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– ¿Qué tal? -quiso saber.

– No muy bien -contestó Jack sinceramente-. Están como locos, quieren hablar con todo el mundo, incluso contigo.

Samantha asintió.

– Lo suponía. Yo soy la responsable del proyecto. ¿Cuándo me quieren ver?

– Esta tarde.

– Muy bien.

Jack la miró y se dio cuenta de que estaba cansada, claro que todos lo estaban porque habían sido un par de días muy duros.

– Te van a hacer un montón de preguntas -dijo Jack tomándola de la mano y sentándose a su lado en el sofá-. Estate tranquila y contéstalas lo mejor que puedas. Sería de gran ayuda tener cierta información para respaldar tus respuestas.

Samantha lo miró con el ceño fruncido.

– ¿Qué tipo de información?

– Tus notas. Tienes que explicarles cómo se te ocurrió la idea de la página web, vas a tener que hablarles en detalle de todas las reuniones que tuviste con tu equipo y con el departamento de informática, incluso si tienes las transcripciones de las reuniones…

– No tengo nada de eso. No es nuestra manera de trabajar. Somos un equipo de creativos. A veces, se nos ocurren las ideas jugando al baloncesto en el pasillo, ya lo sabes.

– Sí, pero los del Consejo de Administración no son nada creativos, te lo aseguro, así que les vas a tener que justificar muchas cosas. Por ejemplo, estaría bien que pudieras presentar los correos electrónicos en los que asignabas a cada miembro del equipo su tarea.

– Imposible, nunca hemos funcionado así.

– Bueno, olvídate de lo que te he dicho -recapituló Jack acariciándole la mano-. Te van a freír a preguntas, pero no te dejes intimidar.

– No tengo nada que ocultar… ¿acaso creen que he sido yo? -preguntó nerviosa.

– Creen que ha sido cualquiera -contestó Jack-. Lo que pasa es que, como tú eres la encargada del proyecto, se han fijado en ti. Yo confío en ti por completo.

– Ya sabes que yo nunca…

Jack la interrumpió con un beso.

– No hace falta que lo digas. Sospecharía antes de mí que de ti. Simplemente, ten en cuenta que el Consejo de Administración está furioso y que van a ir por ti, pero nada más.

– Va a ser un encuentro de lo más agradable – intentó sonreír Samantha.

– Si las cosas se ponen muy desagradables, ven a buscarme. No dejes que te intimiden, son los miembros del Consejo de Administración, pero eso no quiere decir nada, son gente normal.

– Lo tendré en mente.

– ¿Cómo se le ocurrió la idea de ampliar la página web, señorita Edwards?

– Cuando me enteré de que esta empresa estaba buscando una persona para hacerse cargo del departamento creativo de Internet, estuve varios días investigando sobre su actual estado en el mercado y me di cuenta de que los beneficios no habían sido tan buenos como en otros momentos y fue entonces cuando vi claro que lanzar otra revista no sería la solución. Lo mejor era una expansión vía Internet porque es mucho más barato y mucho más rápido.

– ¿Se había encargado antes del lanzamiento de una página web? -le preguntó un hombre.

– Había formado parte del equipo de lanzamiento, pero nunca había estado a la cabeza -admitió Samantha.

– ¿Cómo llegó usted a trabajar en esta empresa? -quiso saber Baynes.

– Me enteré de que estaban buscando una persona para hacerse cargo de mi departamento y me interesó el trabajo.

– ¿Cómo se enteró?

– Por Helen Hanson -contestó Samantha rezando para que no metieran a Helen en todo aquello.

– ¿Desde cuándo conoce a Helen?

– La conozco hace más de veinte años.

Los miembros del consejo se miraron atónitos.

– ¿Tenía celos de ella? -le preguntó una mujer elegantemente vestida-. ¿Le daba envidia su matrimonio y el dinero que tenía?

– ¿Cómo? -se extrañó Samantha-. ¿Qué tiene que ver mi relación con Helen con la página web?

– Estamos buscando un motivo, señorita Edwards.

– Yo no he sido -se defendió Samantha-. Me encanta mi trabajo y jamás pondría en peligro a los niños. De hecho, ésa ha sido la prioridad absoluta de mi equipo, que los niños estuvieran siempre en una página segura. Quiero que sepan que la página estaba perfectamente diseñada y que lo que ha ocurrido ha sido porque alguien ha entrado en el servidor. Ha sido un ataque desde fuera, no podíamos evitarlo.

– ¿Cómo que no? Tendría que haber pensado en ello, señorita Edwards -le espetó Baynes-. Claro, si no hubiera estado usted tan pendiente de hacerse famosa…

– ¿Qué?

– Sí, ya hemos visto lo mucho que le gusta a usted tener contacto con la prensa.

– De eso, nada. No me gustaba nada, pero era la directora del proyecto y no me quedaba más remedio que representar a la empresa.

– Algo de lo que normalmente se encarga David Hanson.

– Trabajamos juntos.

– Eso dice usted.

Samantha vio claro de repente que aquellas personas habían decidido que necesitaban una cabeza de turco y que iba a ser ella.

– Por mucho que busquen, no van a encontrar ningún motivo que me haya llevado a sabotear esta empresa porque yo no he tenido nada que ver con lo que ha sucedido. No tengo absolutamente nada en contra de esta empresa ni de ninguno de sus empleados. Me contrataron para hacer un trabajo y lo he hecho lo mejor que he podido.

– Hemos hablado con su ex marido, señorita Edwards. Nos ha dicho que es usted una persona emocionalmente muy inestable y nos ha contado cómo, después de separarse de él sin razón aparente, pidió el divorcio y luego cambió de opinión y le dijo que quería volver con él. Además, por lo visto, ha amenazado usted a sus hijos.

Samantha se sintió como si le hubieran dado un tiro en el corazón. Maldito Vance. Le había jurado que algún día se vengaría de ella y ahora Baynes se lo había puesto en bandeja.

– Mi ex marido miente, pero da igual lo que yo les diga porque no están dispuestos a creerme -contestó intentando mantener la calma-. ¿Qué quieren de mí?

– Su dimisión -contestó Baynes.

Claro, así podrían publicar que habían encontrado al culpable y habían depurado responsabilidades. Al Consejo de Administración no le importaba en absoluto averiguar quién había sido el verdadero culpable, solamente querían salvar el precio de las acciones de la empresa en Bolsa.

– Quieren que dimita porque no tienen ninguna razón para despedirme.

– Ya se nos ocurrirá alguna, le aseguro que no tardaremos mucho. Sin embargo, si se va usted por las buenas, no filtraremos a la prensa lo que nos ha dicho su ex marido.

Samantha no sabía qué hacer. Su instinto le decía que luchara, pero sospechaba que, si se quedaba, no haría sino complicarle las cosas todavía más a Jack.

Podría vérselas con las mentiras y las amenazas pero no quería hacerle daño a Jack.

– Está bien, presentaré mi dimisión.

Capítulo 14

El equipo legal y Jack hicieron un descanso a las tres y Jack se dirigió a su despacho por si había nuevas noticias.

En el camino, se encontró con David.

– El Consejo sigue reunido, pero ya han encontrado a una víctima -le informó su tío.

– Vaya, qué rápido trabajan -se sorprendió Jack.

– Se trata de Samantha.

Jack no desaceleró el paso, pero, en lugar de dirigirse a su despacho, bajó al piso donde estaba reunido el Consejo de Administración.

– Jack, piensa antes de actuar -le aconsejó su tío.

– ¿Por qué? Ellos no lo han hecho. La han entrevistado durante ¿cuánto? ¿Un cuarto de hora? Tú y yo sabemos que Samantha es incapaz de hacer algo así. El responsable pagará por ello. No pienso consentir que Samantha cargue con el mochuelo.

– ¿Qué vas a hacer?

– Poner a cada uno en su sitio.

Jack entró en la sala de reuniones sin llamar a la puerta. El Consejo estaba interrogando a tres empleados del departamento de informática. Jack les hizo una señal con la cabeza y los tres abandonaron la sala.