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– Pero a Kadar no le gusta esperar. -Había un hombre con una gran capa negra en lo alto de la escalera, mirándolos-. Así que he venido a darle la bienvenida.

Kadar inclinó la cabeza.

– Buen día, Nasim.

– Es un buen día, ahora que estás aquí. Llevo esperándote mucho tiempo.

Selene reprimió un estremecimiento cuando vio la penetrante mirada de Nasim posarse sobre Kadar como las garras de un águila. No sabía por qué, pero ese hombre le inspiraba desconfianza. No había temido a Sinan, aunque se supone que debería haberlo hecho. Pero ese hombre… La amenaza y el poder que lo rodeaban eran casi tangibles, Nasim era claramente un anciano. Su cara tenía profundas arrugas y tenía el oscuro cabello, con canas en las sienes, recogido en una coleta. Pero sus ojos brillaban con una vitalidad casi febril que desafiaba la edad.

Kadar no parecía tener miedo. Le dijo en tono ligero:

– Es lo menos que podías hacer después del largo camino que he recorrido a petición tuya.

– Orden.

– Petición -repitió Kadar con una sonrisa-. Hace tiempo que no obedezco órdenes de nadie, Nasim.

– Valientes palabras. Lo que cuentan son los hechos. No pareces estar sorprendido de que sea yo quien te ha llamado. -Volvió la mirada hacia Balkir.

El capitán estremecido y se apresuró a decir:

– Lo ha adivinado, pero no hasta que estábamos casi aquí. Yo no se lo he dicho. Ya lo sabía cuando vino a mí y…

– Tienes el cerebro de un buey. -La mirada de Nasim se trasladó a Selene-. ¿Quién es ella?

– Lady Selene -respondió Balkir-. No hubo más remedio…

– Tienes ojos valientes -observó Nasim-. Demasiado audaces para una mujer.

– Baja los ojos -murmuró Balkir.

Ella no bajaba los ojos.

– ¿Por qué está aquí, Balkir? -Nasim no esperó la respuesta-. ¿Idea tuya, Kadar?

– No, un error por parte del capitán -dijo Kadar-. Se cruzó en el camino.

– Copula con ella -se apresuró a decir Balkir-. Lo he visto.

– ¿Y no viste que el conflicto entre nosotros sería peor que ese hecho sin importancia?

– Pensé que podría sernos útil. -La mirada desesperada de Balkir estaba fija en Nasim-. Pero si no os agrada, me desharé de ella.

– ¿Por qué hacerlo? -preguntó Kadar-. Envíala de vuelta a Montdhu con el chico. Apaciguará a lord Ware y evitará la posibilidad de que venga tras ella.

– ¿El chico?

Balkir sacudió la cabeza en dirección a Haroun, que se encontraba tras él.

– Es el sirviente de lord Ware. ¿Me deshago de ellos, lord Nasim?

La mirada de Nasim iba de Selene a Kadar y viceversa.

– Creo que no. Nunca se sabe cuándo la escoria puede convertirse en oro. Prepárales aposentos. -Se volvió hacia Kadar-. Ven conmigo. Tenemos que hablar.

Kadar asintió.

– Cuanto antes, mejor. -Deliberadamente evitó mirar a Selene cuando desmontó de su caballo y empezó a subir las escaleras-. Dales algo de comer, Balkir. Hace horas que desayunaron. No queremos devolverlos a lord Ware en malas condiciones.

– Si los devolvemos. -Nasim entró en el castillo seguido de cerca por Kadar.

– Ven. Rápido. -Balkir sacudió el hombro de Selene-. Ya has oído al amo.

Selene se bajó del caballo.

Haroun inmediatamente se puso a su lado. Estaba temblando, con la mirada fija en el temible castillo.

– No os preocupéis, Yo os protegeré.

– Sé que lo harás. -No lo creía en absoluto. No había esperado verlo tan agitado-. Pero no hay un gran peligro. Creo que Nasim está soltando un farol.

– ¿De verdad? -preguntó Haroun no muy convencido.

No se imaginaba que ese diablo soltase faroles alguna vez, pero no servía de nada alarmar a Haroun. Siguió a Balkir por las escaleras.

– Por supuesto. Ya has visto que Kadar no le teme.

– Pero lord Kadar es… Parecen… iguales.

Ella se dio media vuelta para mirarlo.

– No son iguales -dijo con fiereza-. No se parecen en absoluto.

Él retrocedió un paso.

– Mis excusas, lady Selene. Lo que quería decir…

– Déjalo. -Trató de mantener la voz firme. No debería haber explotado de esa manera. Las palabras de Haroun habían provocado una respuesta que no sabía de dónde hubo salido.

Ella estaba mintiendo. Se había cegado a sí misma.

No quiso ver lo que Haroun había visto. Esperaba que el tiempo y la distancia produjeran cambios que no habían ocurrido. Al mirar a Kadar y a Nasim había visto los lazos que los unían. El vínculo entre la banda de asesinos y Kadar aún seguía ahí.

– No quería decir que lord Kadar… He hablado sin pensar -se defendió Haroun.

– Lo sé. -Subió deprisa las escaleras. El comentario de Haroun había sido instintivo, y a veces el instinto resulta más revelador que el pensamiento.

Y mucho más aterrador.

– Puedes sentarte en mi presencia, Kadar. -Nasim señaló hacia una cama turca con almohadones. -El viaje debe haberte extenuado.

Kadar negó con la cabeza.

– No estoy cansado.

– ¡Claro que no!, tú eres joven y fuerte. -dijo Nasim impasible-: Tus años en esas frías tierras no te han debilitado.

– ¿Es eso lo que imaginabas?

– Nunca se puede decir lo que ocurrirá cuando se camina por la senda luminosa. La fuerza a veces se disipa. El camino oscuro siempre mantiene la fuerza.

– ¿Seguro?

– ¿Dudas de mis palabras? -arremetió Nasim-. Entonces eres un necio. ¿Quieres que te enseñe…? -empezó a decir tomando aliento-. Siempre te las arreglas para enfadarme. Pero te perdonaré porque estoy contento de que estés aquí.

– ¿Y por qué estoy aquí?

– Porque es el lugar al que perteneces.

– Ya no. Sinan está muerto, y eso ha cortado mi última atadura.

Nasim hizo un gesto negativo.

– Te estoy reclamando el servicio que le prometiste a él.

A Kadar no le sorprendió.

– ¿Con qué derecho?

La sonrisa de Nasim era fría.

– Con el único derecho que ambos reconocemos. Poder.

Kadar movió la cabeza.

– Podía haber hecho que Balkir atacase el castillo de Montdhu. Me aguanté, pero aún puedo hacerlo. No te precipites al rechazarme. Mi humor no es el de antes.

Kadar percibía la turbulencia de las aguas bajo la superficie, y le sorprendió. El Nasim que él recordaba siempre había sido frío como el hielo y controlado.

– ¿Y qué me tienes preparado?

– Deseo que encuentres un tesoro que no tiene precio.

– ¿Qué tesoro?

Nasim negó con la cabeza.

– Te diré más cuando llegue el momento de emprender el viaje. He enviado un mensajero para verificar que el tesoro todavía se encuentra en el mismo sitio. Cuando regrese Fadil, partirás y me lo traerás.

Kadar frunció el ceño.

– ¿Cuándo crees que estará de vuelta?

– En una semana, quizá dos. -Se encogió de hombros-. Si Fadil sobrevive. Puede que no.

– ¿Y quieres que espere aquí?

– Ah, estás deseoso de ponerte en camino. Soy yo quien debería estar impaciente. -Nasim arqueó una ceja-. Hay otros trabajos que puedes hacer para mí. Estoy seguro de que encontraremos algo interesante que hacer mientras estés aquí. Ya tengo algunas ideas.

– ¿Qué ideas?

– Eso lo dejo a tu imaginación. Tienes una imaginación privilegiada, Kadar. Utilízala. -Hizo un gesto con la mano para despedirlo-. Te mandaré llamar cuando decida que es el momento de cumplir mi petición.

– No he dicho que vaya a cumplir tu petición, Nasim.

– Es cierto. -Sonrió-. La niña Selene se ha convertido en una mujer, ¿verdad? Recuerdo a Sinan hablándome de ella cuando estuvo aquí la otra vez.