió una rápida mirada hacia donde Ryana dormía profundamente, con Kara sentada a su lado velando por ella.

—No —respondió—, no estaré solo. No tengo miedo.

—¿Y qué dice la tribu? —preguntó el Sabio.

—Lo comprendemos —replicó la Guardiana—. Echaremos de menos a Sorak, pero al menos una parte de nosotros formará siempre parte de él. Y me gustaría verlo curado, del mismo modo que me gustaría unirme a mi padre, al que nunca conocí en realidad.

–En ese caso, ven a mí —dijo el Sabio extendiendo las manos—. Que Galdra actúe de puente entre nosotros. Desenvaina tu espada.

Sorak se puso en pie y sacó a Galdra de su funda.

—Extiéndela bien recta hacia mí —indicó el Sabio.

Sorak hizo lo que le decían.

El viejo hechicero colocó las manos sobre la hoja y la agarró con fuerza.

—Sujétala bien —dijo.

Sorak la aferró aun más firmemente, con las dos manos alrededor de la empuñadura.

—¿Y ahora? —inquirió.

—Y ahora, habrá un final —respondió el hechicero—, y un nuevo principio.

Y con estas palabras, se atravesó el cuerpo con la espada.

—¡No! —chilló Sorak.

Pero ya estaba hecho, y mientras la hoja se hundía en la carne del viejo hechicero, Sorak sintió un fuerte cosquilleo y una oleada de calor, y acto seguido la cabeza empezó a darle vueltas. La hoja de Galdra centelleaba con una luz azulada, y el elfling notó cómo la tribu empezaba a abandonarlo. Gritó al sentir que algo se soltaba de su mente, y una etérea figura amorfa pareció pasar a través de la hoja, abandonándolo a él para introducirse en el Sabio. Volvió a suceder una vez más, y luego otra, cada vez a mayor velocidad: los espíritus luminiscentes de las entidades que formaban la tribu pasaban por la hoja, después de salir de su cuerpo, para introducirse en el del anciano hechicero.

En un instante todo terminó. Tanto Sorak como el Sabio se desplomaron, una vez roto el contacto y al soltarse la hoja del cuerpo del hechicero.

Kara se incorporó, fue a agacharse junto al elfling y le tomó el pulso. Satisfecha, suspiró y comprobó el del Sabio, que yacía gimiendo y respirando con dificultad en tanto que la sangre fluía a raudales por la herida. La pyreen cogió el Peto de Argentum, tal y como él le había indicado cuando Sorak emprendió su viaje interior, y lo sujetó a su cuerpo, y mientras lo observaba, el talismán despidió un fuerte resplandor y, casi al instante, el anciano desapareció.

La pyreen aguardó, nerviosa. Transcurrieron unos instantes que le parecieron horas, y por fin el hechicero volvió a aparecer y se manifestó poco a poco hasta tomar cuerpo. La herida hecha por la espada mágica se había cerrado y no quedaba ni rastro de sangre. El Peto de Argentum también había desaparecido. Le abrió la túnica y comprobó que se había fundido con su cuerpo, que había pasado a formar parte de su carne. Los eslabones de plata de la fulgurante cota de mallas se habían convertido ahora en un plumaje plateado sobre su pecho, como si fuera el de un ave.

Y entonces el Sabio abrió los ojos. Eran completamente azules, sin parte blanca alguna, tan sólo unas radiantes órbitas azules que parecían relucir. Un largo y profundo suspiro escapó de sus labios.

—Estamos todos juntos ahora —dijo. Y acto seguido esbozó una débil sonrisa—. Ha empezado.

12

Así que mi búsqueda ha finalizado —dijo Sorak cuando despertó y vio a Kara que lo contemplaba.

—La vida es una búsqueda —replicó ella—, una búsqueda de respuestas y significados, y la tuya aún dista mucho de haber finalizado.

—La única respuesta que he buscado siempre fue quiénes eran mis padres y qué había sido de ellos —repuso el elfling—, y el único significado que he encontrado a mi vida estaba en la búsqueda del Sabio.

—Has hallado la respuesta que buscabas y también al Sabio. Eso es más de lo que la mayoría de la gente puede esperar conseguir durante toda una vida. Pero esto no es más que el principio. Tu vida tiene más significado del que puedas imaginar, y se encuentra en tu dedicación a la Disciplina del Druida y a la Senda del Protector. Asimismo, puedes encontrarle significado en el vínculo que existe entre Ryana y tú, que tu búsqueda ha contribuido a estrechar. Igualmente, puedes encontrarlo en ti mismo cuando explores el nuevo significado de quién eres ahora y en quién te puedes llegar a convertir.

Sorak se humedeció los labios.

–Se han ido —repuso pensando en la tribu—. Es una sensación tan extraña. Me siento... solo. ¿Es esto lo que significa sentirse igual que los otros, esta soledad? —Sacudió la cabeza—. Nunca lo imaginé —suspiró—. Ellos temían que si encontraba al Sabio y le pedía su ayuda, él de algún modo los hiciera desaparecer. Y, no obstante, durante toda mi búsqueda, me estuvieron ayudando, a pesar de saber que podría significar su propia muerte.

—No su muerte, sino su liberación y la tuya —indicó Kara—. Y en eso puedes encontrar aun más significado.

—¿Y ahora qué va a suceder?

—La vida sucede —dijo la pyreen con una sonrisa—. La Senda del Protector es larga y a menudo difícil, pero el Sendero te guiará. Los reyes-hechiceros se vuelven más poderosos, y cada día que pasa el planeta sufre mayores saqueos y la amenaza de los dragones crece. Todos nosotros debemos enfrentarnos a nuestros dragones a su debido tiempo. Pero por el momento, dejemos que el tiempo se detenga. El portal está cerrado ahora. Aquellas escaleras ahora no conducen a Bodach, sino a un jardín en el que te aguarda Ryana para averiguar qué has descubierto. Me ha atosigado con innumerables preguntas, ansiosa por saber qué había sucedido mientras dormía, pero no soy yo quien debe contárselo. Ve a verla.

Sorak tragó saliva y contuvo la respiración con los ojos fijos en la pyreen.

—¿Qué ha sido del Sabio?

—Descansa ahora —respondió Kara—. Descansará durante largo tiempo. Ha completado una fase compleja de la metamorfosis y necesitará mucho más tiempo para recuperarse del que has necesitado tú. Dormirá durante días, a lo mejor durante semanas, y no se le debe molestar. Me pidió que te transmitiera sus mejores deseos, y le despidiera de ti. Por el momento.

—Sólo espero que sean felices ahora —dijo Sorak pensando en la tribu—. Les echo de menos. Siento un curioso... vacío.

—Sí —repuso ella—, es una sensación que todos conocen bien, tanto hombres como mujeres. Estoy segura de que Ryana te podrá explicar todo lo referente a ese sentimiento. Ve a verla, Nómada. Ya ha esperado demasiado.

El muchacho descendió por la escalera de piedra y pasó junto a salas de la torre que parecían totalmente nuevas; no había ni el menor rastro de la ruina de suelos podridos que había visto al ascender por primera vez en dirección al piso superior. Al llegar a la planta baja, se encontró con una gruesa puerta de madera en el lugar donde antes sólo había habido una arcada de piedra a punto de desplomarse. Abrió la puerta y salió a un jardín precioso, lleno de flores perfumadas y plantas de grandes hojas que se agitaban dulcemente bajo la brisa veraniega; había hierba bajo sus pies, hierba lujuriante y espesa, de un verde que jamás había visto, y el canto de los pájaros inundaba el aire.

En el otro extremo del jardín, se alzaba un muro de piedra, y por encima distinguió una llanura ondulante que se extendía hasta el infinito ante sus ojos. A su espalda, el viento le traía un olor desconocido, acre, vigorizante y reparador. Cuando se volvió y miró más allá de la torre se dio cuenta de que se trataba del olor del mar. Su inmensidad azul verdosa se desplegaba ante él; no un mar de cieno, sino un mar de agua, más agua de la que jamás habría podido imaginar.

No había ni un solo indicio de Bodach. Se encontraban en una época tan antigua que la ciudad ni siquiera había sido construida. No había más que la torre y nada a su alrededor; nada, excepto el mar a un lado y, al otro, un mundo que sólo había imaginado en sus sueños infantiles; un mundo verde, un mundo al que no había llegado la corrupción de la magia profanadora. Era tan hermoso que cortaba la respiración.