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– Creo que pronto despertará. -Murad se acercó instintivamente a Balkir como para protegerse-. Había que darse prisa. Estábamos casi a las puertas del castillo.

– Más vale que se despierte pronto, o la herida que te voy a hacer en tu sien te atravesará ese cerebro de buey. -Kadar se sentó en la litera-. Traedme agua fría y un paño suave y limpio.

– Necesito a Murad para que me ayude a hacernos a la mar -dijo Balkir-. Volverá en cuanto no sea requerido para otros quehaceres más importantes.

– Agua y un paño -repitió Kadar-. Ahora.

Balkir dudó y luego se encogió de hombros.

– Como desees. Unos minutos más no harán daño a nadie.

– Muy sensato. -Kadar le miró directamente a los ojos-. ¿Tendré que suponer que no tienes intención alguna de liberarla?

– Creo que comprenderás que es una posibilidad. Parece que la mujer tiene más valor para ti del que pensaba. Estoy seguro de que Nas… Sinan aprobará que le entregue un arma para guiarte por el camino que él elija.

Sí, Kadar sabía bien que había muchas posibilidades de que ese hijo de puta hiciera pleno uso de Selene. Este pensamiento no enfrió en absoluto la ira que le quemaba todo su ser.

– Esto es entre Sinan y yo. Ella no tiene nada que ver.

– Como te acabo de decir, es un arma. -Se volvió para marcharse-. Nos haremos a la mar a medianoche. Necesito a Murad a esa hora. Estará a tus órdenes hasta entonces.

Murad lanzó a Kadar una rápida mirada antes de salir disparado tras su capitán.

La atención de Kadar volvió a Selene. Apenas se dio cuenta de cuándo zarparon. Le apartó suavemente el cabello de la frente. Por Dios santo, qué pálida estaba. ¿Por qué no se despertaba?

Selene abrió los ojos lentamente y lo primero que vio fue el rostro de Kadar muy cerca del suyo.

La inundó una gran alegría.

Kadar.

– Gracias al cielo. Te has tomado tu tiempo. -La voz de Kadar era vacilante-. ¿Cómo te sientes?

Dolor. Alegría. Desconcierto. Demasiados sentimientos para poder dar una respuesta.

– ¿Te duele el estómago? -Empapó un paño en una palangana con agua y le dio unos toques en la sien-. ¿Me ves con claridad?

– No. Sí. -Frunció el ceño, algo confundida. ¿Por qué le hada esas preguntas? Debía de estar enferma. No recordaba nada.

Entonces se acordó. Kadar. La pena desgarradora y la rabia. La huida por la colina. Dolor. Oscuridad.

– ¿Tú… me golpeaste?

– Señor, no. -Torció los labios-. Todavía no he llegado a esos extremos de depravación. Aunque comprendo que lo pienses.

– ¿Quién…? -Miró a su alrededor. Se encontraba en el camarote de un barco, pero no el Última esperanza. Se percató del movimiento de balanceo. Volvió la mirada hacia Kadar-. ¿Estamos en el mar?

– Todavía no.

– ¿Qué barco es éste?

– El Estrella oscura.

Se le pusieron los ojos como platos. Susurró:

– El Anciano de la Montaña, Sinan…

Él asintió.

– Ha enviado a Balkir a buscarme. No tengo más remedio que ir. -Hizo una pausa-. Y parece que tú tampoco tienes alternativa.

– Siempre se puede hacer algo. -Intentó incorporarse, pero el mareo la golpeó como un martillo.

El la empujó suavemente para que se recostara.

– No deberías moverte.

No estaba segura de ser capaz de hacerlo.

– No puedes ir con Sinan.

– Le di mi palabra.

– A un asesino. Sabes lo malvado que es.

– La promesa sigue vigente. Sinan y yo nos entendemos.

Ella sabía que así era, y solo pensar en ello la aterrorizaba más que el propio Sinan. Había visto cómo esa oscura vida tiraba de Kadar.

– Me niego a ir. Volvemos al castillo.

El negó con la cabeza.

– Es demasiado tarde. Estoy camino de Maysef, al igual que tú. Balkir considera que eres un valioso rehén. -Entrelazó su mano con la de ella-. No tengas miedo. Te lo prometo, nadie te hará ningún daño.

– No me mires así. Esto no entraba en mis planes. -La voz de Kadar vibraba con intensidad-. Lo último que deseaba en el mundo era que tú te vieras involucrada.

– No -respondió ella débilmente-. Tú lo que pretendías era escapar y terminar conmigo. -Cerró los ojos. Le retumbaba la cabeza, la mente le daba vueltas-. Tengo que pensar.

– Solo tienes que descansar.

Abrió los ojos y lo miró fijamente.

– ¿Y dejar que tomes las decisiones por mí? No lo permitiré. Tu estupidez nos ha metido en este dilema. Nadie te pidió que le hicieras esa promesa a Sinan. Habríamos encontrado la manera de liberarnos. Ahora tenemos que encontrar el modo de mantener a Thea y a Ware a salvo en Montdhu.

– Le dije a Ware que el Estrella oscura había venido a buscarme.

– Pero a mí no me lo dijiste. -Procuró suavizar la amargura del recuerdo. Había otras cosas que considerar en ese momento-. ¿Cuándo zarparemos?

– A medianoche. Quizá en menos de una hora.

– ¿Dónde estamos amarrados?

– En Dalkeith.

– Nuestro hombre, Robert, está en Dalkeith.

– Y Haroun.

– ¿También él lo sabía? Me preguntaba por qué Haroun no estaba en el castillo estos últimos días. -Se apoyó con cuidado sobre el codo-. Necesito pluma y papel. Tengo que enviar una nota a Ware.

– ¿Diciéndole qué?

– ¿Tú qué crees? Que me voy a Maysef voluntariamente y que no nos sigan. El me creerá. Thea sabe que te seguiría a cualquier parte.

– ¿En serio?

Ignoró la pregunta.

– No eres el único culpable de esta situación. Yo nunca tendría que haber sido tan idiota como para dejar el castillo e ir a buscarte esta noche. No permitiré que nadie más sufra por ello. ¿Qué estás esperando? ¿Quieres que Ware salga detrás de nosotros y caiga otra vez en manos de los Templarios? Ware y Thea aquí están a salvo. Deben continuar así. Tráeme pluma y pergamino.

Él asintió lentamente y se dirigió hacia el escritorio que había en un rincón del camarote. Rebuscó en el cajón y encontró pergamino y tinta.

– Puede que ni siquiera esto sirva de ayuda.

– Tienen un hijo y responsabilidades aquí, en Montdhu, y confían en ti. -Se sentó lentamente en la litera-. Pero tengo que ser yo quien dé el mensaje a Haroun. -Se atusó el cabello, cubriendo con cuidado la herida con un mechón-. Dile a Balkir que mande llamar a Haroun.

– Iré yo mismo. Dudo que venga acompañado por Balkir. -Se dirigió hacia la puerta-. Quédate aquí y descansa hasta que yo vuelva.

– ¿Cuánto tardarás?

– Están acampados en la colina frente al puerto. Un cuarto de hora.

– ¿Crees que Balkir te permitirá ir?

– Desde luego. No quiere tener problemas con Ware, y cree que ha encontrado una manera de tenerme controlado. -Sonrió con gesto adusto desde la puerta-. Te tiene a ti.

– Descansaré un rato y luego saldré a la cubierta. Sube a Haroun a bordo. Le daré la nota yo misma. Tiene que comprobar que todo está en orden. -Apretó los dientes para protegerse contra el dolor cuando puso los pies en el suelo. Levantó los ojos y vio que Kadar seguía mirándola-. Bueno, ¿qué haces ahí parado? No necesito tu ayuda.

– Mis excusas. Estaba distraído. -Inclinó la cabeza-. Estaba pensando lo orgulloso que estoy de ti.

Se marchó antes de que ella tuviera oportunidad de contestarle.

Ve al escritorio y escribe una nota. No pienses en cuánto te habrían gustado sus palabras de alabanza ayer mismo, sin ir más lejos. No pienses en Kadar en absoluto. Tus esfuerzos deben centrarse ahora en mantener a Ware y Thea fuera de este embrollo.