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– Significa algo si la he hecho yo. Le traeré su cofre de oro.

Ella se dio la vuelta, estallando de ira.

– Y entonces me mandarás lejos y volverás con él.

Arqueó las cejas.

– ¿No dijiste que querías dejarme?

– Deja de reírte. Quiero ir. ¿Te imaginas que la habitación de la torre ha significado algo para mí? Placer para el momento. Eso fue todo. Ya ha terminado.

– ¿Tendré que asumir que no me vas a permitir compartir tu lecho nunca más?

– Te dije que solo copularía contigo en caso de ser estrictamente necesario.

– Así lo hiciste.

– Pero ya no es necesario.

– No para salvar vidas, pero quizá para salvar almas

– ¿Copular salvará tu alma? No lo creo.

– Hacerlo es una manera de estar juntos, y esa cercanía puede salvar almas. A lo mejor salva incluso la tuya, Selene.

– No digas tonterías. Mi alma no tiene nada que ver contigo.

– Tiene que ver todo conmigo. Igual que mi alma tiene que ver todo contigo. -Se le borró la sonrisa-. Hay un destino que nos guía a todos. Nosotros estamos hechos el uno para el otro. A veces el destino se tuerce, pero esta vez no. Puedes luchar contra él todo lo que quieras, pero al final estaremos juntos.

Él estaba convencido de lo que estaba diciendo, su intensidad hizo llegar una ola de preocupación hasta ella. Incluso si sus palabras eran insensatas, no le gustaba la idea de que la empujaran, quisiera o no, por un camino decretado por una fuerza que no fuera la suya. Se dio la vuelta.

– Piensa lo que quieras, pero no será en mi lecho donde estaremos juntos.

CAPÍTULO 07

El Estrella oscura atracó en el pequeño puerto de Lantano poco más de una semana después.

– No hemos tardado tanto como pensaba. -Selene tenía la mirada fija en la suave y curvilínea costa-. ¿No me habías dicho que Toscana estaba más al norte?

– Este puerto está a mitad de camino entre Roma y Toscana. Tendremos que conseguir caballos y provisiones. Desde aquí iremos por tierra. -Kadar la agarró del brazo y la instó a bajar por la pasarela-. No hay ningún puerto cerca de Sienbara.

– Eso hará más difícil nuestra huida con el tesoro. Seguro que habrá una persecución.

– Es posible.

– Sabes que la habrá. -Su mirada se centró en el rostro de Kadar-. ¿En qué estás pensando?

El sonrió.

– Simplemente en que alguien tiene que dirigir la persecución.

Un escalofrío le recorrió el cuerpo al darse cuenta de lo que eso significaba.

– ¿Matarás a ese tal Tarik?

– Sería lo más seguro para nosotros.

– No.

– Es evidente que él no tuvo ningún remilgo a la hora de asesinar a los hombres de Nasim.

– Eso es distinto. Estaban intentando robarle. Lo mismo que estás haciendo tu.

– ¿Y cómo sabes que él no ha robado antes este tesoro?

– ¿Qué más da si lo ha robado o no? No vas a deshonrar tu alma cometiendo un asesinato. -Su tono se volvió implacable-. ¿Me has oído? Quiero que me lo prometas.

– ¿Y qué harás si me niego?

– No te negarás. Sabes que tengo razón.

– Pero ése no es motivo para contener mi mano. ¿Tendré que contarte cuántas veces en mi vida la rectitud no ha tenido nada que ver con lo que he hecho?

– Tú ya no eres así. Dame tu palabra.

Le sostuvo la mirada largamente.

– ¿Por qué te importa tanto? -le preguntó con suavidad.

Ella apartó la mirada de él precipitadamente.

– ¿Por qué crees tú? Si matas, estarás haciendo lo que Nasim quiere que hagas. No deberías darle esa victoria.

Soltó una carcajada.

– Esa no es la única razón. ¿Es que no te vas a cansar nunca de…?

– Piensa lo que quieras. Ya te he expuesto mis razones. Ahora dame tu palabra o seré yo quien vaya al castillo a robar ese tesoro.

– ¡Vive Dios que lo harías! -Se había desvanecido todo rastro de humor en su tono de voz-. Te mantendrás alejada del castillo. ¿Lo entiendes?

– Tu promesa.

Masculló una maldición.

– Está bien, no lo mataré a menos que lo encuentre absolutamente necesario. Eso es todo lo que conseguirás de mí.

No esperaba más. No deseaba atar a Kadar de manos y pies robándole su defensa. Además, tampoco estaba tan segura de no actuar ella misma si las circunstancias lo requerían.

Sería mejor cambiar de tema.

– ¿Cuánto falta para llegar a Sienbara?

– Si el camino está bien, una semana cabalgando de sol a sol.

Apretó el paso.

– Entonces vayamos a buscar esos caballos. Estoy deseando terminar con todo esto.

Selene se estremeció.

– Parece muy sólido.

El castillo de Sienbara estaba construido en lo alto de una de las colinas de la campiña toscana. Aunque pequeño, sus murallas y el foso eran los más impresionantes que había visto nunca. Incluso las ventanas estaban bien ubicadas. Había visto a Ware construir su castillo y conocía el valor de las ventanas bien posicionadas para lanzar flechas.

Los ojos de Kadar estaban en el castillo.

– Estás asustada. ¿Por qué? Es menos temible que la fortaleza de Nasim.

Eso era cierto. Maysef era como un alcázar fantasma rodeado de inhóspitas montañas. Sienbara era simplemente un pequeño y bien guardado castillo rodeado por un bonito y sinuoso pasaje. No entendía por qué sentía esa alteración.

En el mismo momento en que había puesto sus ojos sobre Sienbara, su inquietud había surgido como un volcán que se despierta de su letargo.

Kadar buscó su mirada.

– Yo también lo noto -dijo en voz baja.

– ¿Acampamos aquí? Está oscureciendo -preguntó Balkir mientras cabalgaba hasta ellos. Lanzó una mirada de desprecio hacia el castillo-. No es nada. Nasim debería haberme enviado a mí solo. No te necesitaba.

Era obvio que Bailar no sentía la preocupación que compartían Kadar y ella, dedujo Selene. Miró a Haroun. El chico parecía cansado pero no asustado. Nadie excepto Kadar y ella parecían percibir ese inminente…

Kadar asintió.

– Di a los hombres que acamparemos para pasar la noche. -Desmontó para ayudar a Selene a bajar del caballo-Pero mantengámonos alerta.

Selene se revolvía intranquila entre sus sábanas. Estaba exhausta, cansada del largo viaje, pero no podía conciliar el sueño. ¿Por qué Kadar no volvía al campamento? Después de cenar se había ido sin decir palabra colina arriba en dirección a Sienbara.

Todavía se encontraba allí. Ella había dejado la portezuela de la tienda abierta y había visto su silueta recortada a la luz de la luna.

¿Qué estaría pensando?

Bien, nunca lo sabría a menos que se lo preguntara, pensó con impaciencia.

Retiró la manta a un lado y salió de su tienda. Un momento después estaba subiendo la colina.

– Te estaba esperando. -Su mirada no se apartó del castillo cuando ella se puso a su lado-. Has tardado mucho.

– No puedo dormir. ¿Qué estás haciendo?

– Estoy escuchando.

– ¿Escuchar?

– ¿No oyes la llamada?

Inclinó la cabeza. La noche estaba en calma, y sin embargo, ¿oía algo…?

– No oigo nada. Estás loco.

– Quizá. -Le dedicó una sonrisa-. O quizá tengas miedo de escucharlo.

– No hay nada que escuchar excepto el viento soplando a través de los cipreses.

– Nasim me enseñó que siempre hay algo más que escuchar de lo que uno se imagina. Los sitios te llaman, la gente te llama. Solamente debes abrir tu mente para oírlos.

Levantó la cabeza, volviendo los ojos hacia el castillo, y ella percibió su nerviosismo. Era un lugar extraño.