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– ¿Lo sabía la curia?

– Uno de los compradores fue el cardenal Berlinger, que está al frente del Santo Oficio. Envió emisarios con la misión de adquirir cada trozo a cualquier precio para los museos vaticanos. Ni esta misma gente sabía de qué trataba el pergamino; tenía sólo el encargo de conseguirlo, costase lo que costase.

– ¿Y tuvo éxito la misión?

– Hasta cierto punto, padre.

– Pero entonces esto significa…

– … que Manzoni sólo dispone de una parte considerable del quinto evangelio. -Y tras una pausa, observó el cardenal-: Sé lo que piensa ahora, padre. Lo leo en sus ojos, usted piensa que si el pergamino se halla parcialmente en poder de la Iglesia, entonces la Iglesia podría hacer desaparecer secretamente este pergamino o por lo menos aquellos pasajes que constituyen un peligro para ella. ¡Esto piensa usted, padre!

Vilosevic asintió. Se avergonzó y murmuró:

– ¡Dios me perdone!

– No debe avergonzarse -replicó Felici-, yo también tuve la misma idea y no soy el único miembro de la curia que lo pensó cuando se enteró de ello. Sólo existe una dificultad.

– ¿Una dificultad?

Felici asintió con vehemencia:

– Precisamente las partes más importantes del pergamino no se hallan en poder de Manzoni. Berlinger no consiguió comprar aquellos fragmentos en los que Barabbas narra su relación con nuestro Señor Jesús o en los que Jesús habla del futuro a sus discípulos.

– Curioso -dijo Vilosevic reflexivo-, ¡esto no puede ser casual!

– Naturalmente que no -respondió Felici-, seguro que no es casualidad.

Vilosevic se levantó de un salto.

– Así que hay otros que se interesan por el quinto evangelio.

– Su sospecha es correcta, padre.

– ¿Quieren chantajear a la Iglesia? -Vilosevic se colocó junto a Felici frente a la ventana. Adoptó la misma postura que el cardenal.

– Es imaginable, pero hasta ahora no hay exigencias. Tampoco creo que alguien quiera ganar dinero con este asunto, creo más bien que pretenden humillar a nuestra Santa Madre Iglesia.

– ¡Dios mío! -gritó Vilosevic desconcertado y en su perplejidad se santiguó impetuosamente-. ¿Quién tiene interés en atentar contra nuestra Santa Madre Iglesia?

El cardenal se encogió de hombros.

– La gente de Berlinger ha descubierto dos grupos. Ambos hacen la guerra a la Iglesia hasta la sangre, ambos son fanáticos, si bien por motivos distintos, y ambos parecen tener no sólo copias de aquella quinta parte que Manzini trabaja con los jesuitas; existen indicios de que incluso disponen de los fragmentos que faltan, de modo pues que están en posesión de toda la verdad.

– ¿Qué clase de gente es ésta?

– Un grupo es una peligrosa orden de élite, ajena a cualquier creencia y bajo el mando de un hermafrodita desquiciado que cree ser la reencarnación del cantor Orfeo. En el otro grupo, fundamentalistas islámicos se han propuesto infiltrarse en la Santa Madre Iglesia y ponerla de rodillas. Una camarilla es tan peligrosa como la otra, pues ambas actúan con increíble fanatismo, los órficos (así se llama la orden) por petulancia intelectual, los fundamentalistas por conciencia de misión religiosa. Ambos partidos disponen de una red de militantes y de centrales de mando distribuidos por el mundo, sobre los que nadie sabe con seguridad dónde se encuentran.

»Según dicen, los órficos dominan un monasterio en el norte de Grecia, mientras que los fundamentalistas islámicos son dirigidos desde el Ghum pérsico. El dinero no tiene importancia para ellos; por ello no sólo adquirieron todos los fragmentos disponibles (a menudo por cantidades ridículas), sino que compraron además a científicos importantes y, si éstos no estaban dispuestos a colaborar libremente, usaron la violencia, los secuestraron o los intimidaron con amenazas de muerte.

– ¿Y esta gente está en condiciones de aprovechar el quinto evangelio de manera que pueda ser usado contra la Iglesia?

– Padre, esto ni se pregunta. Algunos de los expertos más famosos en el campo de la coptología y de los estudios bíblicos que existen en el mundo desaparecieron el año pasado de un día para otro sin dejar rastro. Abandonaron su familia y su carrera. Esto no es casualidad. Tanto los órficos como los fundamentalistas islámicos sueñan con dominar el mundo y el Islam nos ha enseñado que un libro con 114 suras es capaz de transformar el mundo. Un libro, cuya extensión es casi la misma que el Nuevo Testamento y que fue reconstruido con los medios más diversos. Es dudoso que el Corán se escribiera ya en vida del profeta Mahoma. La tradición asegura que las notas dispersas sólo fueron reunidas pocos años después de la muerte de Mahoma. Se hallaron fragmentos del texto en trozos de cuero, mesas de piedra, costados de palmeras, tablillas de madera, omóplatos de camellos y sobre pergamino. Esta gente no tendrá ninguna dificultad en reconstruir el quinto evangelio y emplearlo para sus fines.

Vilosevic regresó a su silla meneando una y otra vez la cabeza. Luego preguntó:

– ¿Y usted conoce el texto de este evangelio de Barabbas?

– No -respondió el cardenal-, nadie conoce el texto completo; primero, porque sólo existe en fragmentos; segundo, porque el profesor Manzoni mantiene bajo llave incluso estos fragmentos para que ningún traductor se pueda formar una idea del conjunto. La historia enseña que a un jesuita se le debe tratar siempre con desconfianza.

El padre se mostró irritado por las palabras del cardenal secretario de Estado y en otra oportunidad no se habría privado de responderle, pero en esta situación un debate sobre la fidelidad de la Compañía de Jesús a la Iglesia era secundario.

– ¿Por qué, pues, tanto temor ante el quinto evangelio -preguntó inseguro-, si todavía nadie ha leído el texto?

– Manzoni lo ha leído -replicó Felici-, conoce gran parte de él, Berlinger conoce pasajes y yo también.

El cardenal, que hasta ahora había hablado con la vista hacia la ventana, empezó a caminar arriba y abajo por la amplia sala. Estaba sumamente nervioso cuando añadió:

– Los cuatro evangelistas nombran a los fieles cristianos ocho acontecimientos como fundamento de su fe: Jesús fue engendrado por el Espíritu Santo / nació de la Virgen María / sufrió bajo Poncio Pilato / fue crucificado / murió / fue sepultado / al tercer día resucitó / subió a los cielos.

– ¡Señor cardenal! ¿A qué viene esta retahíla?

Felici se dirigió a la silla donde estaba sentado Vilosevic. Lo agarró del brazo, lo agitó como para despertar a alguien que está dormido y gritó con voz alterada:

– ¡Porque este Barabbas desmiente todos estos acontecimientos! ¿Sabe usted lo que esto significa, padre? ¿Lo sabe?

Vilosevic asintió.

3

De la antesala penetró un embrollo de voces y al poco tiempo apareció el secretario en la puerta anunciando la presencia de su eminencia el director del Santo Oficio, cardenal Berlinger. Todavía no había acabado de hablar, cuando Berlinger, vestido de rojo, seguido de tres monseñores en ondeantes sotanas, tomó por asalto la sala y, antes de dirigir la palabra a Felici, examinó a Vilosevic que estaba presente con una mirada despreciativa como si quisiera decirle: esfúmese, pero rápido. Vilosevic hizo también ademán de alejarse, pero el cardenal secretario de Estado se le adelantó diciendo: