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Los chamanes creen que cuando la muerte ocurre de esta forma, todo nuestro ser se convierte en energía pero, en una clase de energía especial que retiene la marca de nuestra individualidad. Trató de explicar esto de manera metafórica diciendo que, durante el curso de nuestra vida, estamos compuestos por un gran número de "naciones o reinos individuales". Dijo que tenemos el reino de los pulmones, el reino del corazón, el reino del estómago, el reino de los riñones, etc., y que cada uno de estos reinos o naciones trabaja algunas veces independientemente del resto, pero que al momento de la muerte todos se unen en una sola entidad. Él llamaba a este estado la libertad total, y decía que un ser humano libre de la socialización y del dominio de la sintaxis y, transformado así, en una porción de energía pura y unificada, se desaparece, se evapora, se esfuma, o lo que fuera, en lo desconocido, en el infinito, transformado en un ser inorgánico, un ser que posee conciencia pero no organismo.

Le pregunté si esto era inmortalidad. Dijo que esto no era de ninguna manera inmortalidad; era, únicamente, la entrada a un proceso evolutivo, usando el único medio para evolucionar que el hombre posee: la conciencia. Los chamanes están convencidos de que el hombre ya no puede evolucionar biológicamente; por lo tanto, consideran que la conciencia del hombre es el único medio para evolucionar. Para los chamanes, transformarse en seres inorgánicos es evolucionar y, don Juan dijo, para ellos esto significa que les prestan un nuevo tipo indescriptible de conciencia que dura, verdaderamente, millones de años, pero que algún día tendrá que entregarse de vuelta al dador: el Águila.

Le pregunté a don Juan si los seres inorgánicos, que de acuerdo con los chamanes habitan nuestro mundo gemelo, eran seres evolucionados que fueron alguna vez humanos. Dijo que son intrínsecamente seres inorgánicos de la misma forma en que nosotros somos intrínsecamente orgánicos; son seres cuya conciencia puede evolucionar como la nuestra, y que indudablemente lo hace, pero que él no tenía conocimiento directo de cómo sucede esto. Lo que sí sabía, sin embargo, es que un ser humano cuya conciencia ha evolucionado es un ser inorgánico de un tipo especial.

Don Juan me dio una serie de descripciones de esta evolución, las cuales siempre consideré eran metáforas poéticas. Elegí la que más me gustó: la libertad total. Me imaginaba que el ser humano que lograra entrar en ese estado debería ser el ser más valeroso, el más imaginativo posible. Don Juan me dijo que no me estaba imaginando nada, que para entrar en ese estado un ser humano debe apelar a su lado sublime, el cual, dijo, todos los seres humanos poseen pero nunca se les ocurre usar.

Don Juan explicó que el segundo aspecto de la Recapitulación es adquirir fluidez. Me dijo que la racionalización de los chamanes al respecto tenía que ver con uno de los asuntos más elusivos del chamanismo: el punto de encaje; un punto de luminosidad intensa del tamaño de una pelota de tenis, que los chamanes que ven directamente cómo fluye la energía en el universo pueden percibir. Como ya se mencionó previamente, un ser humano, visto a través de los ojos de un vidente, tiene la apariencia de una esfera luminosa; los videntes pueden ver un punto de aún mayor brillantez en la parte trasera de esta esfera luminosa. Lo llaman el punto de encaje ya que ven cómo, números astronómicos de campos energéticos del universo entero, con forma de filamentos luminosos, convergen en ese punto y lo atraviesan. Esta confluencia de filamentos es lo que le da al punto de encaje su brillantez.

El punto de encaje permite al ser humano percibir energía al convertida en datos sensoriales, que el punto de encaje interpreta como el mundo cotidiano; esta interpretación se realiza en términos de la socialización humana y de los potenciales humanos.

Don Juan dijo que recapitular era revivir todas, o casi todas, las experiencias que uno ha tenido y, que al hacer esto, el punto de encaje se desplaza, ya sea ligera o considerablemente, impulsado por la fuerza de la memoria para adoptar la posición en la que se encontraba cuando el evento que se está recapitulando ocurrió. El acto de desplazar continuamente el punto de encaje, de posiciones previas a la posición presente, le da al practicante la fluidez necesaria para soportar circunstancias insólitas en sus viajes al infinito; circunstancias que no forman parte en lo absoluto de la cognición habitual del practicante.

En la antigüedad la Recapitulación se hacía como un procedimiento formal, los practicantes recordaban a cada persona que conocían y cada experiencia en la que participaron. Don Juan me sugirió que escribiera una lista de todas las personas que había conocido en mi vida, como un dispositivo mnemotécnico. Una vez que escribí esta lista, prosiguió a decirme cómo utilizarla. Me dijo que tomara a la primera persona en la lista, que iba del presente hacia el pasado, y recreara en mi memoria mi última interacción con esa persona. Llamó a este acto arreglar los eventos que se recapitularán. Don Juan exigía un recuento minucioso ya que es el medio más eficaz para afilar nuestra capacidad de recordar. Dijo que para realizar este recuento uno necesita incorporar todos los detalles físicos, tal y como los alrededores del lugar donde el evento ocurrió. Una vez que el evento está arreglado, dijo, uno debe entrar a ese sitio como si uno estuviera verdaderamente ahí, y prestar atención especial a cualquier configuración física que sea relevante. Por ejemplo, si la interacción ocurrió en una oficina, uno debe recordar el piso, las puertas, las paredes, los cuadros, las ventanas, los escritorios, los objetos encima de los escritorios, todo aquello que quizá uno vio de un vistazo y luego olvidó por completo.

Don Juan me aseguró que, como un procedimiento formal, la Recapitulación debe iniciarse con el recuento de los eventos más recientes. De esta forma, la experiencia ejerce la primacía; uno puede recordar algo que acaba de ocurrir con gran precisión. Aseguraba que uno es capaz de almacenar información detallada de la cual no es consciente, y que esa información detallada es para el Águila.

Para recapitular el evento en sí, se requiere que uno respire profundamente abanicando la cabeza, por así decido, de derecha a izquierda y de izquierda a derecha, tantas veces como sea necesario, mientras uno recuerda todos los detalles accesibles. Don Juan dijo que los chamanes se refieren a esto como el acto de inhalar todos los sentimientos que uno sintió en el evento que está recordando, y exhalar todos los estados de ánimo y los sentimientos indeseables que se quedaron en uno.

Los chamanes creen que el misterio de la Recapitulación reside en el acto de inhalar y exhalar. Ya que respirar es una función de sostén de vida, los chamanes creen que también podemos entregarle a la fuerza que nos presta conciencia este facsímil de las experiencias de nuestra vida. Cuando presioné a don Juan para que me diera una explicación racional, me dijo que cosas como la Recapitulación no se pueden explicar, sólo se pueden experimentar. Los chamanes se liberan al actuar. Explicarlo es disipar la energía en esfuerzos estériles. Su invitación era congruente con todo lo relacionado a su conocimiento, la invitación a actuar.

La lista con los nombres de la gente se usa, entonces, como un dispositivo mnemotécnico que propulsa la memoria hacia un viaje inconcebible. La lógica de los chamanes es que recordar los eventos que ocurrieron más recientemente prepara el camino para recordar eventos más distantes en el tiempo con la misma claridad e inmediatez. Los chamanes consideran que hacer un recuento como éste, es como volver a vivir las experiencias que ya se han vivido, y que uno puede sustraer de este recuento una fuerza extraordinaria, un ímpetu excepcional que agita y regresa, nuevamente, a nuestros centros de acción, la energía que se ha dispersado fuera de ellos, la cual está acumulada en la periferia de la esfera luminosa que somos. Dicen que esta redistribución de energía, resultado de la Recapitulación, nos permite ganar fluidez después de entregarle al Águila lo que quiere.