– Y tú deberías haber hecho lo que te habían dicho que hicieras. -Cogió la manta de la litera-. Quítate la ropa y envuélvete en esto.
El se puso colorado como un tomate.
– No puedo. No sería apropiado que un hombre me desnudase en vuestra presencia.
– No sería apropiado para mí tener que atenderte si enfermaras a causa de tu estupidez. Por Dios Santo, no es la primera vez que veo un hombre desnudo. Además, tú eres poco más que un niño.
– Soy mayor que vos -replicó indignado.
Vaya, debía serlo, se percató con sorpresa. Ella siempre había considerado a Haroun como el niño que conoció muchos años atrás, antes de llegar a Escocia. Había sido el superviviente de una masacre cometida por los Caballeros Templarios, y Ware y Thea lo habían tomado para formar parte de su séquito. Qué entusiasta y joven parecía entonces.
Pero los muchachos crecen, y ella había herido su orgullo.
Thea sabría qué decir en ese caso para aliviar el escozor. Thea siempre sabía qué decir. Bien, Thea no estaba allí, y Selene debía procurar hacer las cosas lo mejor posible y a su manera.
– Tienes razón, no es apropiado, pero esto es una emergencia. Me daré la vuelta. -Se puso mirando hacia la puerta-. Pero date prisa, necesito sentarme. No me siento muy bien.
Oyó el crujido de la ropa a sus espaldas.
– Ya os podéis dar la vuelta.
Haroun estaba envuelto desde las orejas bástalos tobillos con la manta gris.
– Siéntate. -Recogió del suelo la ropa mojada y la extendió sobre las sillas.
– No tenéis que servirme.
Ella sonrió.
– Y tú no deberías haber venido nadando y haberte agarrado de la cuerda del ancla. Pero, ya que lo has hecho, debemos olvidarnos de lo que es apropiado y procurar ayudarnos a mantenernos con vida.
– No le dijisteis a lord Ware la verdad en la nota, ¿verdad?
– No. Soy un rehén, igual que tu. -Se sentó en la cama-. Pero no queremos que lord Ware se entere, ¿verdad? Ambos sabemos el peligro que correríamos si viniera en nuestra búsqueda.
El asintió.
– Por eso le dije a Robert que no pasaba nada cuando le entregué la nota.
– Buen chico… digo hombre. -Cielo santo, qué cansada estaba. Lo único que le apetecía era echarse a dormir-. Mientras estés a bordo de este barco, no harás nada que provoque a los hombres de Balkir. Mantente alejado de ellos.
– Lo intentaré.
Por supuesto que lo haría. Parecía estar aterrorizado de todo lo que tuviera que ver con Sinan.
– Normalmente no soy un… cobarde -afirmó, como si pudiera leerle el pensamiento-. Lord Ware me ha entrenado para ser un guerrero. Dice que soy un buen soldado. Solo que… toda la vida he oído hablar del Anciano de la Montaña. Su gente no es como los demás. Son… demonios. Uno no puede luchar contra los demonios.
– No seas ridículo. Kadar fue una vez uno de los hombres de Sinan. ¿Es acaso un demonio?
El negó con la cabeza.
– Pero lord Kadar es diferente. El camina en solitario.
– ¿Cuántas veces te he visto jugando con él a los dados? Es tu amigo,
– Cierto. -Parecía confuso-. Pero él es… distinto.
Ella se dio por vencida. Kadar era diferente. Solo había que estar con él un rato para darse cuenta de que bajo aquella fachada aparentemente superficial y encantadora yacían unas profundidades impenetrables.
– ¿Pero confías en él?
A Haroun se le iluminó la cara.
– Naturalmente.
– Entonces confía en que procurará que nada malo te ocurra en Maysef.
– No solamente me preocupo por mí. Una mujer puede recibir un gran daño. Yo sé que pertenecéis a lord Kadar, pero aun así el peligro es…
– Yo no pertenezco a Kadar.
– Sin embargo, todo el mundo sabe que vos… -Observó su expresión y añadió apresuradamente-: Pero parece que vos…
– No siempre las cosas son lo que parecen. Yo no pertenezco a nadie más que a mí misma.
– Pero una mujer deber pertenecer a alguien. Es… -Sentía la tormenta acercarse y cambió de tema-. No importa. Yo cuidaré de vos.
Seguramente sería ella quien cuidara de él, pero sus intenciones eran buenas, así que se reprimió las ganas de decírselo.
– Gracias Haroun. Si necesito tu ayuda, no dudaré en…
Paró cuando se abrió la puerta y entró Kadar en el camarote.
Miró a Haroun de arriba abajo.
– Vaya, tienes un aspecto lamentable.
– Lady Selene me ha obligado a despojarme de mis ropas. ¿No estaréis enfadado por encontrarme con ella de esta guisa, verdad? Ya le dije que no era apropiado.
– No estoy enfadado -repuso con una sonrisa-. Es difícil no hacer lo que ella dice, ¿verdad?
Asintió, aliviado.
– Además tiene unas ideas muy raras sobre… Aunque dice que ella no os pertenece, espero contar con vuestra ayuda para cuidar de ella durante este viaje.
– Ah, ¿así que eso es lo que ella dice? -preguntó Kadar con voz de seda-. Espero realmente que no cometieras el error de creerle.
– No, todo el mundo sabe… -Lanzó una mirada a Selene-. Quiero decir que todo el mundo cree que…
– Ya basta. -Selene estaba a punto de estallar-. ¿Qué pasa con Balkir? ¿Estás seguro de que Haroun ya está fuera de peligro?
– Mientras no se convierta en una molestia…
– Puede quedarse conmigo en este camarote.
– ¡No! -Los ojos de Haroun estaban horrorizados.
Kadar negó con la cabeza.
– Eso lo pondría en una posición aún más delicada. Si los marineros piensan que podría estar obteniendo favores que se les niegan a ellos, querrían tirarlo por la borda. El caso es que solamente hay dos camarotes en este barco, y uno está ocupado por Bailar. -Volvió la mirada hacia Haroun-. Supongo que tendremos que dormir en la cubierta delante del camarote de lady Selene. De ese modo cualquiera que intentase entrar tendría que pasar por encima de nosotros.
Haroun asintió enérgicamente.
– Mucho más sensato.
Ciertamente pensaba que el plan de Kadar era más sensato que el de Selene. Ambos eran hombres.
– Largaos, los dos. -Se recostó y cerró los ojos-. Espero que Bailar os ahogue a ambos.
– Entonces carecerías de toda protección. Me parece que en este momento no valemos nada para ti, pero podemos ser útiles en algo. -Kadar dio unas palmaditas en el hombro a Haroun-. Vamos. Procuraremos encontrarte algo para vestir que no sea la manta. Ella puede necesitarla si refresca por la noche. -Abrió la puerta-. Volveré por la mañana, Selene.
Ella no respondió y oyó que se cerraba la puerta tras ellos.
A dormir. No pienses en Kadar ni en este barco surcando las aguas camino de Sinan.
Imposible. Ahora que estaba sola y ya no tenía necesidad de actuar, no podía pensar en otra cosa. Se dio cuenta de que estaba temblando. Debilidad. Se alegró de que Kadar no estuviera allí para verlo. Pronto estaría bien. Dormiría y se pondría fuerte, y al día siguiente podría enfrentarse a Kadar con la mente fría y bajo control.
Al día siguiente…
CAPÍTULO 04
A la mañana siguiente, después de dar un ligero toque en la puerta, Kadar entró en el camarote. Llevaba los brazos llenos de ropa.
– Buenos días. -Atravesó la estancia y depositó su carga encima de la litera-. Pensé que necesitarías algo que ponerte, ya que Balkir no te dio la oportunidad de hacer el equipaje.
Cogió un manto y arrugó la nariz.
– Apesta.
– Tuve que negociar con los marineros, y ya te habrás dado cuenta de que en general no son muy pulcros. Esperaba que Balkir contara con algunas prendas femeninas a mano, ya que también se dedica a la piratería, pero desgraciadamente no tenía ninguna. -Sonrió-. Aunque las prendas masculinas no te son del todo ajenas. ¿Recuerdas cuando te traje desde Constantinopla? Insististe en montar tu propio caballo y te vestiste como un muchacho.