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En un nivel más mundano, la Recapitulación nos permite ver lo repetitiva que es nuestra vida. La Recapitulación nos convence, sin lugar a dudas, de que uno está a merced de fuerzas que, aunque a primera vista parecen ser perfectamente razonables son, al fin y al cabo, absurdas. Los chamanes afirman que un verdadero cambio de comportamiento sólo puede lograrse a través de la Recapitulación, como único vehículo que puede acrecentar la conciencia al liberarla de las exigencias silenciosas de la socialización; algo que es tan automático que no puede examinarse, sólo puede observarse. Esta es la razón por la cual los chamanes se refieren a la Recapitulación como "la vista desde el puente".

Acabar la lista de gente toma un largo tiempo, ya que está íntimamente relacionada con los eventos. Algunas veces, por simple ósmosis, hay personas que se relacionan con eventos impersonales en los que ninguna persona participó, pero que ocurrieron alrededor del tiempo en que uno conoció al individuo que está recapitulando. En tales casos uno debe hacer el recuento del evento en sí mismo.

Lo que los chamanes buscan ávidamente a través de la Recapitulación, es obtener la memoria de sus interacciones ya que a través de éstas, se dan cuenta de los profundos efectos de la socialización los cuales tratan de superar por todos los medios posibles.

EL ENSUEÑO

El cuarto tema en la lista de prioridades de los chamanes de México antiguo es el ensueño, el arte de romper con los parámetros de la percepción normal. Para esos chamanes, así como para los miembros de su linaje en la actualidad, viajar a lo desconocido es, verdaderamente, la fuerza que le da impulso al chamanismo. Don Juan me demostró innumerables veces que todo lo que él y sus compañeros hacían se fundaba en ese impulso. Las dos artes en las que basaban sus viajes eran dos líneas tremendamente sofisticadas de actividad: el arte del ensueño y el arte del acecho.

Para don Juan el arte del acecho era la otra cara de la moneda relacionada con el arte del ensueño. Para explicarme estas dos artes, primero me presentó, lo que dij, era, la piedra angular del chamanismo: la posibilidad de percibir energía directamente tal y como fluye en el universo.

Explicó que lo que los seres humanos consideran normalmente como el acto de percibir es, más bien, un acto de interpretación de datos sensoriales. Aseguraba que desde el momento en que nacemos todo alrededor de nosotros nos proporciona una posibilidad de interpretación. Con el tiempo, esta posibilidad se convierte en un sistema completo por medio del cual conducimos todas nuestras transacciones perceptuales en el mundo. Estaba convencido de que no teníamos la oportunidad de considerar, ni siquiera por un instante, la

posibilidad de percibir el flujo de la energía directamente. Para de Juan y otros chamanes como él, lo que hace que un hombre común y corriente se transforme en un chamán es el acto de cancelar el efecto de nuestro sistema de interpretación y percibir energía directamente.

Don Juan explicó que los seres humanos tienen apariencia de esferas luminosas cuando son percibidos directamente como energía. Decía que ver energía es el punto de articulación del chamanismo. Me aseguró que todo lo que un chamán hace, gira en torno a esto, o se origina en ello, y que el arte del ensueño y el arte del acecho son las dos corrientes principales de actividad que se derivan de ver energía directamente.

Otro asunto que elucidó extensamente fue el punto de encaje. Dijo que cuando los chamanes son capaces de ver a los seres humanos como esferas luminosas, también ven el epicentro del chamanismo: un punto del tamaño de una pelota de tenis con una luminosidad más intensa que el resto de la esfera luminosa. Don Juan lo llamó el punto de encaje, y dijo que la percepción ocurre precisamente ahí, en ese punto.

– El arte del ensueño -mencionó en una ocasión-, consiste en desplazar, a voluntad, el punto de encaje de su posición habitual. El arte del acecho consiste en mantenerlo, voluntariamente, fijo en la nueva posición a la que se ha desplazado.

De acuerdo con la explicación de don Juan, estas dos artes se resguardan detrás de un marco filosófico llamado el camino del guerrero, o el camino de los chamanes: un conjunto de premisas por medio de las cuales los chamanes viven y actúan en el mundo. Para don

Juan y sus compañeros, seguir las premisas del guerrero era el logro principal del chamanismo. Don Juan creía que los chamanes pueden encontrar la energía y la determinación necesarias para viajar a lo desconocido, sólo a través de una adherencia estricta al camino del guerrero.

Don Juan recalcó, en tantas formas como le fue posible, el valor de una actitud pragmática por parte de los practicantes del ensueño y del acecho. Definió una actitud pragmática como la capacidad de absorber cualquier contingencia que se pueda presentar a lo largo del camino del guerrero. Para mí, él mismo, era el vivo ejemplo de tal actitud. No existía ninguna incertidumbre o contingencia que su mera presencia no disipara.

Señaló que para poder alcanzar esta deseada actitud pragmática, el practicante debe tener un cuerpo sumamente flexible, ágil y fuerte. Dijo que para los chamanes, el cuerpo físico es la única entidad que tiene sentido, y que no existe tal cosa como la dualidad entre el cuerpo y la mente. Los chamanes creen que el cuerpo físico comprende tanto el cuerpo como la mente, tal como los conocemos. Dijo que para poder contrabalancear al cuerpo físico, como una unidad holística, los chamanes consideran otra configuración de energía: el cuerpo energético, también conocido como el otro, el doble, el cuerpo de ensueño.

Don Juan describió el arte del ensueño como la posibilidad de que la conciencia humana utilice los sueños normales como una entrada genuina a otros reinos de percepción. Aseguraba que los sueños comunes y corrientes pueden usarse como una compuerta que conduce a otras regiones de energía diferentes de la energía del mundo cotidiano y, sin embargo, extremadamente similares en su núcleo básico. Dijo que el resultado de dicha entrada era la percepción de mundos verdaderos donde uno puede vivir o morir, tal y como en el mundo en que vivimos, mundos que son asombrosamente diferentes del nuestro y, sin embargo, en extremo similares. Al verse presionado para dar una explicación lineal, don Juan Matus reiteró su posición usuaclass="underline" las respuestas a todas esas preguntas se encontraban en la práctico, no en una indagación intelectual. Para poder hablar de tales posibilidades uno tiene que usar la sintaxis de la lengua, cualquiera que sea el idioma que uno hable y, esa sintaxis, por la fuerza de su uso limita las posibilidades de expresión. La sintaxis de cualquier lengua se refiere sólo a las posibilidades perceptoras que forman parte del mundo en que vivimos.

Don Juan marcó una importante diferencia entre dos verbos: uno era soñar; y el otro ensoñar, siendo, éste último, el modo como sueñan los chamanes. Don Juan también describió el ensueño como un estado de meditación profunda en el que un cambio en la percepción juega un papel clave.

Don Juan explicó que el arte del ensueño se originó por una observación casual que los chamanes del México antiguo hicieron cuando veían a gente que estaba dormida. Se dieron cuenta de que el punto de encaje se desplaza de su posición habitual de una manera muy natural y fácil durante el sueño, y que se mueve a cualquier parte en la periferia de la esfera luminosa, o a cualquier lugar en su interior. Al correlacionar lo que veían con los reportes de las personas que habían estado dormidas, se percataron de que cuanto más grande era el desplazamiento del punto de encaje que habían observado, más asombrosos eran los reportes de las cosas y escenas que estas personas experimentaban en los sueños.