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—Toma esto, de todos modos —dijo la pyreen entregándole el pedazo—. Guárdalo como símbolo de lo que habéis conseguido y de aquello por lo que luchamos.

Sorak la cogió de sus manos. Sostuvo la hermosa espada de Valsavis en una mano y la espada rota en la otra. La contempló meditabundo. Cuando estaba entera, había una inscripción grabada en la hoja en lengua elfa: «Fuerte en espíritu, bien templado, forjado en la fe». Ahora sólo quedaba una parte de la inscripción.

—Fuerte en espíritu —leyó en voz alta, y luego asintió–: un sentimiento más cierto ahora de lo que lo fue jamás. Finalmente, he encontrado mi propio espíritu.

—En ese caso, siempre tendrá un gran significado para ti —repuso Kara—. Llévala contigo, Alaron.

El joven alzó los ojos hacia ella, sonrió y dijo:

—Mi nombre es Sorak.