La ciencia -porque en efecto se trata de una ciencia- de preparar un horóscopo no puede exponerse aquí en unas cuantas páginas de un libro de esta naturaleza. De todos modos procuraré dar una breve idea de ella. Consiste en preparar un mapa de los cielos tal como se hallaban en el momento de la concepción y en el del nacimiento de la persona de que se trate. Hay que saber la hora exacta del nacimiento y traducir ese tiempo a lo que llamamos «tiempo estelar», que es por completo diferente del que se conoce en el mundo. Como la velocidad de la Tierra en su órbita es de diecinueve millas por segundo, se comprenderá que cualquier inexactitud determinará un tremendo error. En el Ecuador, la velocidad de rotación de la Tierra es de unas mil cuarenta millas por hora. El mundo se inclina mientras gira, y el Polo Norte avanza a unas tres mil cien millas por delante del Polo Sur en el otoño, pero en la primavera se invierte esta posición. Así que la longitud del lugar del nacimiento es de importancia vital.
Una vez preparados los mapas, los astrólogos interpretan su significado.
Hay que determinar las relaciones entre todos los planetas y calcular el efecto de esas relaciones en el mapa estudiado. Preparamos una carta de la concepción para conocer las influencias que actúan durante los primeros momentos de la existencia de una persona. El mapa del nacimiento indica las influencias que actúan en el momento en que el individuo entra en el mundo. Para conocer el futuro preparamos un mapa del tiempo del que se desea saber y lo comparamos con el mapa natal. Alguna gente dice: «Pero ¿podrían ustedes predecir quién va a ganar una determinada carrera de caballos?
» Desde luego que no, porque para hacerlo tendríamos que sacar el horóscopo de todas las personas y de todos los caballos que intervengan en la carrera, incluidos los propietarios de los caballos. Para adivinar el caballo que va a ganar, el mejor método es cerrar los ojos, coger un alfiler y pasarlo por la lista de los caballos participantes hasta clavarlo en uno. Pero podemos vaticinar con toda seguridad si una persona se va a curar de una enfermedad, o si Juan se casará con María y vivirá felizmente con ella, y, en fin, todo lo que se refiera a los individuos. También podemos decir que si Inglaterra y los Estados Unidos no detienen el avance comunista, estallará una guerra en el Año del Dragón de la Madera, que en este ciclo corresponde a 1964. En este caso, a fines de siglo habría grandes fuegos de artificio en este mundo que servirían de distracción a los espectadores de Marte o Venus. Pero para llegar a ese extremo es preciso que los occidentales no les corten a los comunistas su carrera ascendente.
Otro punto que parece chocar a los occidentales es que podamos seguirles la pista a nuestras vidas anteriores. Las personas que no dominan esta materia aseguran que es imposible lograrlo, y en esto se parecen al sordo total que dice: «No oigo ningún sonido, por tanto no existe el sonido.
» Es perfectamente posible trazar el desarrollo de las existencias anteriores, aunque desde luego requiere mucho tiempo y profundos estudios con las cartas astrológicas y realizar muchos cálculos. Una persona puede hallarse en un aeropuerto y preocuparse por los últimos lugares donde ha tocado el avión que llega. Si esta persona es simplemente un espectador podrá suponerlo. En cambio, en la torre de control podrán decirlo con toda exactitud. Y si un espectador ordinario tiene a su disposición una lísta de los datos concernientes al avión podrá decir en qué otros aeropuertos ha aterrizado. Lo mismo podemos hacer nosotros con las vidas pasadas.
Se necesitaría por lo menos un libro completo para explicar con claridad el procedimiento que seguirnos. Pero puede resultar interesante enumerar los puntos que abarca la astrología tibetana. Usamos diecinueve símb olos en las doce Mansiones de la Astrología. Estos símbolos indican:
Personalidad e interés propio; Finanzas, o sea, cómo se puede ganar o perder dinero; Relaciones, viajes cortos, habilidad mental y para escribir; Propiedades y condiciones al final de la vida; Niños, diversiones y especulaciones; Enfermedad, trabajo y animales pequeños; Asociación de negocios, matrimonio, enemigos y pleitos; Herencias y legados; Viajes largos y asuntos psíquicos; Profesión y honores; Amistades y ambiciones; Trastornos, inhibiciones y penas ocultas.
También podemos predecir el tiempo aproximado, o en qué condiciones ocurrirá lo siguiente:
Amor, el tipo de persona y el tiempo del encuentro; Matrimonio, fecha y resultado; Pasión, cuando se trata de temperamentos furiosos; Catástrofe, si ha de ocurrir y cómo ocurrirá; Fatalidad; Muerte, cuándo y cómo; Prisión u otras formas de privación de libertad; Discordia, familiar o en los negocios; Espíritu, etapa de evolución alcanzada.
Aunque practico mucho la astrología, encuentro que la psicometría y la adivinación fijando la vista en un cristal son mucho más rápidas y tan exactas como la otra. ¡Sobre todo, mucho más fácil cuando uno es una calamidad en las matemáticas! La psicometría es el arte de obtener leves impresiones de acontecimientos pasados basándose en un objeto. Todos tienen esta habilidad en cierta medida. Por ejemplo, cuando alguien entra en una antigua iglesia y, bajo la influencia de los siglos que han pasado por allí, dice: «¡qué atmósfera tan serena y tranquilizadora!» Pero esa misma persona visitará el lugar donde se ha cometido un horroroso crimen y exclamará:
«¡vámonos de aquí; no me gusta es te sitio, es demasiado tétrico!» La adivinación por el procedimiento de fijar la vista en el cristal es diferente.
El cristal -como ya he dicho en otro capítulo- no es más que un foco que concentra los rayos del Tercer Ojo de un modo muy semejante a como se proyectan los rayos X sobre una pantalla y nos muestran una imagen fluorescente. No se trata en absoluto de magia, sino sólo de utilizar las leyes naturales.
En el Tíbet tenemos monumentos a las leyes naturales. Nuestros chortens, cuyo tamaño va de metro y medio a más de quince metros, son símb olos que podemos comparar a un crucifijo o a un icono. En todo el Tíbet abundan estos monumentos. En Lhasa hay cinco, el más grande de los cuales es el Pargo Kaling, que forma una de las puertas de la ciudad. Los chortens son siempre de la misma forma. La base simboliza los sólidos cimientos de la Tierra. Sobre ella descansa el globo del agua coronado por el Cono de Fuego y que lleva encima el Platillo del Aire y sobre él, como remate, el tembloroso Espíritu (Eter) que espera abandonar este mundo de materialismo.
A cada uno de estos elementos se llega por los Escalones de la Consecución. El conjunto simboliza la creencia fundamental tibetana. Venimos a la tierra al nacer. Durante nuestra vida ascendemos apoyándonos en los Escalones de la Consecución. Pero llega un momento en que nos falta el aliento y entramos en la zona espiritual pura. Luego, después de un intervalo de duración variable (pueden ser siglos), volveremos a nacer para aprender otra lección. La Rueda de la Vida simboliza la interminable ronda de nacimiento-vida-muerte- espíritu-nacimiento-vida, y así sucesivamente.