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En el curso del tiempo que pasé con don Juan Matus aprendí, sin embargo, una cosa con relación a los procedimientos y los métodos. Si existe algo que los seres humanos necesitan para poder alcanzar el conocimiento silencioso, es reforzar su bienestar, su claridad, su determinación. Para poder intentar, uno debe poseer destreza física y mental y un espíritu claro.

De acuerdo con don Juan, los chamanes del México antiguo pusieron un enorme énfasis en la destreza física y el bienestar mental y este mismo énfasis prevalece en los chamanes de hoy en día. Fui capaz de corroborar la verdad de sus aseveraciones al observar a e Juan y a sus quince compañeros chamanes. Su soberbio estado de balance físico y mental era uno de los rasgos más obvios en ellos.

La respuesta que don Juan me dio cuando le pregunté directamente por qué los chamanes ponen tanto énfasis en el lado físico del hombre, me sorprendió sobremanera. En aquellos años creía en el lado espiritual del hombre, un lado acerca de cuya existencia podía no estar completamente convencido, pero por lo menos, estaba inclinado a considerarlo como una posibilidad. Para mí, don Juan, era un ser espiritual. -Los chamanes no son en absoluto espirituales -dijo-. Son seres sumamente prácticos. Sin embargo, es un hecho bien conocido que los chamanes, o los brujos, como les llaman, son generalmente considerados excéntricos o aun locos. Quizá eso sea lo que te hace pensar que son espirituales. Parecen locos porque siempre están tratando de explicar cosas que son inexplicables. Al tratar de hacer esto pierden toda coherencia y dicen insensateces que, si se examinan desde el punto de vista de los chamanes, no son en absoluto insensateces, sino tentativas fútiles de dar explicaciones completas que no pueden completarse bajo ninguna circunstancia.

Don Juan me dijo que esos chamanes del México antiguo descubrieron y desarrollaron un gran número de procedimientos para alcanzar bienestar físico y mental, procedimientos que llamaron pases mágicos. También comentó que el efecto de los pases mágicos fue tan abrumador para ellos, que los pases se convirtieron, a través del tiempo, en uno de los componentes más importantes en sus vidas. Don Juan explicó que, dado como eran a comportamientos rituales, esos chamanes ocultaron rápidamente los pases mágicos en medio de ritos, y velaron el acto de enseñarlos o practicarlos en gran sigilo. Me aseguró que estos rituales eran totalmente absurdos, pero que cuanto más idiotas, más grande era su capacidad de ocultar algo de tan tremendo valor.

Cuando yo entré en el mundo de don Juan, la enseñanza y la práctica de los pases mágicos eran tan secretas como lo habían sido siempre, pero ya no eran en exceso rituales. Lo que don Juan comentó al respecto fue que los rituales habían perdido su ímpetu a medida que las nuevas generaciones de practicantes se interesaron más en la eficiencia y funcionalidad. Me recomendó, sin embargo, que no debía hablar sobre los pases mágicos con ninguno de sus discípulos, o con la gente en general, bajo ninguna circunstancia. La razón que me dio fue que los pases pertenecían exclusivamente a cada persona y que su efecto era tan avasallador, que sólo aquellos que habían tomado el camino del guerrero con verdadera seriedad podían practicados.

Don Juan me enseñó a mí y a sus tres discípulas, Taisha Abelar, Florinda Donner-Grau y Carol Tiggs, un gran número de pases mágicos pero, junto con esta riqueza de conocimiento, también nos dio la certeza de que éramos los últimos miembros de su linaje. La aceptación de este legado implicaba automáticamente encontrar nuevas formas de diseminar el conocimiento de su linaje, debido a que su continuación ya no era el objetivo.

Necesito aclarar un punto de suma importancia al respecto: don Juan Matus no se interesó jamás en enseñar su conocimiento. Él estaba interesado en perpetuar su linaje. Nosotros, sus cuatro discípulos, éramos los elementos, los medios -escogidos, dijo, por el espíritu mismo ya que él no había participado de manera activa en ello- que iban a asegurar su perpetuación. Por esta razón hizo esfuerzos titánicos para enseñarnos todo lo que sabía acerca del chamanismo, o la brujería, y acerca del desarrollo de su linaje.

En el curso de su enseñanza se dio cuenta de que mi configuración energética era, de acuerdo con él, tan diferente de la suya que eso no podía tener ningún otro significado excepto el fin su línea. Le dije que me molestaba sobremanera su interpretación de cualquier diferencia invisible que pudiese existir entre nosotros. No me gustaba cargar con el peso de ser el último de su línea, ni tampoco comprendía su razonamiento.

– Aunque parece que los chamanes no hacen nada, más que tomar decisiones, en realidad no toman ninguna decisión -explicó-. Lo único que tienen son sus descubrimientos. Yo no decidí escogerte y tampoco decidí que fueras de la manera que eres. Ya que yo no podía escoger a quién impartir mi conocimiento, tuve que aceptar a quien el espíritu me ofrecía; y esa persona fuiste tú, y tú eres energéticamente capaz sólo de terminar, no de continuar.

Dijo que la terminación de su linaje no tenía nada que ver con él o sus esfuerzos, o con su éxito o fracaso como un chamán en búsqueda de la libertad total. Lo comprendía como algo que tenía que ver con una elección que provenía de un nivel más allá del nivel humano, una elección que no fue tomada por seres o entidades, sino por las fuerzas impersonales del universo.

En un acuerdo unánime, las tres discípulas de don Juan y yo aceptamos lo que él llamó nuestro destino. El aceptarlo nos puso cara a cara con otro asunto al cual él se refería como cerrar la puerta detrás de nosotros; es decir, asumimos la responsabilidad de de decidir exactamente qué hacer con todo lo que don Juan nos enseñó y hacerlo impecablemente.

Antes que nada nos planteamos la pregunta crucial de qué hacer con los pases mágicos: la faceta más pragmática y funcional del conocimiento de don Juan. Decidimos usar los pases mágicos y enseñárselos a quien quisiera aprenderlos. Nuestra decisión de acabar con el sigilo que los rodeaba por un periodo de tiempo indeterminado fue, naturalmente, el corolario de nuestra convicción total de que, en realidad, somos el final del linaje de don Juan. Se volvió inconcebible para nosotros cargar con secretos que ni siquiera son nuestros. Encubrir los pases mágicos con secretos no fue nuestra decisión. Sin embargo, es nuestra decisión terminar con esa condición.

Nosotros cuatro nos dedicamos, entonces, a amalgamar las cuatro líneas diferentes de pases; pases que nos fueron enseñados a cada uno de nosotros separada e individualmente, de acuerdo con nuestra constitución física y mental particular. Tratamos de crear una forma genérica de cada movimiento, una forma adecuada para todos.

Esta amalgama dio como resultado una configuración de formas ligeramente modificadas de cada uno de los pases que nos enseñaron. Hemos llamado a esta nueva configuración Tensegridad, un término que pertenece a la arquitectura y significa "la propiedad de armazones que emplean miembros de tensión continua y miembros de compresión discontinua, de tal manera que cada miembro opera con máxima eficiencia y economía".

Para explicar qué son los pases mágicos descubiertos por los chamanes de la antigüedad, como don Juan los llamaba, quisiera aclarar algo: los tiempos antiguos. Para don Juan esto significaba un tiempo de 7,000 a 10,000 años atrás; una cifra que parece en cierta forma incongruente si se examina desde el punto de vista de los esquemas clasificatorios de los eruditos de hoy en día. Cuando confronté a don Juan con la discrepancia entre sus cálculos y lo que yo consideraba ser un cálculo más realista, se mantuvo firme en su convicción. Él creía que era un hecho, que la gente que vivió en el Nuevo Mundo de 7,000 a 10,000 años atrás, estaba profundamente interesada en asuntos del universo y de la percepción, asuntos que el hombre moderno no ha empezado ni siquiera a sondear.