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Antes de que ella pudiera responder, él ya se había marchado.

– Me has faltado al respeto -dijo Nasim bruscamente en el momento en que Kadar entró en el salón-. Debería cortarte el pescuezo de oreja a oreja.

– En ese caso no tendrías a nadie que cumpliera tu misión.

– Quería saber cómo respondía al látigo.

– Pero yo no tengo ningún deseo de utilizarlo con ella.

– Yo sí quiero.

– No. -Sostuvo la mirada de Nasim-. He hecho todo lo que me has pedido. Pero esto no lo haré.

Por un instante Kadar pensó que Nasim insistiría, pero Nasim desvió la mirada y se encogió de hombros.

– No tiene importancia. Solo pensé que podía ser divertido. Ya le has hecho todo lo demás.

– Yo no lo encuentro divertido.

– Pero sí disfrutas con ella -dijo Nasim-. Ella es… extraordinaria. Mentías cuando dijiste que no tenía nada de especial.

– Cualquier mujer puede ser especial en la habitación de la torre.

– ¿El Hachís? No lo creo -replicó sonriendo-. ¿Crees que la habrás preñado ya?

– ¿Cómo quieres que lo sepa? Solo han sido dos semanas, y ella me ha dicho que no es el momento de su menstruación. -Kadar cambió de tema-. ¿Todavía no sabes nada de tu mensajero Fadil?

– Aún no.

– ¿Viene por mar?

– Sí-respondió arqueando una ceja-. ¿Tan impaciente estás por emprender tu viaje?

– Los hombres nos aburrimos cuando no tenemos desafíos.

– Tú en especial, Kadar. Siempre has necesitado encontrar nuevas maneras de recorrer viejos caminos. No obstante, este reto podría ser demasiado para ti.

– Pero valdrá la pena -dijo sonriendo-. Un tesoro incalculable.

Nasim frunció el ceño.

– Mi tesoro. No lo olvides. Mi tesoro.

– Estoy seguro de que encontrarás la manera de recordármelo. -Se dio la vuelta para marcharse-. Mientras tanto, no volveré a la habitación de la torre. Tengo que tener la mente clara y necesito descansar para el viaje.

– Ciertamente has estado enérgicamente ocupado. -Nasim soltó una carcajada-. Muy bien, admito que has hecho todo lo posible para asegurarte de dejarla encinta. Puedes descansar hasta que veamos si tu semilla ha prendido.

– Muy agradecido -dijo Kadar con ironía.

– Insolente. -Nasim hizo un gesto para que se retirara-. Estoy sorprendido de habértelo permitido.

Kadar ya se marchaba.

– Pero sigo pensando que el látigo podría resultar interesante. Si no está encinta, lo intentaremos la próxima vez que vuelvas a la torre.

Kadar no se molestó en discutir. Nasim siempre tenía que ganar, pero Kadar acababa de comprar una demora. Cuando surgiera el tema de nuevo, el mensajero ya habría llegado.

Ahora debía pensar qué medidas tomar cuando llegara ese momento.

– ¿Qué ha sucedido? -preguntó Selene en cuanto le abrió la puerta.

– Nada importante. -Kadar entró en el aposento-. No tendremos que volver a la torre. Al menos, no por el momento.

Se vio afectada por una sacudida y por otra emoción menos identificable.

– ¿Por qué no?

El sonrió torciendo la boca.

– He alegado agotamiento. No quiere que me quede sin fuerzas antes de empezar mi viaje.

– ¿Ha llegado ya el mensajero?

– Todavía no. -Se quitó el manto y se dirigió en cueros hacia su jergón-. Nasim quiere que esperemos hasta ver si estás encinta. Si no lo estás, tendremos que volver a la habitación de la torre.

– Ya veo. -Se dirigió lentamente hacia su lecho. Era la primera vez desde que habían empezado a acudir a la torre que se había planteado la posibilidad de estar embarazada. El placer del propio acto había estado por encima de todo lo demás.

– ¿Y si lo estoy?

– Esperemos que no lo estés. La habitación de la torre es el menor de los peligros.

– Puede que no lo sepamos enseguida. Mi menstruación suele retrasarse. -Se quitó el vestido, apagó la vela y se encaramó al lecho.

Un hijo…

Estaba tendida con los ojos abiertos en la oscuridad. Solamente había pensado en el peligro del rechazo, no en la criatura misma. Un hijo de Kadar y suyo. A lo mejor un niño como el de Thea, Niall. Gorjeos y risas, suave y sedoso como…

Un bebé que Nasim podría llevarse o matar.

La inundó el pánico. Un hijo nacido en ese oscuro lugar y arrebatado. Nasim…

– Por lo que más quieras, deja de temblar, -Kadar estaba sentado en el borde de la cama junto a ella.

¿Cómo sabía que estaba temblando desde el otro lado de la habitación? Kadar siempre sabía todo. Buscó sus manos y las apretó con fuerza.

– No le permitiré que se lleve a mi bebé -dijo con firmeza-. No puede llevárselo.

– Todavía no sabemos si tú…

– No me importa. Lo mataré antes de permitirle…

– Shh… -Levantó las sábanas y se deslizó dentro de la cama junto a ella-. Eso no ocurrirá nunca. -La atrajo hacia sí y la rodeó con sus brazos-. Te prometo que jamás tocará a ningún hijo nuestro.

Parte de su terror se tranquilizó.

– Es solo que… Nunca lo había pensado antes. La posibilidad parecía tan remota… -Y ahora estaba tan cerca.

Una semana o dos y sabría si…

– ¿Es que no puedes parar de temblar? -dijo con rudeza-. Me estás desgarrando el corazón. Nunca te he visto tan asustada.

– No es por mí. Es por el niño. No tenemos derecho. Un bebé es indefenso y no puede…

– Pero nosotros no estamos indefensos. Si es necesario, lo protegeremos. -Se arrimó más a ella-. Ahora olvídate de ello y duérmete.

Sí, tenía razón. Ellos protegerían a su hijo. Kadar y ella juntos podrían hacer cualquier cosa. Se relajó pegándose aún más a él y le dijo:

– No deberías estar en mi lecho. Dijiste que Nasim lo sabría…

– Nasim puede irse al infierno.

– Allí estaría en su casa. -Permaneció en silencio unos instantes, pensativa-. No me quedaré aquí sin ti.

– Nunca se me habría ocurrido dejaros aquí a Haroun o a ti.

– ¿Entonces qué haremos?

– ¿Sería mucho pedir que dejaras de preocuparte y que dejaras el asunto en mis manos?

– Sí. No puedo evitar preocuparme. -Hizo una pausa-. Pero tú conoces a Nasim mejor que yo. Estoy deseando oír tus sugerencias.

– Gracias.

– No hay de qué. -Bostezó-. Ahora me voy a dormir. Tengo la sensación de no haber dormido profundamente desde hace…

– ¿Semanas? -dijo Kadar riendo-. ¿Por qué habrá sido?

No quería pensar en el motivo, ni en el sensual y apasionado Kadar de la habitación de la torre. En ese momento se sentía cómoda, apreciada y segura.

– Ya sabes por qué. Por favor, ten la delicadeza de no hablar de ello.

Le rozó el cabello con los labios.

– Sí, mi señora. Lo que ordenéis. Cualquier cosa que deseéis.

Ni hablar, pensó somnolienta, aunque se encontraba demasiado cansada como para rebatirlo. Al día siguiente le diría que desde que se conocían nunca había poseído algo tan enteramente como…

Durmió tan profundamente que ni siquiera oyó el estruendo al otro lado de la puerta unas horas después.

Levantó la cabeza adormilada cuando Kadar abandonó el lecho.

– ¿Qué es eso?

Kadar no respondió y fue a abrir la puerta.

Nasim se precipitó en la estancia.

Selene se sentó de golpe, cubriéndose el pecho con las sábanas.

Esfuerzo inútil. Nasim no le prestó ni la más mínima atención, como si fuera invisible.

– Mi mensajero ha llegado. -El viejo encendió la vela que había en la mesilla, con los ojos brillantes de emoción-. Por Alá, estaba convencido de que volvería hecho pedazos, pero ha venido cabalgando hace tan solo una hora. Debes partir de inmediato.