»Stuckler tiene dos caras, y dos colecciones. Una la expone al público, y la otra es por completo privada. La colección pública se compone de pinturas, esculturas, antigüedades, todas de procedencia demostrada, e irreprochables en cuanto al gusto y la fuente. La segunda colección delata sus orígenes. El padre de Stuckler fue comandante en Der Führer Regiment de la Segunda División Panzer de las SS. Luchó en el frente ruso, y fue uno de los que después dejaron un rastro de sangre por toda Francia en 1944. Estuvo en Tulle cuando colgaron de farolas a noventa y nueve civiles en represalia por los ataques del maquis a las fuerzas alemanas, y tenía gasolina en las manos tras la matanza y quema de más de seiscientos civiles en Oradour-sur-Glane. Mathias Stuckler obedecía órdenes, aparentemente sin cuestionarlas, como se esperaba de un miembro de la élite militar.
»Su otra función era la de buscador de tesoros para los nazis. Stuckler tenía conocimientos de historia del arte. Era un hombre culto, pero como sucede con muchos hombres cultos, su gusto por la belleza coexistía con una naturaleza barbárica. Participó en el saqueo de los tesoros de los Habsburgo en Viena en 1938, entre los que se incluía lo que un idiota tomó por la lanza de Longino; y fue uno de los predilectos de Himmler. Himmler sentía una pasión especial por lo oculto; al fin y al cabo, fue un hombre que mandó expediciones al Tíbet en busca de los orígenes de la raza aria y que utilizó mano de obra esclava para reformar el castillo de Wewelsburg a imagen de Camelot, con mesa redonda y todo. Personalmente, dudo mucho que Stuckler se creyera una sola palabra de todo eso, pero le sirvió como excusa al saquear y adquirir tesoros para su propia gratificación y recompensa, los cuales iba apartando cuidadosamente cada vez que surgía la oportunidad.
»Después de la guerra, esos tesoros pasaron a manos de su hijo, y eso es lo que, según creemos, constituye el grueso de su colección privada. Si los rumores son ciertos, parte de la colección de arte de Goering acabó también en las cámaras acorazadas de Joachim Stuckler. Hacia el final de la guerra, Goering intentó enviar desde su pabellón de caza todo un tren lleno de arte robado para ponerlo a buen recaudo, pero el tren fue abandonado y la colección desapareció. Una pintura de François Boucher, robada de una galería de París en 1943 y que se sabía que formaba parte del tesoro de Goering, se repatrió discretamente el año pasado, y se dice que la suministró Stuckler. Por lo visto hizo averiguaciones con la idea de venderla, y se descubrió su procedencia. Para ahorrarse el bochorno, la devolvió al Estado francés, afirmando que él mismo la había comprado unos años antes por error. Stuckler siempre ha negado la existencia de un alijo secreto, y sostiene que si es verdad que su padre amasó semejante tesoro de objetos expoliados…, cosa que ha desmentido públicamente con toda rotundidad…, su paradero se fue a la tumba con él.
– ¿Qué fue de su padre?
– Mathias Stuckler murió en 1944 en una refriega en el monasterio cisterciense francés de Fontfroide en los montes Corbière. Las circunstancias nunca han quedado del todo claras, pero un grupo de soldados de las SS, varios enlaces civiles de la Universidad de Nuremberg y cuatro monjes cistercienses fueron acribillados a tiros en un enfrentamiento en el patio del monasterio. Stuckler obedecía órdenes, pero sucedió algo imprevisto. En todo caso, no accedió al tesoro de Fontfroide.
– ¿Y cuál era ese tesoro?
– Aparentemente un valioso crucifijo de oro del siglo catorce, varias monedas de oro, cierta cantidad de piedras preciosas, dos cálices de oro y una pequeña custodia con gemas engastadas.
– No parece el tipo de botín que arrastraría a las SS a lo alto de una montaña ante un enemigo en continuo avance.
– El oro era un señuelo. El verdadero tesoro se encontraba en una caja de plata corriente. Era un fragmento de un mapa en clave. En el siglo quince todos los fragmentos de ese mapa se guardaron en cajas similares y se dispersaron en diversos lugares. Desde entonces no hemos vuelto a ver su contenido, lo que quizás hubiera sido lo deseable si las cajas también se hubieran perdido irreparablemente.
– Ha sido un descuido por su parte extraviar su propia estatua -observé.
Reid dio un pequeño respingo, pero por lo demás su cara no dejó traslucir sorpresa alguna por el hecho de que mis conocimientos del Ángel Negro y la historia de su creación fueran tal vez mayores de lo que esperaba.
– No era un objeto que la orden tuviera gran interés en exhibir -dijo Reid-. Desde el principio hubo quienes fueron partidarios de destruirlo.
– ¿Y por qué no se hizo?
– Porque, si se daba crédito al mito de su creación, temían que cualquier intento de destruir la estatua liberase lo que había dentro. Aquéllos eran tiempos de mayor credulidad, debo añadir. En vez de destruirla, se ocultó y se difundió entre abades de confianza, en fragmentos de vitela, el lugar de su paradero. Cada fragmento contiene una gran cantidad de información suplementaria, como ilustraciones, dimensiones de salas, descripciones parciales de la creación de la estatua que usted ha mencionado, y una referencia numérica junto con una sola letra: una D o una S, de «dexter» o «sinister», derecha o izquierda. Son unidades de medida, tomadas todas desde un único punto de partida. En teoría, combinadas, dan la localización exacta de una cámara. Stuckler pretendía reunir el mapa cuando murió, como lo habían intentado otros muchos antes que él. El fragmento de Fontfroide desapareció después de la refriega, y no se ha vuelto a ver desde entonces.
»Como sabe, se rumorea que la estatua está enterrada en el sótano. Eso era lo que Stuckler intentaba recuperar, y también lo que los Creyentes intentan localizar. Recientes sucesos han dado un nuevo impulso a su búsqueda. Este mismo año, hace unos meses, se encontró un fragmento del mapa en Sedlec, en la República Checa, pero desapareció posteriormente, antes de que se pudiese examinar. Creemos que un segundo fragmento fue sustraído de una casa de Brooklyn hace unas semanas.
– La casa de Winston.
– Y por eso usted se vio involucrado, ya que ahora sabemos que cuando se produjeron los asesinatos estaban presentes en la casa dos mujeres, a las que después se persiguió en la convicción de que se habían apoderado del fragmento.
– Hablamos, pues, de dos fragmentos, sin incluir el de Fontfroide.
– Otros tres, uno de Bohemia, uno de Italia y otro de Inglaterra, llevan siglos desaparecidos. El contenido de la sección italiana se conoce desde hace mucho, pero los otros están casi con toda seguridad en malas manos. Ayer recibimos información de que un fragmento, posiblemente el desaparecido en Fontfroide, se adquirió quizás en Georgia. Dos veteranos de la segunda guerra mundial fueron hallados muertos en un pantano. Las circunstancias de su muerte no están claras, pero ambos sobrevivieron a un ataque de unos soldados de las SS cerca de Fontfroide, los mismos soldados que después cayeron en el monasterio.
– ¿Fue Stuckler responsable de la muerte de esos veteranos?
– Es posible, aunque no sería propio de él. Creemos que tiene al menos un fragmento, posiblemente más. Desde luego se ha dejado llevar en su búsqueda.
Yo no me imaginaba a Murnos involucrado en el asesinato de dos ancianos. No parecía esa clase de persona.