Se siente solo. Tiene su trabajo y poca cosa más.
Cassie tiene ya dieciocho años, pronto se graduará en Parkman. Michael tiene dieciséis, cursa primer año en la Bishop's School. Art va a los partidos de voleibol de Cassie y a los certámenes de natación de Michael, y sale con los chicos después si no han quedado con sus amigos. Se encuentran una vez al mes en su apartamento del centro. Art lleva a cabo esfuerzos extravagantes por entretenerlos, pero casi siempre se quedan junto a la piscina del complejo con los demás «padres de visita» y sus hijos. A los suyos cada vez les molestan más estas visitas obligadas, que interfieren en su vida social.
Art lo comprende, y por lo general permite que las cancelen con un «La próxima vez» falsamente alegre.
No sale con mujeres. Ha mantenido un par de relaciones breves con mujeres divorciadas (polvos fáciles programados entre las exigencias de la profesión y de las familias monoparentales), pero fueron más tristes que satisfactorias, por lo que no tardó en dejar de intentarlo.
De modo que casi todas las noches las pasa en compañía de los muertos.
Nunca están demasiado ocupados y no escasean. Ernie Hidalgo, Pilar Talavera y sus hijos, Juan Parada. Todos ellos, bajas colaterales de la guerra privada de Art contra los Barrera. Le van a ver de noche, charlan con él, le preguntan si ha valido la pena.
De momento, la respuesta es no.
Art está perdiendo la guerra.
El cártel de los Barrera consigue ahora unos beneficios de unos ocho millones de dólares a la semana. La mitad de la cocaína y un tercio de la heroína que llega a las calles de Estados Unidos proceden del cártel de Baja. Prácticamente toda la metanfetamina al oeste del Mississippi tiene su origen en los Barrera.
Nadie osa retar en México el poder de Adán. Ha puesto en pie de nuevo la Federación de su tío, y es el patrón indiscutible. Ninguno de los restantes cárteles le disputa la influencia. Además, Barrera ha asegurado su propio suministro de cocaína en Colombia. Es independiente de Cali o Medellín. El negocio de los Barrera es autosuficiente desde la planta de coca hasta la esquina, desde la flor de la amapola a la galería de tiro, desde la sinsemilla hasta el ladrillo que llega a las calles, desde la efedrina base hasta la piedra de meta de crystal.
El cártel de Baja es un negocio de polidrogas verticalmente integrado.
Eso sin contar los negocios «legales». El dinero de los Barrera está invertido en las maquiladoras que hay junto a la frontera, en bienes raíces de todo México (sobre todo en las ciudades costeras de Puerto Vallarta y Cabo San Lucas) y del sudoeste de Estados Unidos, y en la banca, incluidos varios bancos y cooperativas de «crédito de Estados Unidos. Los mecanismos financieros del cártel están íntimamente entrelazados con los negocios más saneados y poderosos de México.
Art llega a la puerta de la Casa Blanca y toca el timbre.
Haley Saxon sale al vestíbulo para recibirle.
Sonríe como una profesional y le entrega la llave de una habitación de arriba.
Nora está sentada en la cama.
Espléndida con su vestido negro.
– ¿Estás bien? -pregunta Art.
El vestido rojo era la señal de que debía verle en persona. Durante más de dos años, le está dejando mensajes en lugares previamente convenidos de toda la ciudad.
Fue Nora quien le facilitó los detalles de la reunión de los hermanos Orejuela con Adán, la información que permitió a la DEA detenerlos cuando volvían a Colombia.
Nora fue quien le puso al día sobre la nueva organización de la Federación.
Nora le ha facilitado cientos de informaciones, a partir de las cuales ha conseguido deducir miles más. Gracias sobre todo a ella, posee una gráfica de la organización de los Barrera en Baja y en California. Rutas de entrega, pisos francos, correos. Cuándo entraban las drogas, cuándo salía el dinero, quién mató a quién y por qué.
Ella ha arriesgado su vida para proporcionarle esta información durante sus «expediciones de compras» a San Diego y Los Ángeles, en sus visitas a balnearios, en cualquier viaje que hace fuera de México y sin Adán.
El método que utilizan es de una sencillez sorprendente. La verdad es que los cárteles de la droga cuentan con mayor presupuesto y mejor tecnología que Art, y que no se les aplican restricciones constitucionales. Por lo tanto, la única forma de acabar con la superioridad tecnológica de los Barrera es acudir a la tecnología tradicionaclass="underline" Nora se sienta en la habitación de su hotel, escribe su información y la envía a Art a un apartado de correos que tiene bajo un nombre falso.
Nada de móviles.
Nada de internet.
El correo de Estados Unidos, eficaz como siempre.
A menos que se produzca una emergencia. En tal caso, tiene que dejar un vestido rojo en un probador. La propietaria de la tienda se enfrentaba a una acusación de posesión que habría podido enviarla a la cárcel durante cinco años. En cambio, accedió a hacer este favor al Señor de la Frontera.
– Estoy bien -contesta Nora.
Lo que está es furiosa.
No, furiosa no es la palabra adecuada para describir su estado de ánimo, piensa mientras mira a Art Keller. Dijiste que con mi ayuda detendrías a Adán enseguida, pero han pasado dos años y medio. Dos años y medio de fingir amar a Adán Barrera, de aceptar a un hombre al que odio en mi fuero interno, de sentirle en la boca, en el coño, en el culo, y fingir que me encanta. Fingir que amo a este monstruo que asesinó al hombre al que amaba de verdad, para después guiarle, moldearle, ayudarle a conseguir el poder para cometer más iniquidades. No sabes lo que es (no, no puedes) despertar por la mañana con eso a tu lado, reptar entre sus piernas, abrir las tuyas, gritar como si tuvieras de verdad un orgasmo, sonreír y reír y compartir comidas y conversaciones, todo el tiempo viviendo una pesadilla, a la espera de que tú actúes.
Y hasta el momento, ¿qué has hecho? Aparte de detener a los Orejuela, nada.
Ha estado con esta información durante dos años y medio, a la espera del momento adecuado para actuar.
– Esto es demasiado peligroso -dice Art.
– Confío en Haley -dice ella-. Quiero que entres en acción. Ya.
– Adán aún es intocable. No quiero que…
Ella le explica el acuerdo de Adán con las FARC y los chinos.
Art la mira con admiración. Sabía que era lista (no le ha perdido la pista en todo este tiempo), pero ignoraba que era tan perspicaz. Lo ha pensado todo de principio a fin.
Ya lo creo que sí, piensa Nora. Ha estado leyendo hombres toda su vida. Ve el cambio transparentarse en su rostro, los ojos que se iluminan de emoción. A cada hombre le excita algo. Ha visto todas las modalidades, y ahora es el turno de Art Keller.
Venganza.
Igual que yo.
Porque Adán ha cometido una grave equivocación. Está haciendo justo lo que podría destruirle.
Y ambos lo sabemos.
– ¿Quién más sabe lo del cargamento de armas? -pregunta Art.
– Adán, Raúl y Fabián Martínez -contesta Nora-. Y yo. Y ahora, tú.
Art sacude la cabeza.
– Si intervengo en esto, sabrán que has sido tú. No puedes volver.
– Voy a volver -replica Nora-. Sabemos lo de San Pedro y lo de GOSCO. Pero no sabemos qué barco, qué muelle…
Y aunque puedas conseguir esa información, piensa Art, lanzar la redada será como matarte.
– ¿Quieres follarme, Art? -pregunta Nora cuando él se dispone a marcharse-. Para que resulte más realista, por supuesto.
Su soledad es palpable, piensa.
Tan fácil de tocar.
Abre las piernas apenas.
Él vacila.
Es una pequeña venganza por dejarla «dormir» durante tanto tiempo, pero le sienta bien.
– Estaba bromeando, Art.
Él capta el mensaje.
Desquite.
Sabe que dejar a un agente secreto en el mismo lugar durante tanto tiempo como ha hecho él es una insensatez. Seis meses es mucho tiempo, un año es lo máximo. No pueden durar tanto. Se desquician, se queman, la información que proporcionan les delata, el tiempo se acaba.