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– Lo que me gustaría que Vica se enterase de esto -decía Lola con aire de ensueño desperezándose en la cama-. Que le doliese tanto como a mí me dolió aquel día en que os encontré juntos sobre este mismo sofá.

– No digas tonterías -respondía Borís desentendiéndose del asunto con un meneo de la mano, sintiendo cómo se le helaban las entrañas.

No era un hombre valiente, y la perspectiva de tener que darle explicaciones a Vica, vehemente y temperamental, no le hacía ninguna gracia.

A pesar de eso, ni en aquellos momentos dejó de intentar convencer a Lola para que se echase atrás y rompiese con Vasia Kolobov mientras aún estaba a tiempo.

– ¿Y luego?, ¿te casarías conmigo? -le preguntó Lola un día-. Si dejas a Vica y te casas conmigo, mandaré a Vaska a paseo.

Estaba preparándose para ir al trabajo, de pie delante del espejo, ya completamente vestida, aplicando colorete en los pómulos.

– Te doy un día para reflexionar -sonrió la joven-. Cuando vuelva, me dirás sí o no. Si me dices que sí, te sales con la tuya y no habrá boda dentro de dos días. Si dices que no, no lo tomes a mal pero no quiero oír otra palabra contra Kolobov. ¿Lo has entendido, vida mía?

A medida que el fin de la jornada laboral se iba acercando, mayor era la certeza de Borís de que no tendría redaños para echar a Vica. Unas relaciones que se configuraban espontáneamente, solas, eran muy diferentes de las que uno debía forjar y ajustar a sus decisiones. ¿Qué iba a decirle a Vica? «¿He estado a gusto contigo durante un año pero ahora, de repente, ya no lo estoy?» Era un disparate. «Hace unos días todo estaba bien pero hoy me caso con tu amiga. Cuando me sedujiste, no opuse resistencia porque eres una chica muy guapa pero, al cabo de un año, he comprendido que eres la clásica "equivocación", que no eres de las que forman familias y tienen hijos.» Chocante. Por otra parte, Lola se iba a casar, su vida iba a arreglarse, pero si Borís abandonaba a Vica, ¿qué sería de ella, dado lo impetuoso de su carácter? «No, digan lo que digan, sólo en las novelas eso resulta tan fáciclass="underline" mandas a paseo a una, te enrollas con otra y en paz… En la vida, todo es mucho más complicado.»

Como resultado, Vica siguió con Borís y Lola dejó de apellidarse Agápova para convertirse en Kolobova. Kartashov sentía una especie de afecto por Vica, antojadiza e inconstante, la trataba como a una niña tonta a la que uno no podía quitar el ojo de encima y que, cuando abandonaba sus travesuras, era capaz de regalarle a uno momentos sorprendentemente felices de calor, generosidad y ternura. Borís se sentía incluso hasta cierto punto responsable de su amiga, vivía con el temor permanente de que se metiera en algún lío y los ojos se le llenaban de lágrimas cada vez que escuchaba por teléfono su voz, destemplada por los efectos del alcohoclass="underline" «Bórechka, cariño, no te preocupes de nada, estoy bien.»

Cuanto más empeoraban las relaciones entre Lola y su marido, más se consolidaba la amistad que unía a las dos mujeres. Poco a poco, Vica se fue olvidando de su enfado al convencerse de que no tenía nada que envidiar a su amiga.

Lola, a su vez, estaba contenta porque Borís, aunque no se había atrevido a casarse con ella, tampoco quería formalizar su unión con Vica. De tarde en tarde, cuando la juerga de turno de Vica se prolongaba, Borís, sin el menor escrúpulo, llamaba a Lola y justificaba su conducta ante sí mismo pensando que ambos eran víctimas de una traición: a Lola la había traicionado su marido y a él Vica. Así estaban las cosas hasta el mes de octubre, cuando Vica desapareció…

– Mira qué panorama tenemos. Kolobova está dispuesta a dejar a su marido por Kartashov pero Kartashov no sabe cómo quitarse de encima a Vica Yeriómina, le falta valor. La muerte de Vica lo resuelve todo, ¿no te parece?

Nastia se acomodó en el banco y sacó un cigarrillo. Andrei Chernyshov desprendió la correa del collar del perro, le dijo con severidad: «No te vayas lejos», y se volvió hacia su compañera.

– ¿Crees que Kolobova tiene algo que ver con el asesinato de Yeriómina?

– Kolobova, o Kartashov, o ambos juntos. Se han inventado la estremecedora historia del trastorno psíquico de Vica para explicar su desaparición. ¿Qué? Como hipótesis puede servir. Además, lo que Kolobova declaró acerca de su conversación con Vica el viernes 22 de octubre por la noche puede ser otro camelo. No hay forma de comprobarlo, el marido de Kolobova no se encontraba en casa a aquella hora. Lo único que no queda claro es dónde se metió Yeriómina durante una semana entera. Desde el 23 hasta el 30 de octubre nadie la vio y, según el forense, la mataron el 31 de octubre o el 1 de noviembre. Tenemos que comprobar de la forma más escrupulosa posible dónde andaban durante aquella semana Kartashov y Kolobova. Cada paso suyo, cada minuto, literalmente.

– Ha pasado un mes -dijo Andrei moviendo la cabeza dubitativo-. Quién se acordará a estas alturas dónde y cuándo les vieron, de qué hablaron… Tenemos cero probabilidades.

– Le he llorado al Buñuelo y me ha permitido utilizar a Misha Dotsenko, es un genio para estas cosas. Con él, los testigos se acuerdan de todo, lo quieran o no.

– ¿Qué les hace, les parte la cabeza o qué? -se rió Chernyshov.

– No te lo tomes a pitorreo. No le has visto trabajar. Ha estudiado la materia, ha leído una pila de libros sobre los problemas de la memoria y la mnemotecnia. Puede resultarnos muy útil.

– Que Dios te oiga -asintió Andrei-, si yo no tengo nada en contra. ¿Cómo es que no me preguntas qué tal me ha ido en la comisaría Suroeste?

– ¿Alguna novedad? -se animó Nastia.

– Ninguna, por desgracia. Un atropello común y corriente. Cada día son más frecuentes. El conductor arrolla al peatón y se da a la fuga. Una callejuela tranquila, altas horas de la noche, ni un testigo. Los vecinos de las casas más próximas no han visto nada y tampoco han oído el chirrido de los frenos. En la calzada no se han podido detectar huellas de la frenada aunque con el tiempo de perros que hace no las encontraríamos incluso si existieran: hay como dos dedos de agua sobre el asfalto. Sobre la ropa de la víctima, Kosar, se han encontrado partículas de la pintura del automóvil. Al parecer, el coche fue pintado en dos ocasiones, al principio era azul, luego marrón chocolate y ahora es gris marengo, color asfalto mojado, como le llaman. Esto es todo lo que hay. Los expertos sostienen que la altura del impacto prueba que seguramente el coche es de fabricación nacional y no de importación. No se sabe nada más.

– ¿Y el propio Kosar? ¿Qué sabemos de él?

– Valentín Petróvich Kosar, cuarenta y dos años, diplomado universitario, cursó estudios de medicina pero sólo trabajó como médico durante cuatro años, luego se incorporó a la editorial Medicina como redactor. A partir de entonces trabajaba en ese sector, ocupó algún puesto en la revista La Salud, durante los últimos años se dedicaba a negocios, organizó la publicación de folletos divulgativos sobre las hierbas medicinales, el curanderismo, la percepción extrasensorial. Su último cargo fue el de adjunto del director jefe de la revista La señora de su casa, destinada a jubiladas y amas de casa. Recetas, consejos, chismes, novelas policíacas, programación pormenorizada de la televisión y cosas por el estilo. Casado, con dos hijos.

– Qué pena -suspiró Nastia-. Pobre hombre. Tendremos que restablecer la sucesión de los hechos a partir de las declaraciones de Kartashov y del médico.

– ¿Crees que nos llevará a alguna parte?

– Quién sabe. Pero debemos intentarlo. Kartashov tuvo que darle a Kosar alguna razón para explicarle por qué necesitaba consultar con un psiquiatra. Kosar, a su vez, al llamar al médico pudo perfectamente mencionarle el problema de su amigo. ¿Y si a Kartashov, cuando hablaba con Kosar, se le escapó algo, aunque sólo fuera una palabra, que contradice lo que luego ha contado de la enfermedad de Vica? Esta tarde, a las 5.30, tengo cita con ese psiquiatra.