– ¿Me estás diciendo que el matrimonio no va con los hombres?
– No, lo que te estoy diciendo es que los hombres siempre la fastidian. No conozco a ninguno que tenga intención de entregar el corazón por completo. ¿Cómo vas a confiar tanto en una persona como para hacer algo así? En mi mundo, las personas a las que amas terminan yéndose.
– Incluso Shelby.
– Shelby especialmente.
Samantha se preguntó por qué Jack echaba la culpa a su prometida de algo que no había podido controlar. Al fin y al cabo, ella se había ido porque se había muerto…
– ¿Por eso no tienes fotos de ella, porque estás enfadado con ella?
– No, dejé de estar enfadado con ella hace mucho tiempo. No es por eso sino porque quiero olvidar el pasado.
Samantha dio un trago al vino y suspiró.
– Es curioso que precisamente yo me dedique a rebatirte tu teoría de no entregar el corazón y de no enamorarse de verdad cuando sé que Vance nunca me quiso. No como yo lo quería a él. No sé lo qué sentía por mí. Desde luego, si le preguntaras a él, juraría que me amaba y te contaría todo lo que hacía para demostrármelo, pero eso no era amor de verdad.
– ¿Qué era?
– Control.
Jack enarcó las cejas.
– No era así antes de casarnos -le explicó Samantha-. Bueno, tal vez, un poco. Me hacía alguna sugerencia sobre mi ropa o preguntaba lo que iba a hacer de cenar, pero yo creía que lo hacía porque le interesaba y me dije que era algo bueno.
– ¿No lo era?
– No, una vez casados comenzó controlar mi vida por completo. Quería saber cuánto tiempo pasaba en el trabajo, cuánto tiempo tardaba en volver a casa, no le gustaba que me pusiera determinada ropa porque me hacía demasiado sensual y llegó a acusarme de que me interesaban un par de compañeros de trabajo, lo que era de locos porque jamás me fijé en otro hombre. Luego, comenzó a decirme que le daba igual que a mí me gustara otro hombre porque nadie… -Samantha tragó saliva.
¿Cómo demonios había terminado hablando de aquello?
– ¿Porque nadie qué? -quiso saber Jack.
Samantha bajó la mirada.
– Vance decía que ningún hombre se interesaría por mí, que tenía suerte de que él me deseara.
– Eso es maltrato psicológico -afirmó Jack.
– Nunca me pegó -le aclaró Samantha-. Es horrible, ¿verdad? Me pasé dos años diciéndome que, si no me pegaba, era imposible que fuera maltrato. Me decía que simplemente estaba cansado o que se había enfadado por mi culpa. Lo cierto es que me chillaba y me hacía sentir inútil. Me decía que lo que me ocurría era porque yo dejaba que ocurriera, que yo tenía la última palabra y podía hacer con mi vida lo que quisiera, pero no sabía cómo salir de todo aquello. Una locura. Creí que, como Vance estaba continuamente muy pendiente de mí, me amaba, pero lo que ocurrió en realidad fue que su excesiva atención me separó de mis amigos e incluso de mi madre. Me di cuenta de en lo que me había convertido y no me gustaba nada, pero no sabía qué hacer.
– Así que te fuiste.
Samantha asintió.
– No sé cómo lo hice. Un día llegué a casa y me lo encontré quejándose de mi ropa y de mi cuerpo. Empezó a decirme que era una idiota y salté. Le tiré un florero y se puso a gritar como un loco. Fue como si fuera mi padre y yo fuera niña de nuevo. De repente, me di cuenta de que no tenía necesidad de aguantar todo aquello y me fui.
Jack no dijo nada.
– Me estás juzgando -dijo Samantha a la defensiva.
– No, en absoluto. Te fuiste y eso requiere mucho valor.
Sí, las palabras de siempre, pero la estaba mirando de una manera extraña.
– ¿Pero?
– Pero me sorprende que te haya podido suceder una cosa así a ti, que eres una mujer fuerte. Jamás hubiera dicho que un hombre así iba a poder contigo.
– ¿Me estás diciendo que debería haberlo visto venir?
– No, confiabas en él. Si hubieras visto algo extraño…
– ¿Algo extraño?
Jack se revolvió incómodo.
– Bueno, nadie cambia de la noche a la mañana.
– Ya, lo que me estás diciendo es que yo tengo tanta culpa como él.
– No, no te digo eso en absoluto. ¿Cómo ibas a haber previsto lo que iba a suceder si nunca antes habías estado en esa situación? Lo importante es que luchaste y que conseguiste salir.
Samantha se puso en pie.
Se sentía fatal por haber mantenido aquella conversación con Jack, por haberle hablado de su pasado. Ahora, se sentía expuesta, vulnerable y juzgada.
– No todos somos capaces de tomar decisiones perfectas -le espetó-. Me costó mucho tomar la decisión de irme y eso me hacía sufrir todavía más porque tenía claro que me estaba haciendo la vida imposible y yo era incapaz de cortar por lo sano, pero, claro, ¿qué vas a entender tú que no te arriesgas, que no te comprometes con nadie? Tu vida es mucho más sencilla. Blanco o negro.
– Samantha -dijo Jack poniéndose también en pie y yendo hacia ella.
Samantha dejó su copa de vino sobre la mesa y dio un paso atrás.
– Me voy -anunció.
– Espera. Deberíamos hablar.
De repente, Samantha era incapaz de hablar. El pasado la había alcanzado y la había abatido.
Jack se equivocaba.
Vance había cambiado por completo de la noche a la mañana. No había habido ninguna advertencia ni ningún signo premonitorio.
Vance se parecía mucho a él antes de haberse empezado a comportar de manera extraña y agobiante.
Samantha salió a toda velocidad hacia el ascensor y Jack la siguió.
– Espera, Samantha -insistió.
Pero Samantha se metió en el ascensor sin mirar atrás y Jack decidió no seguirla.
Capítulo 11
Jack no tenía ni idea de lo que había ido mal y repasó mentalmente su conversación varias veces sin hallar solución. ¿Qué había dicho que la había disgustado tanto?
¿Acaso no creía que admiraba su valor para irse? Claro que la admiraba por ello porque era consciente de que muchas mujeres que sufrían abusos no eran capaces de separarse de sus maridos.
Jack se concentró en el ordenador con la esperanza de que el trabajo lo distrajera, pero, desgraciadamente, no fue así. No paraba de ver el dolor reflejado en los ojos de Samantha, aquella expresión de zozobra mientras huía de él como si huyera del mismísimo Vance.
Llevaba un par de días sin saber nada de ella y no tenía ni idea de cómo reabrir las vías de comunicación.
En otras circunstancias, si se tratara de otra mujer, decidiría que la relación no podía seguir adelante porque no eran compatibles y se olvidaría, pero con Samantha era imposible, quería saber qué tal estaba, quería que entendiera que él jamás le haría daño y quería que las cosas entre ellos se arreglaran.
Jack consultó el reloj. La última reunión de personal antes del lanzamiento de la nueva página web empezaba dentro de diez minutos, así que su deseo de hablar con Samantha se iba a hacer realidad.
Por desgracia, iba a ser delante de todo su equipo y del departamento de informática.
Jack recogió sus notas y se dirigió a la sala de reuniones, donde ya estaba Samantha y su equipo, preparándose para la exposición que iban a llevar a cabo.
Jack saludó y se sentó, intentando no fijarse en lo femenina y maravillosa que estaba con aquella blusa suelta y una falda larga.
– Buenos días -contestó Samantha con una media sonrisa-. En un minuto empezamos.
– Muy bien.
Efectivamente, al poco rato Samantha dio la bienvenida a todos los presentes y comenzó su presentación.
– Hoy les vamos a mostrar la nueva página web infantil de Hanson Media Group. La voy a ir recorriendo con ustedes y les voy a explicar lo que hay de nuevo y lo que vamos a ir metiendo durante los próximos seis meses. Por favor, mantengan la atención en la pantalla.