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Entonces pensé que lo había visto todo; el florecimiento del cerebro al final de un tallo articulado; la forma en que, arraigados en la tierra, crecemos y nos transformamos. En aquel momento, eso significaba todo y nada al mismo tiempo.

Y me dije a mí mismo, he estado tan lejos... porque fui mi propio padre y mi propio hijo, y me marché por un tiempo, pero regresé. «Hijo, tu padre ha estado muy lejos.» Eso fue lo que me dije mientras regresaba. «Hijo, tu padre ha estado muy lejos.»

... Sí, claro, pero eso fue hace tiempo; ¿ahora qué pasa? Quiero decir, ¡cielo santo, siete meses sin beber ni fumar! Seguramente, he gozado de mejor salud durante el tiempo que he pasado aquí tumbado e inconsciente que a lo largo de toda mi vida adulta; tal vez no haya hecho demasiado ejercicio, pero tampoco he hecho nada más peligroso que ingerir lo que sea que me han metido por un tubo en la nariz. ¿Cómo demonios ha sobrevivido mi cuerpo siete meses sin alcohol y sin drogas?

A lo mejor me reformo, y dejo de beber y de fumar y de meterme para siempre, y cuando me vuelvan a permitir conducir, no excedo nunca más el límite de velocidad, y, en el futuro, nunca vuelvo a decir nada malo sobre nuestros representantes elegidos de forma democrática y legal, o sobre nuestros aliados, y quizá dedique más tiempo y respeto a las visiones de los demás, independientemente de lo gilipollas que... No; si tengo que hacer todo eso, ¿para qué molestarme en volver? Qué coño; voy a hacer mucho más que todo eso en cuanto pueda; solo que tendré más cuidado en el futuro.

Hijo, tu padre ha...

Sí, ya lo sé; lo hemos oído. Creo que hemos captado el mensaje, gracias. ¿Alguien más...?

Nuestros sueños se han terminado (gracias, Bill)

Los procedimientos están cerrados (gracias, Mac)

Brammer se levanta (¿podemos decirlo bien, por favor?)

Brahma se levanta (gracias)

Está bien (cállate y sigue con ello)

Oscuridad.

No; no es oscuridad. Es otra cosa. Un rojo oscuro, casi marrón. Por todas partes. Intento mirar hacia otro lado, pero no puedo, así que no es solo el color de la pared o del techo. ¿Estará dentro de mis ojos? No lo sé. Ni idea.

Sonidos; oigo algo. Es como si me hubiera lanzado a una piscina y estuviera remontando de nuevo hacia la superficie; ese sonido, una especie de burbujeo claro, alterando su tono lentamente de arriba a abajo, y reventando como una sola burbuja que...

Conversación, una risa de mujer. Tintineos y traqueteos, una camilla o una silla de ruedas chirriando.

Olor; oh, sí. Muy medicinal. Ya no hay duda de dónde estamos ahora. También se percibe un aroma floral; puedo oler dos esencias. Una tosca pero fresca, y otra mucho más... no sé. No puedo describirla... ah, la primera debe provenir de las flores de la mesita de noche; las del jarro. Y la segunda... es ella. Parece que sigue utilizando el mismo perfume: Joy. Tiene que ser ella; esa fragancia no huele así en nadie más, ni siquiera en su madre. ¡Está aquí!

¿Es el mismo día? ¿Conseguiré verla? No te marches todavía. ¡Quédate! ¡No te vayas!

Movimiento; cambio.

Desorganización total. No veo una mierda y soy como un titiritero pillado en plena siesta, que se tambalea entre bastidores e intenta encontrar las cuerdas adecuadas, rebuscando en un enmarañado ovillo. ¿Brazos? ¿Piernas? ¿Qué trozo mueve qué trozo? ¿Dónde está el manual de instrucciones...? Oh, Dios, no me digas que tendremos que aprenderlo todo de nuevo, ¿verdad?

Ojos; ¡abríos, joder!

¡Moveos, manos!

Pies; venga, ¡haced vuestro trabajo!… ¿Hay alguien?

Tómatelo con calma. Túmbate y piensa en Escocia. Tranquilízate, tío. Respira, siente como fluye tu sangre, siente el peso opresor de las sábanas y la manta, siente el cosquilleo del tubo de tu nariz...

... No puedo oír a nadie hablar por aquí cerca. Solo el murmullo sordo de la ciudad. Una brisa ligera se ha llevado el aroma de su perfume... Seguro que ella ya no está. Y el color de la sangre seca sigue aquí...

Vuelvo a notar una ligera corriente; un hormigueo en la mejilla y en él los surcos de piel entre la nariz y los labios. No había sentido la brisa en esa zona desde que era estudiante; como he llevado barba todos estos años... Me la volveré a dejar si llego a salir de aquí... Suspiro.

Suspiro de verdad; siento la resistencia de la ropa de cama mientras mi pecho se eleva más de lo normal. El tubo que tengo introducido en la nariz se desliza sobre la tela que cubre mi hombro. Me relajo y espiro. ¡He suspirado!

Estoy tan sorprendido que abro los ojos. Me tiembla el párpado derecho, se me ha quedado pegado. Pero lo consigo. En unos segundos, aunque todo parece tambalearse y deslumbrarme durante un momento, las cosas se van poniendo en su lugar.

Andrea está sentada a menos de un metro de mí, con las piernas flexionadas bajo la banqueta. Tiene una mano apoyada en el muslo y la otra acercando un pequeño vaso de plástico a su boca, preparada para beber, con los labios entreabiertos. Puedo ver sus dientes. Me está mirando fijamente. Parpadeo. Ella también. Muevo los dedos de los pies y (mirando al final de la cama) veo la chaqueta blanca moverse con ellos.

Flexiono las manos; qué mantas más ásperas tienen aquí. Tengo hambre.

Andrea deja el vaso y se inclina ligeramente hacia delante, como si no creyera lo que está viendo; me mira a los ojos alternativamente, como buscando señales de conciencia en ambos (precaución notablemente razonable, hay que reconocerlo). Me aclaro la garganta.

Todo su cuerpo se relaja. Una vez vi un pañuelo de gasa deslizarse entre sus dedos, y no recuerdo que cayese con mayor gracia y elegancia. Su rostro se despoja de una capa entera de preocupación, así, sin más. Yo (he recordado mi nombre) me siento casi avergonzado. Ella asiente lentamente.

—Bienvenido —dice, sonriendo.

—¿Sí...?