No olvido los buenos momentos compartidos con protectoras como Carmen Cafranga, Ana Rejano y Maite Bolaños, o el impulso recibido de Cagla Cakici de Pasión Turca, la Oficina de Relaciones Públicas del Departamento de Turismo del gobierno de Turquía en España, para tramitar los siempre difíciles permisos de ascenso al monte Ararat. Precisamente allí, en las alturas, quedé en eterna deuda de gratitud con Mustafá Arsin, César y Bruno Pérez de Tudela y Álvaro Trigueros. Con ellos y otros oportunos informantes y lectores que se cruzaron «causalmente» en mi camino en los últimos años, la aventura ha merecido la pena como ninguna otra.
A todos, gracias.
Javier Sierra
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