– No intentes escapar-le advirtió Bailar a Selene-. Le darás tu mensaje al hombre y luego regresarás a tu camarote.
– ¿Crees que quiero que le hagan daño? -Selene se aferraba a la barandilla para no bambolearse. Virgen Santa, cómo Je retumbaba la cabeza-. Será mejor que no te quedes ahí mirando como si estuvieras a punto de estrangularme.
– Aquí vienen -anunció Murad.
Siguió su mirada y vio a Haroun con semblante preocupado mientras ascendía por la pasarela corriendo tras Kadar.
Forzó una sonrisa y dio un paso hacia delante.
– Gracias por venir, Haroun. Quiero que esta nota llegue sin falta a lord Ware.
– No deberíais estar aquí, lady Selene -susurró, matando con la mirada a Balkir-. Volved conmigo. Lady Thea no estará complacida con esto.
– Estoy segura de que Kadar te ha explicado todo. Debo ir con él. No te preocupes, él me cuidará.
– Estará a salvo. -Kadar la agarró del brazo. Ignoró su inmediata rigidez y añadió-: Dile a lord Ware que tiene mi palabra.
Haroun asintió con nerviosismo.
– Sé que él valora tu palabra. Pero lady Thea no…
– Tendrás que darte prisa -interrumpió Selene-. Zarparemos enseguida. -Le entregó la nota y le rozó la mejilla con sus labios-. Ve con Dios, Haroun.
Él le dirigió una última mirada angustiada, luego se dio la vuelta y descendió por la pasarela.
Selene soltó un suspiro de alivio. Ya estaba hecho.
– Lo has hecho muy bien -murmuró Kadar.
Se deshizo de él y retrocedió.
– Ahora hagámonos a la mar antes de que Ware tenga la oportunidad de venir cabalgando hasta aquí e intente hacerme cambiar de idea.
– Yo mando en este barco -dijo Balkir con impertinencia-. Ninguna mujer me dice cuándo tengo que zarpar.
– ¿Prefieres librar una batalla? No me extraña. Ya me he dado cuenta de que tienes el cerebro de un…
– Shh. -Kadar la cogió entre sus brazos y empezó a bajar hacia el camarote.
– Bájame.
– Cuando te tenga a salvo tras la puerta. Por si no te has dado cuenta, estamos en desventaja, y dudo que pudiera impedir que Balkir te estrangulara si persistes en contrariarlo.
– Es un idiota.
– Totalmente de acuerdo. Y tendrá su merecido. Pero no ahora. -Abrió la puerta del camarote y la dejó en el suelo-. Échate mientras ayudo al idiota a ponemos en camino. Volveré en cuanto pueda. Tenemos que hablar.
Asintió con la cabeza.
Él cerró la puerta y se apoyó en ella.
– Deja de tratarme como si fuera tu enemigo. Nada ha cambiado. Soy el mismo hombre que has conocido durante todos estos años.
– Sí, lo eres. -Cruzó el camarote y se sentó en la litera-. Exactamente el mismo.
– Sin embargo, ahora no quieres saber nada de mí.
– Ibas a dejarme.
– Tenía que dejarte.
– ¿Sin decirme nada? ¿Sin darme una oportunidad? Me prometiste un día que si alguna vez volvías con Sinan me lo dirías. Me has mentido.
– Sí -reconoció torciendo el gesto-. Pensé que sería más seguro.
– Y fue tu decisión. Siempre es el hombre quien decide. Si decide tomar el cuerpo de una mujer, lo hace. Si desea abandonarla después, lo hace -dijo apretando los puños-. Bien, pues no me sentaré dócilmente ni dejaré que un hombre tome las decisiones por mí. No permitiré que tomes mi cuerpo y luego te largues adonde quieras. No me importa. Jamás me importará.
– Eso ni lo sueñes. No puedes cambiar lo que hay entre nosotros.
– Puedo y lo haré. -Se recostó sobre la almohada y cerró los ojos-. No tengo ganas de seguir hablando.
– Mejor dejo que Bailar te estrangule -masculló entre dientes.
– La típica solución de los hombres a los problemas.
– Selene, ya es bastante complicado. Tenemos que… No me estás escuchando.
– Me duele la cabeza y además ya estoy harta de escucharte. Vete, Kadar.
Él masculló algo entre dientes y después oyó cerrarse la puerta.
Abrió los ojos. ¿Complicado? Era casi imposible arrancar de raíz todos esos años de cariño. Construiría un muro más alto. Ella era capaz.
Lo único que tenía que hacer era mantenerse alejada de él.
Un cuarto de hora más tarde levaron anclas y el barco salió del muelle sin dificultad.
Apenas cinco minutos después oyó un griterío en la cubierta.
¡Dios mío! ¿Ware? No, no le habría dado tiempo a llegar cabalgando desde el castillo.
Se levantó de un salto y salió a cubierta. Vio a Kadar y a Bailar en medio de una multitud de marineros en la cubierta. Marineros enfadados. Balkir también estaba furioso. Levantó el palo que tenía en la mano.
Kadar lo cogió y habló rápidamente a Balkir.
Ella corrió hacia ellos.
– ¿Qué ocurre? ¿Qué…? -Se paró en seco cuando vio una figura acurrucada en medio de la multitud-. ¿Haroun?
El chico estaba empapado hasta los huesos y miraba con los ojos desencajados de terror a Kadar y a Balkir.
– ¿Qué estás haciendo aquí?
– Vino nadando y se agarró a la cuerda del ancla -dijo Kadar sin mirarla-. Nuestro capitán quiere apalearlo y lanzarlo por la borda.
– ¡No!
– Eso mismo he dicho yo.
– Cuando una rata sube al barco, se mata antes de que devore nuestras raciones -dijo Balkir-. Te ha desobedecido. Se suponía que tenía que entregar la nota.
– Se la di a Robert para que se la entregara -dijo Haroun-. Tenía que venir. Lady Thea querría que cuidara de lady Selene.
Y había venido a pesar de que estaba obviamente aterrorizado, pensó Selene. Parecía tremendamente triste, incapaz de cuidarse a sí mismo, mucho menos de cualquier otra persona.
Balkir luchaba por soltarse de Kadar.
– Déjame.
– Solo si prometes dejar con vida al muchacho -dijo Kadar-. Puede parecer una rata, pero le tengo mucho aprecio. Mira qué suerte tienes. Otro rehén para Sinan.
– No necesito ningún otro… -Cambió cuando encontró la mirada de Kadar. Se humedeció los labios-. Quizá otro rehén no nos venga mal del todo.
Kadar le soltó el brazo y retrocedió.
– Sabía que entrarías en razón. -Se agachó y ayudó a levantarse a Haroun-. Ve con lady Selene. Estoy seguro de que encontrará algo seco que ponerte-. Hizo un gesto reprobatorio con la cabeza-. Realmente eres un estorbo, Haroun.
– Lo siento, lord Kadar -susurró.
– Yo también. Ojalá hubieras sido menos noble y más sensato. -Se volvió hacia Balkir-. Quiero ver tus cartas de navegación. Conozco estas aguas mejor que tú, y quiero asegurarme de que mi destino sea Maysef y no el fondo del mar.
– He hecho esta travesía en dos ocasiones. No te entrometerás en mi…
– No te hará ningún daño enseñarme las cartas de navegación. Sinan te ordenó que me llevaras hasta él. ¿Y si se hunde el barco? -Le dio un codazo a Balkir-. Dicen que es capaz de maldecir incluso a los muertos. ¿Quieres que esté enfadado contigo en el más allá?
Bailar frunció el ceño y giró sobre sus talones.
– Sígueme.
Kadar guiñó un ojo a Selene por encima del hombro antes de seguirla a paso tranquilo.
Pícaro insolente. Ella hizo amago de sonreír y luego cambió de idea. Era muy fácil caer en las viejas costumbres de años.
– Ven conmigo, Haroun. -Lo condujo por la cubierta hacia su camarote.
– Lo siento, lady Selene. -Las sandalias de Haroun chorreaban mientras se apresuraba tras ella-. Tenía que venir.
– Lo sé. -Abrió la puerta y lo hizo pasar al interior del camarote. Cogió un paño de felpa de la jofaina y se lo tendió-. Sécate el pelo.
Él empezó a frotarse la cabeza.
– El capitán es un hombre malo. Deberíais haber esperado para hablar con lord Ware.