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Kadar fingió indiferencia.

– Dudo que se molestara en confiarte algo de tan poca importancia.

– Ya sabes que Sinan me lo contaba todo. Yo decidía lo que era poco importante. ¿Qué tal copula, Kadar?

Se puso rígido.

– Nada especial.

– Es demasiado audaz para no ser algo especial. -Nasim le dio la espalda y se dirigió hacia la ventana-. Puedes marcharte.

Kadar se le quedó mirando la espalda durante unos segundos más. Por Dios santo, no quería irse dejando esta conversación sin resolver. Sabía que Nasim había metido a Selene en la conversación con la esperanza de destruir su compostura. Y lo había conseguido.

– Sinan me dijo que quiso probarla cuando era una niña y tú lo detuviste -afirmó Nasim.

– Entonces no era nada especial. Ahora sigue sin ser nada especial. A sus ojos. -Hizo una pausa-. Y a tus ojos.

– Ya veremos. Pensaré en ello. -El tono de Nasim dejaba traslucir alguna finalidad.

Kadar había oído ese tono antes en muchas ocasiones.

Era inútil intentar hablar más con él en este momento. Volvió sobre sus talones y abandonó la estancia.

– ¿Qué quiere de ti? -le preguntó Selene en cuanto Kadar entró en su aposento.

– No me lo ha dicho. Solo sé que implica un viaje para traerle un gran tesoro, un tesoro que no tiene precio. Está esperando a un mensajero. Dijo que habrá que esperar una semana o dos antes de tener la información.

– Un tesoro que no tiene precio -repitió Selene-. ¿Qué considerará ese demonio inestimable?

Kadar se encogió de hombros.

– No tengo ni idea, pero sea lo que sea, lo quiere a toda costa.

– ¿Y nosotros tenemos que quedarnos aquí?

Asintió.

Ella apretó los puños.

– ¿No hay nada que podamos hacer?

– ¿Escapar? -Negó con la cabeza-. Tengo que hacer las tareas que me encomiende o perderé todo lo que he ganado de él.

– Y tú odias perder.

– Igual que tú. Especialmente cuando afecta a las personas que amas. -Se acercó a la ventana y miró hacia el patio-. Tengo que quedarme contigo en este aposento. No es seguro que estés sola.

Ella se puso rígida.

– No me discutas esto. Hemos compartido habitación en el pasado y por la misma razón. -Su tono era distraído-. Pondré un jergón en el suelo.

– ¿Es necesario?

– Sin duda alguna.

– Entonces, adelante. Te lo permitiré.

– No te impondré mi presencia más de lo estrictamente necesario. Nasim me dará libertad para circular por el castillo y sus alrededores.

– Pero a Haroun y a mí no. -Era una afirmación.

– Haroun tendrá una libertad limitada. No es seguro para ti que abandones esta estancia.

Pero Kadar estaría paseándose entre esos asesinos y estaría a menudo en presencia de Nasim. Solo pensarlo le helaba la sangre. Dijo sin darle importancia:

– No pensarás que voy a permitir que me abandones, ¿verdad? El aburrimiento aquí no será menor que en el Estrella oscura. Tienes que entretenerme.

Él sonrió débilmente.

– Ah, ¿debería?

– Sí, y también necesito algo más para vestir. Estoy harta de esta ropa tan basta. Consígueme telas e hilo y aguja. Y deseo que me ayudes con ello.

– ¿Quieres que yo cosa?

– ¿Es demasiado para tu orgullo?

– ¿Orgullo? He acometido tareas mucho más humildes, pero encuentro inusual que requieras mi ayuda.

Ella encogió los hombros.

– Ya que estás aquí, podrías ayudar.

– ¿Algo más?

– No por el momento. Quizá más tarde.

– Vendré inmediatamente cuando sea requerido. -Se dio la vuelta y se dirigió hacia la puerta-. Echa el cerrojo y ábreme solamente a mí.

Cuando él salió apoyó la frente contra el marco de la puerta tras echar el cerrojo. Todo estaba saliendo mal. Pretendía mantener a Kadar a distancia, pero se había visto obligada a acercarse a él. Bien, sería sólo durante su corta estancia aquí.

No permitiría que ese diablo de hombre tuviera a Kadar.

CAPÍTULO 05

– ¡Virgen santa! -maldijo Kadar al pinchase por enésima vez con la aguja a través de la suave muselina -. No podrás ponerte este vestido. Está manchado con la sangre de mil pinchazos.

– Es de color marrón. -Selene se inclinó para avivar el fuego de la chimenea antes de volver a sentarse en su taburete. -No creo que se note mucho.

Él frunció el ceño.

– No me gusta esta tarea. ¿Por qué tenemos que coser también por la noche? Sobreviviría si pudiera ver qué estoy haciendo.

– El fuego da suficiente luz. Solo hemos terminado un vestido. Necesito otro.

De repente levantó la vista de su labor.

– ¿En serio? No te creo.

– ¿Por qué me molestaría tanto entonces? ¿Crees que me gusta estar oyendo tus maldiciones y tus quejidos por un pinchazo de nada?

– ¿Un pinchazo de nada? Tengo los dedos… -Se quedó callado-. Qué lista eres. Casi me distraes. -Dejó a un lado la tela y se abrazó las rodillas. -Tú no necesitas otro vestido. Lo que quieres es tenerme cerca de ti.

– Tonterías. Tu vanidad va más allá de cualquier límite.

El la miró, esperando.

– ¿Qué necesidad tengo yo de tenerte cerca? Maldices, te quejas todo el rato y tengo que enseñarte puntadas que hasta un bebé podría hacer en la cuna.

– Lo que intentas es enojarme -dijo sonriendo-. Pero nunca seré tan poco galante como para mostrar el enfado a mi salvación.

– ¿Salvación? No entiendo a qué te refieres.

– Nunca hemos hablado de ello, pero lo sabes. Siempre has sido mi salvación. -Dirigió sus ojos hacia las llamas-. Es muy fácil escoger el camino oscuro. Fácil y excitante. Y una vez que lo has probado, siempre quieres volver. Es como el primer aroma del hachís. Quieres más.

– Pero tú no quisiste más. Lo dejaste aquí.

– Porque no quería ser como Nasim. Podía imaginarme a mí mismo hundiéndome más y más… La vida no me ha tratado con una bondad especial, y me gustaba la idea de poder que Sinan y Nasim ejercían.

– Nasim es malvado.

– Sí, pero por aquel entonces yo también lo era. Todos los hombres tienen un lado malvado.

– Tú no eres malo. Puedes ser poco ingenioso y desleal, pero no eres como él.

– Parte de mí sí lo es. Pero puedo controlarlo, si tengo motivos para luchar. -Su mirada pasó de las llamas a los ojos de ella directamente-. Tú me das motivos, Selene.

Su pelo oscuro brillaba a la luz del fuego, y sus ojos…

Dios mío, ella se estaba derritiendo. Quería extender su mano y tocarlo.

No se vería arrastrada de esta manera. No sufriría otra vez.

Ella desvió la mirada.

– Entonces ya puedes buscar otra razón. No quiero ser responsable de tu virtud ni de tu falta de ella.

– No puedes evitarlo. -Sonrió-. ¿Por qué otra razón estaría yo aquí sufriendo dolorosas heridas? No confías en mí lo suficiente como para perderme de vista.

– No puedo evitarlo. Prefiero… Haroun y yo no tenemos a nadie más en este horrible lugar. Lo más sensato es… No te rías de mí. -Le tiró el vestido a la cabeza.

– ¡ Ay! -Se quitó el vestido de la cara y se tocó con cuidado el arañazo de la mejilla-. Podías haber quitado los alfileres.

– Lárgate. Vete con ese horrible viejo y camina por tu sendero oscuro. ¿Crees que me importa? Fuera de mi vista…

Iba camino de la puerta. La invadió el pánico.

– Espera. -No le salían las palabras-. No puedes marcharte con este vestido a medio terminar. Yo no…

Él le sonrió, con esa cálida y hermosa sonrisa.